Ansias de cambio tras años de incendios en bucle: «O regeneramos o seremos un desierto»
Una acción multitudinaria de voluntariado para proteger el monte arrasado en Cualedro, frenar la erosión y evitar la contaminación del agua invita a repensar el modelo forestal: «La falta de actividad y vida en el rural lleva al abandono; de ahí viene el fuego»

Jóvenes y mayores, vecinos y voluntarios de varias partes de Galicia, trabajaron juntos este domingo en Cualedro para ayudar en el monte. / IÑAKI OSORIO

Las xestas, que sigan detenidas en la misma dirección en la que corría el viento cuando acabaron consumidas por el incendio, son un fotograma fijo de la devastación, un recordatorio de lo que ocurrió. También el símbolo de la lucha decidida de los vecinos contra el fuego. Un arbusto que prolifera en el rural en abandono y alimenta las llamas, pero también una herramienta, el batelumes que salva aldeas. En Cualedro, el fuego devoró en agosto casi 8.000 hectáreas, el 80% de la superficie. El esfuerzo de los vecinos y de los retornados que pasaban las vacaciones evitó el grado de destrucción de otros lugares de la provincia de Ourense, donde la oleada que arrasó más de 105.000 hectáreas calcinó también numerosas casas, vehículos, fincas, naves y otros bienes.
En Cualedro ardieron un coche, una granja de gallinas y una vivienda, y el balance no fue mayor gracias al sacrificio y al sudor de los vecinos, desde adolescentes a octogenarios, que corrían de pueblo en pueblo para frenar con medios domésticos llamaradas gigantescas. El sentimiento de comunidad que aplacó el nivel de destrucción —con todo, inmenso— sigue presente. Más de 180 personas, de 10 a 70 años, entre vecinos y voluntarios de distintas partes de Galicia, cooperaron este domingo para que los estragos en el medio no se agraven con la erosión, ni se contaminen los manantiales cuando lleguen las lluvias fuertes, un elemento que por ahora, a 20 grados a mediodía a día 12 de octubre, parece una quimera en una de las zonas más cálidas y secas de Galicia.

Un grupo de voluntarios trabajando ayer en un monte de Cualedro para evitar arrastres de ceniza a la captación de agua. / IÑAKI OSORIO
En lugares arrasados por el fuego como A Fraga y A Rexadiña, cerca de captaciones de agua para el consumo del núcleo principal de Cualedro, los residentes, allegados y colaboradores que se desplazaron desde localidades de la zona y sitios más alejados como Ourense, Baiona, Pontevedra, Illa de Arousa, Santiago, Vigo e incluso Madrid y Ciudad Rodrigo, esparcieron semillas —una parte de avena, seis de cereal— y paja, para crear un colchón natural en el entorno calcinado, con el propósito de evitar que las escorrentías agraven la destrucción del suelo y contaminen el agua de la traída. La peña celtista A Mao Negra, la asociación de mujeres rurales As Trabes, el Concello y la comunidad de montes de Cualedro impulsaron esta iniciativa de voluntariado, que tiene un objetivo ambiental, pero también de concienciación social: «Queremos dar a conocer el valor de la tierra y la importancia de cuidar nuestro entorno, y mostrar qué pasa cuando se abandonan los territorios», expresa Josefa de León, integrante de la comunidad de montes. Los terrenos comunales, de 160 hectáreas, están arrasados.
El fuego en zonas de Ourense como Cualedro es un mal crónico, un peligro recurrente. El incendio, aquí, siempre vuelve. «Duele sobre todo por lo repetitivo que es. Pasó en 2015, en 2020 y en 2025. Arde sobre quemado, pero como el de este verano, ninguno», dice un vecino de la zona de 34 años, que prefiere el anonimato.
«Esta es una zona muy afectada. Llevamos con este problema desde que tengo uso de razón. El ecosistema se encuentra ya muy degradado», lamenta Josefa. Tras incendios recurrentes, y después del episodio sin precedentes de agosto, el más severo que se recuerda en la zona, «debería servir para cambiar el modelo», añade.
«Ahora lo urgente es para la erosión, pero después, a futuro, hay que regenerar. Si no regeneramos los ecosistemas, esto será un desierto. Somos una de las zonas más erosionadas de la Península, con suelo de granito prácticamente degragado. Es necesaria una adaptación a futuro, con los llamados tecnosoles, suelos a la carta, para regenerar las zonas afectadas», explica desde el conocimiento. Universidades y centros tecnológicos han impulsado proyectos que apuntan al aprovechamiento de la materia orgánica procedente de residuos agroganaderos para enriquecer el suelo y dar sustento a la vegetación.

