«Nuestro padre no tuvo la oportunidad de que pudieran salvarle la vida»
La familia de un paciente que murió de un infarto a las dos horas de que le diagnosticaran una gastroenteritis logra una sentencia firme 7 años después
«Nada nos lo va a devolver, pero al menos sentimos que finalmente se supo la verdad y se le hizo un mínimo de justicia»

Pilar y Manuela, hijas de Manuel Alonso, muestran una foto de su padre, fallecido tras un mal diagnóstico / Xoán Álvarez

La medianoche del 4 al 5 de febrero de 2018, Manuel Alonso Fernández acudió a las Urgencias del hospital de Verín porque no hallaba mejoría tras haber pasado un día encontrándose mal. El 3 de febrero acudió a una comida familiar y por la noche, después de la cena, comenzó con un ligero malestar en el estómago. Vomitó y pasó la noche sin incidencias. La mañana siguiente, el señor comenzó con descomposición, que más tarde se calmaría. Pero persistía una molestia en la zona superior del estómago, un síntoma acompañado de cansancio y falta de apetito.
El sexagenario fue atendido en el PAC de Verín, donde refirió que tenía molestias por encima del estómago, un dolor que se irradiaba por todo el pecho. Mostraba una hipersudoración. Fue explorado por un médico que le diagnosticó una gastroenteritis vírica. Le prescribió un protector de estómago y un fármaco contra las náuseas. De regreso a su domicilio, el paciente continuó con el mismo dolor. A la 1:21 de la madrugada, avisaron a Urgencias. Acudieron una médica y una enfermera. Las sanitarias encontraron al hombre en estado inconsciente, cianótico y sin pulso. Hicieron maniobras de reanimación durante más de 40 minutos, pero no tuvieron éxito. El paciente falleció a las 2:15 —dos horas después de estar en el PAC— por parada cardiorrespiratoria. Manuel Alonso tenía 65 años. La sentencia del Tribunal Superior de Xustiza de Galicia (TSXG) que condena al Sergas a indemnizar a la viuda y a las dos hijas ya es firme. El despacho Eugenio Moure Abogados ha representado a la familia. Los seres queridos de Manuel cuentan su historia a FARO DE VIGO, mediante un cuestionario que responde Pilar, una de las hijas. Manuela, la otra, también se une al encuentro.
–Siete años después, el caso se cierra a su favor con una sentencia que ya es firme. ¿Cómo es el sentimiento de la familia tras todo el proceso, alcanzado el final?
–La sensación es muy agridulce, porque la pérdida ocurrió de manera inesperada e injusta. Nuestro padre no tuvo la oportunidad de que pudieran salvarle la vida. Nos sentimos agradecidos de que por fin se sepa que se hicieron las cosas mal, pero tristes porque nada le va a devolver la vida a nuestro padre. Conformes con que se haya hecho un mínimo de justicia pero con bastante decepción por la manera en que se desarrolló todo el proceso y por todo lo que tuvimos que sufrir hasta llegar aquí.
El primer juicio en el 2022 nos hizo sentir totalmente desamparados, desprotegidos, con el médico mintiendo delante de nuestra madre, diciendo que no había hecho los electrocardiogramas. Ella estuvo presente en toda la exploración. ¿Cómo el médico no vio nada en los ‘electros’? Lo repetía todo el tiempo los días siguientes a la muerte de nuestro padre. Sabíamos la verdad y la impotencia de que no nos escucharan estuvo presente todos estos años. Tampoco nos sentimos amparados y defendidos por los primeros abogados que llevaron el caso. Al salir del primer juicio sentíamos que nos fallaba todo el sistema, que la justicia no existía, que se nos denegaron pruebas que eran fundamentales para esclarecer el caso: la declaración de nuestra madre, la declaración de la enfermera que había visto los electrocardiogramas, no nos facilitaron el registro de los electrocardiogramas, la historia clínica de nuestra padre aparecía con varias versiones pero no las facilitaron todas, etcétera. Al mismo tiempo que por otro lado se permitió que el médico presentara hasta tres informes elaborados por él mismo en los que mentía y protegía su actuación. Hasta pudo declarar en el juicio para reafirmarse en su mentira. Después decidimos recurrir sobre todo por no quedarnos con la sensación de que no habíamos luchado lo suficiente por la verdad. Esa fue siempre nuestra lucha, que se supiera la verdad, por nuestro padre, porque era muy buena persona, un muy buen padre, hermano, abuelo y amigo. No se merecía lo que le pasó.

