Según el dicho, que hay que beber agua del río por turbia que vaya y vivir en la ciudad por mal que nos vaya. Y en esas ha estado Pontevedra en los dos últimos siglos: enturbiando el Lérez con sucesivos rellenos, achicándolo frente a una autopista, y creyendo en una equivocada idea de ciudad, esa que vive de espaldas al mar y levanta murallas de siete plantas para no verlo.

El grueso de la destrucción del litoral pontevedrés arrancó en el año 1900, como testimonia la exposición "Pontevedra, peirao de historia" inaugurada ayer en la Casa das Campás. Se trata de un repaso mediante imágenes y textos a la historia de los puertos de As Corbaceiras.

El Archivo Municipal y el Provincial, el Museo y la Hispanic Society (propietaria de varias de las imágenes que testimonian las tareas de pesca y el aspecto de los puertos) han cedido fondos para esta muestra dirigida por Juan Juega y Enrique Sotelo en la que se documenta la evolución del arrabal marinero, A Moureira y del Lérez.

Ambos elementos (puerto y río) dieron sentido a la ciudad. Los romanos construyeron en ella el puente sobre el Lérez que facilitaba la comunicación entre el norte y el sur de Galicia, un enclave estratégico que resurgió con la concesión del foro a la ciudad en 1269.

"En esa época las ciudades tratan de adquirir privilegios mediante las ferias, que les permitían incrementar el comercio y mejorar su fiscalidad", explica Enrique Sotelo, "entonces Pontevedra crece".

En ese momento la poderosa Cofradía do Corpo Santo emite ordenanzas sancionadas por el arzobispo de Santiago, varias de las cuales pueden contemplarse en la exposición.

Ésta también incluye un documento de las aportaciones de los mareantes para la construcción de la basílica y testimonia la actividad pesquera en la zona.

Y es que serán los cercos, surgidos en el siglo XV, los que darán poder a la villa.

El gran auge del puerto hace que en 1550 Pontevedra sea la ciudad más poblada de Galicia, pero a finales del siglo XVI el puerto se encenaga y se crea la barra de Tambo-Lourido. "De hecho", precisa Enrique Sotelo, "los regidores de la época intentaron sacarle al monasterio de Oseira el puerto de Marín".

Paradójicamente, esta barra que cegó el futuro comercial del puerto también tuvo aspectos positivos, como el impedir que el corsario Drake accediese al puerto y saquease la ciudad.