"La vejez no es una enfermedad, a ver si nos enteramos: hay cambios normales derivados del hecho de cumplir años, pero el sexo, comer o el gusto por la lectura siguen vivos". Javier Pérez, vicepresidente de la Sociedade Galega de Xerontoloxía, es uno de los especialistas que critica que en una sociedad manifiestamente envejecida (Galicia es la segunda comunidad española con mayor número de ancianos) todavía persistan tabúes relacionados con el sexo en la Tercera Edad.

Y es que la sexualidad es un proceso: se transforma (por ejemplo el recién nacido en la fase fálica retiene esfínteres para proporcionarse sensaciones asociadas al placer) pero no desaparece. "A los ochenta la sexualidad es diferente, los jóvenes la interpretan como una llegada al orgasmo tras el coito, mientras que a medida que se cumplen años van ganando peso las caricias, el cariño, el hecho de estar juntos o la convivencia", explica Alberto López Rocha, presidente de la Sociedad Española de Médicos de Residencias (SEMER).

Esta organización celebrará en Pontevedra el próximo mes de octubre un congreso en el que más de 400 profesionales abordarán temas relacionados con la tercera edad y, especialmente, la sexualidad en el anciano.

Y es que hasta los profesionales de los centros asistidos de mayores se sorprenden todavía: "Saben que en las residencias hay esa situación de búsqueda de pareja, pero la mayoría sigue asombrándose, no está preparado y hay cuchicheos", constata Javier Pérez.

Éste encabeza la Residencia Asistida de Mayores de Vigo, con 310 internos y en donde ya se han consolidado numerosas relaciones, dos de las cuales acabaron en boda.

Menos suerte tuvo la pareja que se divorció en la Residencia Asistida de Bembrive. El responsable del centro, el gerontólogo César López, es otro de los especialistas que hace votos porque este tipo de relaciones se vean cada vez con más normalidad.

Y si los tabúes persisten, la tenaz realidad nos hará cambiar de perspectiva: dentro de sólo cinco años el 30% de los gallegos superará los 60 años, según las previsiones de la Xunta.

El perfil-tipo del interno en los centros asistidos es el de una persona de 87 años "que pasó hambrunas, su escolarización fue muy precaria, de hecho muchos son analfabetos, y tienen numerosos miedos relacionados con la sexualidad por cuestiones religiosas".

Las evidentes mejoras en la calidad de vida y los avances médicos prometen que la siguiente generación será bastante más longeva: más de 85 años de media en los varones y más de 90 en el caso de las mujeres. Entre ellos no habrá casos de analfabetismo, es de esperar que sean menos dependientes y los tabúes relacionados con la sexualidad serán poco menos que material arqueológico.

Lo que no habrá cambiado es nuestra necesidad de afecto, de ahí que los profesionales insistan en la importancia de que la perspectiva sobre el sexo en la ancianidad evolucione, muy especialmente entre los profesionales sanitarios.

"Cuando nosotros lleguemos a los ochenta todo esto habrá cambiado afortunadamente", promete César López, que constata que en los centros de la Tercera Edad como el que encabeza, con 150 residentes, "hay gente que encuentra a esa edad lo que perdió o lo que nunca tuvo".