Voluntarios palían el daño en el monte tras el fuego arrasador: «Es nuestro grano de arena»
Acciones que movilizan este fin de semana de forma altruista a cientos de personas en Manzaneda, Chandrexa, Valdeorras, Beade y Cualedro mitigan la erosión del suelo y la posible contaminación del agua, además de aportar alimento a la fauna
«Cuando estás aquí sientes que aportas. Cuantos más seamos, más sumamos»
«Hay zonas con terreno totalmente inerte y una afectación profunda; la recuperación tardará»

Un grupo de voluntarios, este sábado en Casaio, Carballeda de Valdeorras. / FdV

El monstruo de fuego que recorrió el Macizo Central de Ourense en agosto —ardieron más de 26.000 hectáreas en los megaincendios de Chandrexa, Vilariño y Maceda, que se extendieron a otros concellos— devoró la sierra y abrió enormes cicatrices hasta en los lugares más húmedos, como en el entorno del Rego da Mourela, en Manzaneda. Las llamas calcinaron monte bajo, pinares y especies autóctonas —castaños, carballos y salgueiros— en la proximidad del regato. Casi dos meses después, el suelo parece polvo de talco en algunos puntos. En otros, han surgido helechos de hasta 30 centímetros, rebrotes de algunos árboles, hierbajos y toxos y carqueixas incipientes, que sobresalen entre un manto de ceniza. En Valdeorras, la comarca que sufrió el mayor incendio de Galicia desde que existen registros —casi 32.000 hectáreas—, un frente posterior afectó a más de 5.000 en Casaio, en parajes naturales de un gran valor ambiental, como Pena Trevinca. A más de 1.400 metros de altitud el entorno impacta dos veces: por la belleza de la orografía y por el alcance del daño que ocasionó el fuego.
Tras la oleada de incendios que arrasaron más de 105.000 hectáreas en agosto en la provincia de Ourense —además de decenas de casas y construcciones, vehículos, naves, fincas y otros bienes—, el objetivo ahora es minimizar el daño ambiental. Para evitar que el arrastre de cenizas, tierra y restos de combustible vegetal calcinado lleguen a los acuíferos, y para que la erosión del suelo no se agrave y se pierda el soporte orgánico, se han puesto en marcha trabajos de ‘mulching’, una técnica que consiste en el esparcimiento de paja de cereales —trigo, cebada o centeno— en zonas de pendiente, para crear una cubierta protectora del suelo, un colchón natural que mitiga el arrastre de las lluvias intensas cuando lleguen. En lugares próximos a cursos fluviales, las fajinas, barreras creadas con ramas, piedras y materiales similares, reducen la velocidad de paso de la escorrentía para proteger los cauces. Depositando la propia paja más cereal en grano o piedras de sal, la fauna afectada por la pérdida de sustento tendrá alimento.
En estas tareas colaboran, desde este fin de semana, cientos de voluntarios de varias provincias, movidos por el altruismo. Hay acciones en Manzaneda, Chandrexa de Queixa, Valdeorras —en A Veiga y Carballeda—, Beade y Cualedro. En este último municipio se espera, este domingo, la participación de más de 175 voluntarios, entre vecinos, allegados y colaboradores de distintos puntos de Galicia. Se distribuirán en una docena de grupos. La Xunta, la Confederación Hidrográfica del Miño-Sil, los concellos y otras entidades, como comunidades de montes, asociaciones vecinales y peñas de fútbol, cooperan también. La Consellería de Medio Ambiente financia los gastos de manutención y alojamiento, así como la contratación de monitores y del material. El plan de voluntariado diseñado por la Xunta movilizará a unas 700 personas en 12 concellos de la provincia de Ourense. Se realizarán 28 actuaciones hasta noviembre.

Voluntarios en Manzaneda, este sábado. / BRAIS LORENZO
«Es de agradecer la labor de estas personas, que podían estar en su casa o haciendo otras cosas, pero vienen a colaborar», valora Amable Fernández, alcalde de Manzaneda. Más de medio centenar de voluntarios —la mayoría, trabajadores de Abanca— participaron este sábado en trabajos paliativos en el concello, en una extensión de media hectárea. Entre los árboles que sucumbieron al incendio había castaños centenarios. «Pese a la escasa agua que ha caído ya han surgido helechos, silvas y rebollos. La tierra es agradecida y la naturaleza intenta sobrevivir. Poco a poco», reflexiona el regidor.
«Cuando ves el entorno te das cuenta de la magnitud de lo que ha pasado pero también se empiezan a ver brotes verdes. La desgracia ya no se puede evitar y debemos centrarnos en mirar hacia adelante para recuperar zonas de tanto valor. Era urgente ayudar a evitar la contaminación de los acuíferos, un tesoro tan relevante como el agua, primero para las personas, pero también para el ganado y para la fauna», subraya Rubén Saavedra, director territorial de Abanca en Ourense. El voluntariado forma parte del plan de acción del banco y de Afundación, su obra social, para colaborar tras los incendios. La entidad donó un millón de euros para las zonas afectadas y tiene líneas de ayudas a los damnificados por importe de 150 millones.
«Queremos aportar nuestro grano de arena para paliar lo que pasó y, en un futuro, intentar evitar que vuelva a ocurrir», dice Saavedra. «Cuando estás aquí sientes que aportas algo. Cuantos más seamos, más sumamos y antes se recuperará esto. Es un orgullo poder hacer algo por la gente, la sociedad y la provincia», añade.
«La iniciativa de voluntariado en la recuperación ambiental supone una contribución importante sobre todo en entornos sensibles como en el que nos encontramos», destacaba este sábado, sobre el terreno, Jesús Combarro, director de Abanca Agro, natural de Terra Chá, en Lugo. «Tengo una vinculación personal y emocional con el rural. Todas las iniciativas en las que pueda colaborar, en el ámbito de la entidad y también a nivel personal desde la figura del voluntariado, me motivan y reconfortan».

