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El Campo da Feira despide la campaña de uva foránea con sabor Ribera del Duero

Con más de 40 años de presencia en la ciudad, la familia Donado lamenta la caída de la producción casera de vino para autoconsumo y la falta de relevo generacional en las viñas

El puesto de los Hermanos Donado es un clásico de la temporada de vendimia en el Campo da Feira. |  Iñaki Osorio

El puesto de los Hermanos Donado es un clásico de la temporada de vendimia en el Campo da Feira. | Iñaki Osorio

REDACCIÓN

Lucila González

El Campo da Feira de Ourense vuelve cada septiembre a acoger uno de los rituales tradicionales de estas fechas: la venta de uva foránea, que permite a muchos pequeños productores de la provincia reforzar su cosecha local con variedades de mayor grado alcohólico y mayor resistencia a la acidez. Entre los puestos más reconocibles se encuentra el de Hermanos Donado, familia zamorana con más de 40 años de trayectoria que cada temporada instala su base de operaciones en la ciudad.

Jose Maria, mostrando parte de las uvas de la Ribera del Duero zamorana. |  Iñaki Osorio

Jose Maria, mostrando parte de las uvas de la Ribera del Duero zamorana. | Iñaki Osorio

Este año, el puesto ha cerrado campaña con un total de 17 camiones, cada uno con 24 toneladas de uva, procedente en su mayoría de la zona zamorana de la Ribera del Duero. La familia Donado, integrada por el patriarca de la saga, Constantino y sus hijos José María y Manuel ha repartido los puntos de venta entre el Campo da Feira y el Polígono de San Cibrao das Viñas, dando cobertura a una clientela fiel que se mantiene desde hace décadas.

Mezclar para mejorar

Las variedades comercializadas incluyen Mencía, Tempranillo, Garnacha, Macabeo y Verdejo, con precios por kilo de 80 céntimos en el caso de las tintas y 75 para las blancas. Según explican desde el propio puesto, este tipo de uva se compra principalmente para mezclar con la autóctona gallega, que suele presentar menor graduación. «La uva de aquí sola no aguanta bien hasta mayo. Si no se refuerza, puede volverse vinagre. Por eso, muchos vecinos traen su propia cosecha y la combinan con la nuestra para estabilizarla»,, explica Constantino, el patriarca de la familia y de un negocio que ya pasó de generación porque él ahora viaja «más para pasear que por nada».

La mayoría de los compradores son particulares, y en ningún caso bodegas o grandes productores. Compran para elaborar vino casero y de autoconsumo. Algunos apenas tienen 200 kilos y añaden otros tantos para cuadrar el mosto y asegurar un vino de 12 grados, según relatan los Donado.

La uva se vende a lo largo de unos 15 a 20 días, con una media de llegada entre el 5 y el 25 de septiembre. La clientela procede de prácticamente toda la provincia de Ourense y parte del sur de Lugo y Pontevedra, con especial incidencia en zonas como Cortegada, Cartelle, Leiro, Ribadavia, Carballiño, Coles, Barbadas, A Cañiza o Lobios. Esta última es, de hecho, una de las zonas más tardías en vendimia, por lo que sus compradores suelen llegar en los últimos días de campaña.

«Tenemos ya una guía hecha con nombres y pueblos. Muchos repiten cada año desde hace décadas. Ya sabemos quién viene y de dónde», indican desde el puesto principal a donde se acercan los compradores habituales.

A pesar del volumen de camiones —más de 400 toneladas este año—, el balance de campaña no ha sido positivo. «Fue un año malo, se ha vendido menos que otras veces», dice Jose María y avala su padre, que hace memoria de los inicios en el oficio para apuntar que «nada tiene que ver con lo que era aquello. Era trasiego y ahora la mitad de las jornadas son observar y esperar», lamenta.

Una de las causas es la desaparición progresiva de la clientela tradicional. «La mayoría de nuestros compradores son personas mayores. Cada año falta alguno, y los hijos ya no siguen con la tradición. La gente joven no quiere hacer vino. Prefieren comprarlo hecho», observa el patriarca, aunque reconoce que «en algunas ocasiones los jóvenes acompañan a sus padres o abuelos a recoger la uva, pero son los menos», insiste subrayando que «las nuevas generaciones ya no muestran interés porque permanezca esta actividad en el futuro».

Otro cambio que destacan desde Hermanos Donado es el incremento de la burocracia y las exigencias legales. «Ahora hay que presentar mucha más documentación, hacer guías, y todo es más complicado. Antes venías, vendías y punto. Ahora te vuelven loco», dicen apuntando que es una situación que se da también en las vendimias por lo que «cada vez es mas difícil que la gente quiera trabajar en esto».

A la falta de interés y relevo suman como problemática la evolución del mercado y del urbanismo local. «Nosotros empezamos vendiendo en Mariñamansa, en una explanada de tierra a la que se acercaba todo el mundo y que ahora está totalmente edificada. Todo cambia y este oficio también», sentencian.

En los últimos días de la presente campaña le quedaban todavíua unos 5.000 kilos, que esperan vender para regresar a casa. En caso de no agotar el producto, José María Donado ya tenia plan alternativo: «Me lo llevo para León y hago vino allí, desperdiciar no se va a desperdiciar, que es uva de calidad».

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