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Lucas Hermida, el ingeniero ourensano que escuchará el suspiro del universo

Con tan solo 25 años y tras pasar por el CERN, el mayor laboratorio de física de partículas del mundo, el ingeniero aeroespacial de la comarca de O Ribeiro se une en Países Bajos al Telescopio Einstein, un revolucionario detector de ondas gravitacionales

Lucas en el túnel del Gran Colisionador de Hadrones en la Organización Europea para la Investigación Nuclear.

Lucas en el túnel del Gran Colisionador de Hadrones en la Organización Europea para la Investigación Nuclear.

Ourense

Según los datos del Instituto Nacional de Estadística, Castrelo de Miño cuenta con 1.292 habitantes. Entre ellos, Lucas Hermida, un joven que con apenas 25 años se prepara para afrontar uno de los retos científicos más apasionantes del siglo XXI: trabajará como ingeniero en el Telescopio Einstein, el detector de ondas gravitacionales que aspira a revolucionar la comprensión del universo.

El ingeniero en el embalse de Castrelo de Miño. |  Iñaki Osorio

El ingeniero en el embalse de Castrelo de Miño. | Iñaki Osorio

Su historia empieza en el IES O Ribeiro donde recuerda que «sacaba buenas notas» y no le costaba demasiado. Un expediente académico que le llevó a tener cualquier oportunidad cuando llegó el momento de la selectividad. Se decantó por el Campus de Ourense y por los estudios de Ingeniería Aeroespacial, donde destacó por algo más que sus calificaciones porque «ya no eran las del instituto, eran buenas pero tampoco eran sobresalientes, los siete y los ochos también están ahí». La diferencia la marcó el último año, cuarto de carrera, cuando la teoría empezaba a quedarse corta para tanta inquietud y junto a varios compañeros Lucas dio forma a una idea ambiciosa: una empresa de espectáculos lumínicos hechos con drones para sustituir los fuegos artificiales.

Los tres compañeros diseñaron los drones desde cero, tanto el software que los hace volar en coreografías como el hardware que los sostiene. «Fue todo un reto sobre todo porque necesitábamos financiación y no teníamos experiencia empresarial», rememora de aquella experiencia con la que consiguieron el apoyo de la Uvigo a través de su incubadora y posteriormente el impulso de Vía Galicia, que aportó 25.000 euros al proyecto que sigue vigente tres años más tarde bajo el nombre de Luxsit.

A un vuelo de dron de Suiza

Fue el efecto mariposa de este vecino de la comarca de O Ribeiro porque, lejos de ser un experimento estudiantil, la empresa logró reconocimiento a nivel nacional. La fundación Princesa de Girona los seleccionó dentro del programa Generación Propósito, que impulsa proyectos jóvenes con impacto social y económico.

«Lo más valioso de esta etapa fue aprender a comunicar, a desarrollar habilidades blandas que no se aprenden en las aulas y que son muy necesarias», dice Hermida que celebra que el primer espectáculo de la empresa verá la luz a finales de este año. Lo hará en Lugo como parte de los actos del 25º aniversario de la declaración de la muralla como Patrimonio de la Humanidad, poniendo la tecnología al servicio de la cultura.

Sin embargo, de esa experiencia se llevó algo igual de importante, un compañero que le habló de la posibilidad de trabajar en el corazón de la física mundial, en la Organización Europea para la Investigación Nuclear, el CERN, en Suiza. Un salto cuántico de catorce meses.

El interior del CERN

Lucas aplicó a una convocatoria que recibió más de 10.000 solicitudes para apenas 200 plazas. «El proceso fue duro, primero con una entrevista grabada en inglés donde lo que importaba no era cuanto sabías sino como razonabas y resolvías problemas», cuenta.

Fue la primera de varias fases en las que una tras otra vez «creía que no pasaría a la siguiente». Hasta que llegó un correo electrónico. Le comunicaban que se incorporaría a un proyecto si estaba interesado. Lo estaba. Hizo las maletas y formó parte del equipo encargado de la actualización del Gran Colisionador de Hadrones. Su papel era «gestionar materiales y contratos para la fabricación de colimadores, unos dispositivos que protegen los imanes superconductores del acelerador operando temperaturas cercanas al cero absoluto».

Al margen de su labor profesional, descubrió que el centro «funcionan casi como un pueblo en sí mismo porque somos muchos trabajadores internacionales. Había equipos de juegos de mesas, equipos deportivos, charlas, ponencias...Es un lugar en el que es imposible sentirse solo a pesar de estar a kilómetros de casa, porque sabes que hay alguien para ti», asegura.

Entre las posibilidades que ofrecía una de ellas era la de formarse como guía de visitantes de las instalaciones, algo que le interesó y le permitió conocer de cerca todos los experimentos y espacios del centro: «el detector ATLAS es de lo más impresionante porque es donde se descubrió el Bosón de Higgs, pero tal vez la fábrica de antimateria sea uno de los lugares más fascinantes porque mientras que en todo el acelerador de partículas quieres más velocidad ahí se desaceleran para estudiarlas», cuenta el ingeniero que en términos pop califica la experiencia como «completar la pokédex científica».

Doscientos metros bajo tierra

Pero estando todavía en el CERN un anuncio en Linkedin llamó su atención, buscaban ingenieros para un proyecto en fase de desarrollo en Países Bajos y aplicó con éxito. El proyecto detrás del anuncio es del Telescopio Einstein, un instrumento que pretende llevar la detección de ondas gravitacionales, las minúsculas deformaciones del espacio tiempos predichas por Einstein, a un nuevo nivel, y allí estará Lucas.

«Mi función va a ser hacer el puzzle. Coordinar que los distintos subsistemas diseñados por equipos internacionales, como detectores, criogenia o sensores, funcionen como un solo organismo», expone Hermida, que para los menos dichos en la materia explica que el telescopio «será una instalación monumental ubicada a 200 metros bajo tierra para evitar vibraciones, porque su sensibilidad será tal que podrá detectar una vibración de una diezmilésima del tamaño de un protón». Una cifra que cuesta imaginar pero que «servirá para estudiar eventos como la fusión de agujeros negros explosiones de supernovas» o incluso los ecos del Big Bang.

El proyecto aún está en fase de diseño, pero el contrato de Lucas ya es seguro. En noviembre empezará una nueva aventura que se prolongará cuatro años, «es un contrato de entrada, pero con mucho futuro», afirma con ilusión y con una única queja. Aunque se adapta con humor a casi todo, como gallego hay algo que no cree que superen otras potencias europeas: la gastronomía. «Creo que voy a sobrevivir a base de cocinar espaguetis, porque de la universidad se sale, pero de las dietas universitarias...», bromea este ourensano que lanza un mensaje para aquellos que quieren luchar por una oportunidad y no se atreven: «es mucho peor el no que se impone uno mismo al no intentarlo que él no que se pueda recibir una vez que has probado». Ese intento puede marcar la diferencia.

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