Dos voluntarios cargan paja en peso para esparcirla en un monte calcinado de Manzaneda. / BRAIS LORENZO
El objetivo del ‘mulching’ es que la paja esparcida sobre el terreno genere un «acolchamiento para el control de la erosión, e intentar retener el suelo con las escorrentías. Es un obstáculo de la naturaleza, para que la tierra y cenizas no lleguen al río y generen un problema», incide la ingeniera forestal Fátima Fernández, desde Manzaneda. «En esta zona, el fuego tuvo mucha intensidad y el suelo está bastante dañado y suelto. La estructura se quemó; es como harina o polvo de talco», describe. Frenar la erosión es clave para que el daño no se agrave, porque la pérdida total de suelo es irreversible hasta dentro de miles de años.
La Consellería de Medio Rural prevé aplicar la técnica del ‘mulching’ en 200 hectáreas. Un helicóptero de O Barco y brigadas terrestres actúan, sobre todo, en la comarca de Valdeorras, la más expuesta a la posible erosión, tras sufrir el incendio forestal de mayor extensión y debido a la orografía, de altitudes y laderas pendientes.
Las fajinas o barreras naturales, otra de las acciones que llevan a cabo los voluntarios este fin de semana en varias zonas, aprovechan el material natural de la superficie quemada, como piedras, ramas y arbustos, para crear pequeños muros de retención, con el fin de reducir la velocidad de avance del agua cuando llueva con intensidad. Estas estructuras deben disponerse haciendo curvas de nivel, solapadas a lo largo de la ladera. La presencia de técnicos como Fátima sobre el terreno enseña cómo intervenir y facilita que la tarea de los voluntarios se desarrolle con seguridad en el entorno forestal.

El 'mulching' protege el suelo de la posible erosión y el arrastre de ceniza a los ríos y manantiales. / BRAIS LORENZO
Casi una veintena de voluntarios trabaja en Beade. Casi 3.300 hectáreas ardieron entre este municipio y Carballeda de Avia, a mediados de agosto. Desde la asociación ambiental Ridimoas, un espacio de biodiversidad que también resultó afectado por el fuego, colaboran con los visitantes para el traslado de las pacas de paja. «Estas iniciativas son estupendas y muy necesarias, para evitar que con las lluvias se contaminen manantiales», agradece Fernando Taboada, el alcalde de Beade.
«Este tipo de actuaciones son un paso muy necesario, y quizá fruto de la presión de la gente, que había reclamado actuaciones», opina Pedro Domínguez, guía de montaña y responsable del centro de actividades en la naturaleza Eco dos Teixos, un albergue de Casaio (Carballeda de Valdeorras). El fuego de la segunda mitad de agosto, que se adentró desde León, alcanzó parajes de Pena Trevinca e hizo temer por el Teixadal, un bosque milenario de tejos único en Europa.
Nueve personas de Casaio y seis voluntarios de zonas de Galicia como Forcarei o A Coruña se sumaron este sábado al voluntariado. Esparcieron 90 balas de paja de 25 kilos, depositadas previamente con medios aéreos y que los voluntarios distribuyeron a mano, en peso. Otro grupo se desplazó a la zona de A Lagoa da Serpe, un antiguo glaciar de Pena Trevinca donde el fuego también causó daños. «Para gente de otras zonas estar a esta altitud, con este paisaje, ya impresiona. Ver todo lo que se ha quemado es una imagen dura», dice Pedro sobre los voluntarios.

Trabajos en el paraje natural de Pena Trevinca, en alta montaña, este sábado. / FDV
«El ánimo general de la aldea está bajo porque lo que nos ardió es una zona muy importante y de muchas hectáreas, con afectación incluso en bosques muy antiguos, en espacios de Red Natura y en Zona de Especial Protección de Aves. En Casaio se siente ese pesar», afirma el guía. Las escasas lluvias que han caído en esta montaña oriental de Galicia en el último mes y medio no han permitido apenas rebrotes. «Hay zonas con terreno muy calcinado y totalmente inerte, algunas con afectación muy profunda, donde la ceniza es marrón, lo que indica la profundidad del daño. Ahí va a tardar la recuperación», asume este montañero.
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