Descartada por imposible la localización del manual del buen alcalde que habría dejado escrito don Remigio Hevia en algún rincón oculto de Michelena 30, el noble inmueble ocupado ahora por el gobierno municipal, el juego de la ensoñación que planteamos la semana pasada para Lores&Mosquera&Cía podría encaminarse ahora al descubrimiento de la caja fuerte de la Banca Riestra o del Banco Pastor, las entidades financieras que tuvieron allí sus dependencias durante la primera mitad del siglo XX.

La historia de la Banca Riestra es como un misterio ya perdido en la memoria de la ciudad, que no está recogida ni siquiera por los mejores especialistas en sus estudios bancarios. En realidad, la propia historia familiar es también una gran desconocida, con excepción hecha de algunos episodios significados, que no hacen sino alimentar una curiosidad mayor por la trayectoria de una saga irrepetible.

Los Riestra fueron por lo menos durante medio siglo el eje neurálgico de la Pontevedra de aquel tiempo, entre finales del XIX y principios del XX. La ciudad evolucionó al son marcado primero por Francisco Riestra Vallaure, el iniciador de la saga tras su llegada a Pontevedra desde su Asturias natal, y después por su hijo José Riestra López, el primer marqués de Riestra.

En esta página no cabría la simple nominación de las empresas y los negocios que ambos impulsaron a lo largo de sus vidas. Y la Banca Riestra fue su negocio más emblemático, en tanto que símbolo del poder económico pontevedrés.

La sonada quiebra de esta banca comercial se produjo ocho o nueve años después del fallecimiento del primer marqués y existen razones fundadas para pensar que tan aciago desenlace nunca se habría producido en vida de José Riestra López, la figura más relevante de esta saga familiar.

Un problema de cash; una falta de liquidez en un mal momento. Ese habría sido el desencadenante de la quiebra, tras el hundimiento de una empresa dedicada a fabricar traviesas para vías férreas, que entonces talaba Os Ancares (Lugo). Y al fondo estaría el crac de la bolsa de Nueva York de 1929, que no permitió a algunos bancos nacionales atender los apoyos reclamados desde la Banca Riestra.

Los pontevedreses transmitieron de padres a hijos que la Banca Riestra devolvió hasta el último céntimo del dinero que estaba bajo su custodia. Nadie dejó de cobrar los ahorros allí depositados, según esa historia viva. Igualmente se contó que el más que notable patrimonio de los Peinador se sumó entonces al patrimonio de sus parientes, los Riestra, para afrontar aquel terrible revés social.

Curiosamente ningún periódico de la época, fuera del signo que fuera, dedicó una sola línea a esa quiebra que habría convulsionado aquella pequeña capital provinciana que era Pontevedra a principios de los años 30. Ni una palabra puede encontrarse en la prensa gallega, hasta el día 19 de julio de 1932. Aquí viene el dato hasta ahora inédito, que tiene una gran relevancia.

Fue ese el día cuando todos los periódicos dieron cuenta de la absorción de la Banca Riestra por el Banco Pastor, que en la década anterior se había quedado con el Banco de Vigo tras una suspensión de pagos. Más un acuerdo amistoso, que una opa hostil. Así se presentaba el asunto a través de dos cartas fechadas el día anterior, 18 de julio, y enviadas a los cuenta correntistas por ambas entidades.

"Participamos a usted --decía el Banco Pastor-- que mediante convenio con nuestros amigos los señores Riestra y Cía, desde esta fecha nos encargamos de los negocios bancarios de dicha entidad, habiendo obtenido del Consejo Superior Bancario la debida autorización para establecer una sucursal de este banco en Pontevedra, con oficinas en Marín y Caldas de Reis, donde aquellos señores tenían sucursales".

Por su parte, la Banca Riestra confirmaba en otra circular pareja que "cesamos en nuestros negocios bancarios y, salvo orden en contra, traspasamos a dicho banco el saldo de su cuenta, así como los valores y operaciones en curso", al tiempo que agradecía la confianza depositada.

El Banco Pastor se instaló desde aquel día en Michelena 30, y Pedro Barrié de la Maza siguió con la captación imparable de buena parte del patrimonio acumulado por la familia Riestra. La entrada del futuro conde de Fenosa en la sociedad anónima La Toja fue el paso siguiente aquel mismo año.