El colegio en el hospital que distrae del ingreso
«Fomenta la interacción social, les permite seguir con su formación y es un apoyo emocional», valora el jefe de pediatría sobre la escuela del hospital de Ourense. «Es una vía de escape fundamental para su recuperación», afirma la profesora. «Esta es una escuela unitaria e inclusiva que busca que los niños no piensen tanto en que están en un hospital ni en por qué están ingresados»

Tres niños, este martes, en el aula hospitalaria del CHUO, con los padres de una de ellos y la profesora Vanessa Gómez Lage. / IÑAKI OSORIO

En las horas previas a recibir el alta tras una cirugía, Loreta, de 9 años, se entretiene con otros niños, ingresados como ella. Juegan a las cartas con la profesora en el aula de la escuela del hospital de Ourense, un espacio de la planta de pediatría donde los menores continúan aprendiendo, se relacionan y abandonan las cuatro paredes de la habitación para acceder a un entorno más amable, con dibujos y figuras decorativas, libros para todas las fases educativas, juegos de mesa, juguetes para fomentar el aprendizaje simbólico, ordenadores, una pizarra con un proyector y hasta una videoconsola. Es un lugar distinto, al otro lado del pasillo, donde resulta más fácil abstraerse de la estancia en el hospital.
«Es un recurso maravilloso, cambia el humor a los niños, los ayuda a pasar mucho mejor el rato. Pueden integrarse, interactuar, jugar», valora Laureano Ledesma, el padre de Loreta. Rosa Ana Grande es la madre de Erea, de 7 años. En el minicolegio del CHUO pasó sus últimas horas antes del alta, después de una operación. «En un lugar así pueden distraerse y no estar pensando todo el tiempo: ‘Me duele aquí, me duele allí’», aprecia la progenitora.
Los beneficios
«Es un recurso muy importante para normalizar su vivencia hospitalaria. Reduce el aislamiento, fomenta la interacción social, actúa como distracción y, en los casos con ingresos de varios días, sirve para la continuidad educativa: les permite seguir con sus tareas y con su formación dentro del hospital», indica el pediatra Santiago Fernández Cebrián, jefe del servicio. Cuando la hospitalización es necesario —salvo en los casos graves o por necesidades quirúrgicas, pediatría intenta evitar el ingreso mediante el control ambulatorio en consultas externas—, en la escuela del hospital, el aprendizaje, el entretenimiento y la socialización entre niños y adolescentes que pasan un momento similar se presentan como los principales beneficios. «Es un apoyo emocional, influye muy positivamente en su proceso de salud, en una mejor evolución», afirma Cebrián.
Mayca López y Carmen López son técnicas de cuidados auxiliares en la planta. «Les aporta entretenimiento, participan en juegos, pueden hacer deberes. Es muy favorable para ellos», dicen acerca de la existencia de la escuela en el área de pediatría. La enfermera Rebeca Colino, residente de segundo año en la especialidad, cree que este recurso educativo y lúdico «les ayuda en su proceso de salud, en su rutina. Les beneficia tener la cabeza entretenida, salir de la habitación, jugar y relacionarse con otros niños en su situación».
Vanessa González Lage, profesora de Primaria, es la responsable de la escuela del hospital de Ourense, que funciona con el calendario lectivo de cualquier colegio, aunque con menos horas por jornada, para adaptarse al ritmo de la atención hospitalaria y no sumar peso a la carga que de por sí es estar ingresado. Cada rincón tiene recursos pensados para cada etapa educativa, porque en la práctica el aula hospitalaria funciona como una escuela unitaria, integrando en un mismo espacio a niños de distintas edades y niveles formativos. La afluencia depende de la cifra de escolares ingresados y de la causa. Los que presentan patología infecciosa no están con el grupo.
En el mes de septiembre pasaron por el aula hospitalaria 34 niños. En el curso académico 2023-2024 hubo 163 alumnos en este minicolegio, mientras que en el 2022-23 la cifra fue de 133. La escuela acoge a niños y adolescentes de Infantil, Primaria y Secundaria, con la premisa de que el espacio educativo sea también lúdico, para proporcionar a los menores un lugar en el que pensar en su vida normal, y no en la enfermedad.

