Del fuego al agua turbia: Valdeorras urge ayuda
Tras el mayor incendio de Galicia, el arrastre de ceniza y lodo de los montes arrasados complica el suministro de agua
La alcaldesa de A Rúa denuncia la inacción de la Xunta y el de Vilamartín pide un plan colectivo de las administraciones y teme inundaciones peligrosas

Del fuego al agua turbia: Valdeorras urge ayuda / Brais Lorenzo

El fuego arrasó unas 40.000 hectáreas en agosto en la comarca ourensana de Valdeorras. El megaincendio que comenzó el día 13 en Larouco afectó a Quiroga (Lugo), O Barco, O Bolo, Carballeda, A Rúa, Petín, Rubiá, A Veiga y Vilamartín. Calcinó 32.000 hectáreas, arrasó aldeas enteras y ha pasado a la historia como el mayor de Galicia desde que existen registros. Otro frente afectó, días después, a más de 5.000 hectáreas en parajes naturales de un elevado valor ambiental, en Casaio y Pena Trevinca. Tras la devastación por el paso de las llamas, los efectos colaterales afloran en otoño. Pese a las actuaciones de voluntariado, que continúan este fin de semana, y a las iniciativas de la Xunta y la Confederación Hidrográfica del Miño-Sil, con las lluvias de las última semanas se han registrado en varios puntos problemas de turbidez del agua y restricciones del suministro, por el arrastre de ceniza y lodo. Valdeorras, y en especial los concellos de Vilamartín y A Rúa, urgen ayuda a las administraciones superiores para paliar el perjuicio.

El paisaje arrasado en A Rúa, casi tres meses después. / BRAIS LORENZO
«A Xunta non fixo nada», afea la alcaldesa de este último municipio, María Albert (BNG). La hidrográfica realizó actuaciones de protección en márgenes fluviales. «O problema é que monte arriba todo está moi exposto, sen acolchado con palla nin barreiras, polo que o lodo acaba baixando», dice la regidora. «Aquí a Xunta non mandou voluntariado», critica Albert. Este sábado había una acción programada en Oulego, Rubiá, mientras que hoy domingo los ciudadanos que colaboran acuden a Larouco.
Toda la sierra que rodea las poblaciones de A Rúa, situadas en el valle, fue pasto de las llamas, de modo que ahora las captaciones en superficie se ven afectadas por los arrastres de ceniza, lodo y suelo arrasado. «Hai zonas con 40 centímetros de cinza», ilustra la regidora. Las captaciones de Somoza, Rúa Vella y Arcas son las más perjudicadas y ha habido cortes del suministro. El Concello está costeando el reparto de agua entre los afectados. «En canto colapsan as captacións restrinximos para o consumo e pechamos a entrada de auga para salvar a rede. O servizo municipal leva dúas semanas traballando día e noite», explica Albert. Hoy está prevista la limpieza de las captaciones, tarea que en A Rúa vaticinan como la constante del otoño.

Agua turbia de color chocolate por el arrastre de lodo y ceniza. / BRAIS LORENZO
La alcaldesa reclama a la Xunta «que faga acolchado con palla no monte, primeiro, e que colabore no servizo de abastecemento domiciliario de agua, con cisternas e con instalacións portátiles para que a xente poida asearse. Somos concellos moi pequenos, con persoal, recursos e infraestruturas limitadas. A Xunta ten que estar para axudar», resalta María Albert.
En Vilamartín, el efecto de las lluvias tras el incendio devastador también es muy patente. El arrastre de lodo y ceniza atasca y enturbia manantiales y captaciones, que necesitan limpiezas frecuentes. Voluntarios de Adega han colaborad en la protección del monte con el esparcimiento y acolchado con paja —mulching—, y operarios de la hidrográfica crearon fajinas con ramas y restos vegetales del monte para poner obstáculos naturales a la escorrentía y, a la vez, filtrar el agua. «As medidas funcionan con chuvia non torrencial, pero para as precipitacións fortes farían falta moitos máis labores», opina el alcalde, Enrique Álvarez (PSdeG). Es partidario de un plan de acción conjunto entre las administraciones, de «xuntarse e unir esforzos», al margen de los colores políticos.

Del regato al río: así avanza el agua con lodo y ceniza. / BRAIS LORENZO
«É unha realidade que os concellos non temos a capacidade para atallar o problema, precisamos axuda para resolver unha situación seria», subraya. Al regidor le preocupa no solo que la restricción en el consumo de agua sea la tónica del otoño, sino que el estado desprotegido del monte tras el fuego eleve el riesgo, con lluvia torrencial, de que haya inundaciones peligrosas para los vecinos de localidades próximas a los cauces. Si se producen de noche, el tiempo de reacción será menor. «É outro risco que debemos ter en conta. Sen parapeto no monte, sen a vexetación que antes absorbía unha cifra determinada de metros cúbicos, a cantidade de auga que chega ao cauce multiplícase».

Una fajina, una barrera creada con ramas y otros restos del propio monte para frenar arrastres y filtrar el agua. / BRAIS LORENZO
La gestión del fuego se demostró fracasada, con varias poblaciones abandonadas a su suerte porque el dispositivo de extinción estaba desbordado. En el después, en la gestión de los daños tras el incendio, «é cando temos a oportunidade de amosar á poboación que entre todos podemos achegar solucións». Álvarez ha procurado una, pero pide apoyo institucional: un proyecto para interconectar los manantiales del municipio, para evitar restricciones del agua. Entre él y la técnica del Concello realizaron una memoria del proyecto, con un coste estimado de 300.000 euros. El regidor cree que, con la suma de fuerzas de las administraciones, se pueden frenar los efectos que derivan del fuego «con un proyecto global en toda la comarca».
Tras el incendio, que redujo a ceniza el paisaje, los regatos llevan la turbidez color chocolate aguas abajo. «O chapapote do monte arrasando ecosistemas acuáticos», dice el agente ambiental Xosé Santos. «É de agradecer o traballo dos voluntarios, mais non chega. As administracions treñen medios materiais, técnicos e humanos para minimizar os arrastres de terra, de cinzas e de contaminantes». Casi tres meses después del incendio, la naturaleza sigue herida.
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