"Pontevedra, como el conjunto de las poblaciones gallegas, aunque rigurosamente alejada de los centros de debate artístico en ese siglo XIX que veía nacer las emergentes políticas de exhibición y creación que despuntaban en Europa, también cuenta con una específica y particular historia de los espacios en los que se exhibió arte", explica Xosé Enrique Acuña, autor de "Espacios para el arte en la historia contemporánea de Pontevedra", un estudio realizado para la Universidad de Vigo en el que documenta las nuevas estrategias de información y comunicación artística surgidas en la ciudad del Lérez en los dos últimos siglos.

Fueron los sectores más dinámicos de la ciudad los que respaldaron el primer evento público: la Exposición Regional que en 1880 permitió que los vecinos de la comarca viesen por primera vez obras de arte colgadas "con el ánimo expreso de ser mostradas a la ciudadanía".

La Exposición se repartió entre una sala del concello, el Instituto de Segunda Enseñanza y, especialmente, el pabellón que se construyó específicamente para el evento.

Se mostraron avances de la ciencia, los cultivos, el procesado de alimentos etc y también "piezas artísticas de distinta autoría que se correspondían con óleos, esculturas, grabados y hasta fotografías", señala el autor.

En décadas posteriores habrá nuevas citas: en 1887 el Liceo Casino acogió un "Certamen de Artes y Oficios", que repetiría unos años después, en 1895. Un año antes la ciudad había sido escenario del nacimiento de la Sociedad Arqueológica, que promueve ese mismo año la primera exposición de antigüedades.

Fue la primera ocasión en la que mostró sus fondos, en concreto en el Pazo Provincial y el Instituto.

No dejaban de ser hechos puntuales. "Lo sembrado desde el activismo mercantil y social de las exposiciones y certámenes de artes no fue capaz de instaurar una escuela pictórica local ni de hacer despuntar figuras destacadas de las Bellas Artes", explica Enrique Acuña, que lo atribuye al hecho de que Pontevedra carecía de centros de aprendizaje reglado y a la escasa preparación de los profesores de la Escuela de Artes y Oficios capitalina, lo que hizo que "el protagonismo en las labores de mecenazgo se desviasen a las sagas familiares de la ciudad".

Así es con frecuencia en ese final del siglo XIX los salones sociales de los pazos y mansiones eran las principales galerías de arte.

Un buen ejemplo es el pazo de Lourizán, que en 1898 servía de escenario a la obra de Ovidio Murguía.

En Pontevedra habría que esperar a 1910 cuando se muestre en el salón de dibujo de la Sociedad Económica de Amigos del País un ejemplo de la creatividad de los artistas locales.

Con todo, el experto asegura que fueron los fotógrafos quienes divulguen una nueva forma de exhibición: presentar sus fotos en los portales de entrada a sus estudios.

La idea "en no pocos casos era saludada en la prensa pontevedresa de la época y generó entre la ciudadanía más popular un primer acercamiento a la tarea expositiva e incluso al cultivo del arte como espectador".

En adelante, los escaparates de las calles más concurridas será la opción más elegida por los retratistas y también por los artistas. Para empezar, por Castelao y Carlos Sobrino, que presentan su obra en el portal del del estudio de Sáez-Mon y Novas.

Será precisamente Alfonso Castelao quien en 1922 inaugure una nueva senda expositiva. Presenta en el Recreo de Artesanos su nuevo proyecto, "Nós". "Bajo tal título colectivo, era una auténtica novedad en la época, colgó unas estampas que abrían una inédita vía para el arte gallego y a la vez daba un golpe de autoridad que le facilitó intervenir, poco después y con verdadera capacidad de decisión, en el futuro vital de bastantes artistas pontevedreses", destaca Enrique Acuña, que recuerda que con esta exposición "Castelao se convertía también en un pionero en estrategias publicitarias a apoyo a una exposición de autor, él mismo diseñó el cartel anunciador y editó un prospecto de ella aplicando una estrategia informativa que ningún artista había utilizado en Galicia".

El Museo, la política de becas de la Diputación, la puesta en marcha del Patronato Nacional de Turismo, el Salón de Primavera que promovió Radio Pontevedra... Varios factores contribuyeron decisivamente en los años siguientes a aumentar los espacios expositivos de la ciudad, multiplicando la oferta.

Eso no evita que los artistas continúen utilizando los escaparates de los comercios y el estudio detalla especialmente los de El Siglo o el comercio de Caramés en la calle Oliva, en donde el escultor Xosé María Acuña y el Pintor Pintos Fonseca, además de un jovencísimo Laxeiro, muestran sus obras.

Todo cambió en 1936: buena parte del despliegue de creatividad que probaba el Salón de Primavera (con artistas como Avelina Viñas, Ignacio Serra, Xosé Sesto, Pintos Fonseca, Ramón Peña, Virxilio Blanco, Alejandro Paisa, Asorei o Carlos Maside) quedó cercenada por el exilio de varios de los principales creadores.

Se sucedieron en los años siguientes tímidos intentos de la administración de reactivar la vida oficial del arte, pero finalmente sería un espacio privado, el restaurante Urquín de la calle García Camba, quien liderase esta faceta. Por su galería pasaron hasta los años cincuenta desde obras de Manuel Torres, Ramón Peña o, en exposiciones organizadas por la Secretaría de Educación Popular del Régimen, de Carlos Sobrino, Abelardo Bustamante, Rafael Alonso, Pesquera, Torres, Agustín Portela...

Iniciada la década de los cincuenta, la casualidad hizo que designasen a Julián Álvarez Villar al frente de la Subsecretaría de Educación Popular en Pontevedra. Era falangista y un profundo conocedor de la historia del arte y profesor y apostó por organizar un Concurso Nacional de Fotografía y abrir una sala de arte, llamada de la Obra Sindical de Educación y Descanso. En 1951 expondría en ella Rafael Alonso.

Otras sociedades y espacios van mostrando obras de artistas, como por ejemplo, Rafael Úbeda, y la Diputación continúa en los sesenta mostrando la obra de sus mejores becarios. Antes el Hotel Engracia había acogido obras de autores como Pesqueira Salgado, pero sería en 1966 cuando se produce un nuevo punto de inflexión con la fundación del Ateneo.

Éste pone en marcha una sala de exposiciones que marcaría una época, mientras que por iniciativa privada y con vocación comercial arranca en la calle oliva la Sala Torrado. Ambas serían decisivas para dar a conocer la obra de los artistas más destacados de las generaciones anteriores y también de los nuevos valores. Laxeiro, Rafael Alonso, Sucasas, Pérez Bellas, Luis Limés, Orcajo formaron parte de esta renovación cultural que impulsaron las dos galerías clave de los sesenta.

Este activismo cultural (que prolongarían otras galerías como Altamira y Cofre) se vio correspondido desde la administración pública con la creación de la primera Bienal de Arte por parte de la Diputación y un año después, Caja de Pontevedra crea su primer espacio expositivo. Los pontevedreses iniciaban definitivamente el camino de la madurez como espectadores.