Niños como Mauro y Tiago colaboraron en la jornada de voluntariado de este domingo en Cualedro. / IÑAKI OSORIO
El entorno que rodea la casa de Sonia Rodríguez es un manto negro tras el fuego. El factor emocional, las raíces, la empujan a no quedarse quieta, a no resignarse. «Vivo aquí, quiero quedarme aquí y que esto mejore», subraya. Para evitar una catástrofe como la del pasado agosto urgen varias medidas, apunta. «Hay que contratar más brigadas, deben trabajar todo el año. Y hace falta pastoreo para que no pase esto», dice desde una loma que es tierra quemada. «Queremos vivir en el rural, pero no nos lo ponen fácil», completa.
El vigués Diego Piñeiro reside desde hace tres años en Vilar de Lebres, en el cercano municipio de Trasmiras. Llamaradas de 15 metros, recuerda su pareja Carine, llegaron a la puerta de casa. «Emocionalmente, cuando estás dentro del incendio, es como que algo te sostiene, no sientes dolor», relata ella. «Pero cuando todo se calma, ahí sí, llega la hostia». «Esto no se acabó con el paso del fuego», reflexiona Diego. «La reforestación de la masa forestal es importante, y también que se tomen las medidas necesarias, que haya soluciones, estableciendo un sistema de prevención y con un plan forestal de economía circular para que la gente joven que venga al pueblo tenga una salida trabajando en el campo», destaca.

Esqueletos de la vegetación tras el incendio y trabajos para evitar la erosión. / IÑAKI OSORIO
El megaincendio que corrió por sierra y valle, por Oímbra, Monterrei, Cualedro, Trasmiras y Xinzo, devoró casi 24.000 hectáreas en conjunto, según datos de la Xunta. Ardió monte bajo, especies invasoras y también autóctonas. En Cualedro se ha perdido la cosecha de castañas, nueces y almendras, complemento de la despensa y de la economía doméstica. Las llamas arrasaron prados, paca de hierba, incluso silos. «Ardieron incluso castaños centenarios, de los que hacen falta cuatro personas para abrazarlos», ilustra Eva Nájera, una de las organizadoras de la jornada de voluntariado de ayer. «Venimos a luchar y trabajar, para sobrevivir», afirma. «Si no podemos cambiar el sistema y el mundo, por lo menos sí queremos cambiar nuestro entorno», añade.
«No se puede cargar la responsabilidad sobre los vecinos cuando el territorio está abandonado», enlaza Josefa de León. Calor extremo y semanas de sequía, la gran carga de combustible vegetal por las lluvias copiosas de los meses previos, y sobre todo factores estructurales como el envejecimiento, el abandono y el retroceso de la agricultura y la ganadería —es decir, la pérdida del llamado paisaje de mosaico, que actúa de barrera natural contra el fuego—, generaron la tormenta perfecta de agosto. «La falta de actividad y vida en el rural es lo que nos lleva al abandono, y de ahí vienen los incendios», resalta Josefa de León. «Tengo la certeza de que un territorio habitado y bien gestionado no arde».

El sentimiento de comunidad que se fortaleció tras la ayuda de aldea en aldea en el incendio sigue vivo en Cualedro. / IÑAKI OSORIO
«Desde personas de 16 a 80 años salimos a defender las aldeas; hubo una gran unión»
En la desgracia se fortaleció el sentimiento de comunidad. El 15 de agosto, en las fiestas de la Asunción en Cualedro, en la parte central del verano, el pueblo acoge al mayor número de habitantes del año, debido al regreso de las distintas generaciones que emigraron a otras partes de España, como País Vasco y Cataluña, y a otros países como Venezuela. «Desde niños de 16 años a mayores de 80 salimos todos en masa a defender las casas, de aldea en aldea», recuerda Josefa de León. «Surgió un gran movimiento de unión», valora. Jornadas de trabajo en común y convivencia como las de ayer afianzan esos lazos: «Queremos mantener este vínculo. Nos unió frente a la amenaza común del fuego».
Suscríbete para seguir leyendo
- Jardines verticales y corredores arbolados, para el primer refugio climático de Ourense
- La rehabilitación de la A-52 en un tramo de 38 kilómetros en el sureste de Ourense pretende ampliar su vida útil
- El convenio de hostelería prohíbe más de 9 horas de trabajo al día y fija 12 de descanso
- Un guardia civil de Ourense admite que falsificó una denuncia y acepta un año de suspensión
- Desaparecida una septuagenaria con alzhéimer en Avión
- Dos heridos y nueve vehículos implicados en dos accidentes con 30 minutos de diferencia en la A-52 a las puertas de Ourense
- Dos evacuados, uno de ellos en helicóptero, tras volcar su coche en A Merca
- Detenido por la presunta violación en Ourense de su sobrina menor, a la que dejó embarazada