La profesora, junto a las TCAE Carmen y Mayca López, y la enfermera Rebeca Colino. / IÑAKI OSORIO
«Cuando llego por la mañana y hago la ronda para dar los buenos días por las habitaciones, ves a niños malitos, en su cama de hospitalización. Cuando entran en el aula son niños sólo», compara la profesora. Es testigo del cambio que experimentan al pasar de un espacio a otro, del cuarto al aula: «Vuelven a sonreír y a estar en su esencia, y eso es lo que buscamos: que el tiempo que tengan que pasar aquí sea lo más lúdico posible, que no piensen tanto en que están en un hospital ni en por qué están ingresados. También es muy importante para las familias, a las que les da tranquilidad», añade.
«Se buscan actividades en la que mayores y pequeños se integren, en las que los de más edad ayuden. Todo el mundo tiene su hueco para poder participar. Se fomenta la cohesión grupo, supone un aprendizaje para todos. Es una escuela unitaria e inclusiva, es una escuela para todos», subraya Vanessa González.
Con los escolares que tienen estancias cortas en el hospital, el contenido es fundamentalmente de juegos y tareas lúdicas, como manualidades. Durante las estancias largas, la profesora del CHUO se pone en contacto con el tutor del paciente en su colegio. «Me envían las tareas que tienen que hacer, pero siempre vamos a objetivos mínimos, con tiempos flexibles», aclara Vanessa.
A pesar de las circunstancias, el compromiso formativo de los niños y de los adolescentes que experimentan semanas e incluso meses en el hospital es, por regla general, elevado. Pese a tener que pasar parte del curso ingresados debido a su salud física o mental, no aparcan sus estudios y se examinan en el aula del CHUO de los mismos contenidos y asignaturas que sus compañeros del colegio siguen adquiriendo fuera. «En mis cinco años aquí no he tenido ni un solo niño que no se adaptara, que no se integrara y que no quisiera venir. Supone para ellos una vía de escape y creo que es fundamental para su recuperación», manifiesta la profesora.
Más casos de salud mental
El impacto de la salud mental en la población infantojuvenil se refleja en el porcentaje destacado de niños y adolescentes con estas patologías —como los trastornos de la conducta alimentaria— sobre el total de pacientes de pediatría con ingresos largos. «En el primer trimestre del año pasado hubo 19 casos en la escuela», dice Vanessa. Los posibles factores de riesgo de este problema de salud en la infancia y la adolescencia son variados, como por ejemplo las secuelas de las duras restricciones y del aislamiento en la pandemia, las redes sociales, el exceso de pantallas o la desestructuración familiar. «Ha aumentado mucho la incidencia de problemas psicológicos en los niños», confirma el pediatra jefe.
«En casos como los trastornos de la conducta alimentaria, a veces necesitan aislamiento en la habitación, y no pueden beneficiarse del aula hospitalaria al principio. En cuanto mejoran y el aislamiento social ya no es tan necesario, se suman y también participan», describe. El abordaje del tratamiento y de las pautas con los niños y adolescentes con problemas de salud mental es muy individualizado, «con una adaptación personalizada decidida por el psiquiatra», explica Cebrián.
Magia
Por las tardes y en las mañanas no lectivas, el aula hospitalaria sigue abierta, gracias a los voluntarios de Cruz Roja, «que hacen un gran trabajo», reconoce Vanessa. También es de ayuda la labor altruista del mago José Rivera, que comenzó en la veintena de edad en el ilusionismo y, a sus 56 años, suma ya 15 de colaboración con el CHUO.
«Soy miembro de la Fundación Abracadabra, una asociación de magos solidarios que hacen actuaciones en colegios y para colectivos desfavorecidos en toda España, de forma gratuita. En cada hospital de Galicia hay un mago de referencia, yo en Ourense. Vengo una vez al mes», relata.

El mago José Rivera hace un truco de magia a un niño. / IÑAKI OSORIO
«Trabajar para niños es muy difícil: no disimulan si piensan que el mago es malo», bromea. «Es muy gratificante y reconfortante hacer pasar un rato diferente a un niño y sacarlo de la rutina, que viva un día distinto», valora.
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