Las hijas de Manuel, junto a Rosalía Guillén, abogada del despacho Eugenio Moure Abogados, el bufete que ha ganado este caso ante el TSXG / Marta G. Brea
Entonces hablamos con el bufete de abogados de Eugenio Moure, al que queremos agradecerle mucho el trabajo realizado. Cuando le expusimos el caso, fue claro desde el principio. Era difícil conseguir algo porque no podía presentar pruebas nuevas, su objetivo era que aceptaran la declaración de la enfermera que atendió a nuestro padre aquella noche en casa. Finalmente el tribunal aceptó que declarara y ella dijo la verdad, solo eso, la verdad, y quedó demostrado lo que todos sabíamos.
No hay palabras suficientes para poder agradecerle lo buena profesional y buena persona que es. Fue muy valiente declarando lo que había vivido esa noche. Simplemente contó la verdad, y repito mucho la palabra «verdad», porque nos dolió profundamente que un médico pueda mentir tan fácilmente, que pueda hacer hasta tres informes tergiversados y contando mentiras, y que además pueda declarar en la vista oral del juicio y que a nuestra madre, que era la única testigo viva de la actuación, no la dejaran declarar para contar la verdad. Fue muy duro. El procedimiento contecioso-administrativo en sí no protege a la persona administrada que sufre el daño.
Sí, en el primer juicio, ese médico reconoce que cometió un error y que no vio lo que le estaba pasando a nuestro padre en los electrocardiogramas, es un error con una terrible consecuencia, pero podríamos llegar a asumir lo que ocurrió de otra forma. Pero que, por no admitir un error profesional, declarara en el juicio que no hizo ningún electrocardiograma, para nosotros es mucho más grave, porque está mintiendo sobre su actuación esa noche delante de nuestra madre, que estaba presente y que vivió lo que ocurrió en primera persona.
–¿Qué fue lo que más les molestó y dolió por parte del Sergas desde que iniciaron la reclamación ya en vía administrativa?
–Lo que más molesta es que, a pesar de que acabas de sufrir una pérdida sentimental tremenda, te traten como si fueras una persona que lo único que quiere es aprovechar la situación para obtener beneficios económicos. Dan por sentado que lo que tú cuentas es una historia inventada, y por supuesto le dan plena credibilidad a todos los documentos que redacta el médico, a pesar de que, como en este caso, se demuestre finalmente que eran mentira.
Desde el Sergas en ningún momento se preocupan por buscar la verdad y llegar al fondo del asunto. Lo normal es que se hubieran preguntado dónde estaban los electrocardiogramas que alguien hizo desaparecer, por qué un médico que realiza una atención sanitaria en Urgencias redacta un informe con 14 palabras, en el que no se explica nada, no aparece la sintomatología completa que le indicó nuestro padre sobre el dolor que le irradiaba al pecho, no consta la exploración física que se le hizo, ni el resultado de las pruebas que se le practicaron: saturación de oxígeno en sangre, electrocardiogramas, etcétera. Después de atender a nuestro padre, el médico hizo un informe dando el mínimo de datos posibles y centrado única y exclusivamente en sustentar su diagnóstico de gastroenteritis vírica, que era totalmente equivocado, pero eso al Sergas le da igual.
Como administración que tiene la función de proteger la salud de las personas, deberían preocuparse de estas malas actuaciones de una persona que está a su servicio, pero no es así, actuó totalmente protegiéndolo y a la defensiva contra nosotros sin contrarrestar nada de lo que contamos.

Manuel Alonso. / Cedida
Otra cosa que nos chocó mucho fue que se supone que todas las pruebas que te hacen cuando vas a Urgencias quedan registradas en tu histórica clínica, pero esto no es así, dado que, cuando desde el juzgado pedimos el registro del aparato de cardiogramas para localizar la realización de los ‘electros’, contestaron que el aparato que tenían en el PAC no guardaba los registros del año 2018. Dejaron a nuestra parte sin una prueba fundamental para el caso, como si no pasara nada. Nosotros nos quedamos sin un motón de pruebas, pero el Sergas tiene varios informes del propio médico que realizó la mala actuación sanitaria y tiene a su disposición servicios jurídicos ilimitados y pagados por todos. El Sergas, que custodia la historia clínica de todos los pacientes, no le facilitó al juzgado la histórica clínica completa de nuestro padre. Hay informes de los que sabemos que existen dos versiones, pero ellos solo enviaron una versión.
También nos llama mucho la atención que no tengan control de por qué el doctor que atendió a nuestro padre en Urgencias entró en su historia clínica siete meses después. No sabemos para qué, nin con qué intención. Un cúmulo de despropósitos que lo único que hicieron fue poner trabas a nuestro intento de que se supiera la verdad y se asumieran las responsabilidades correspondientes.
En el procedimiento contencioso-administrativo la responsabilidad recae sobre la administración, no sobre el facultativo que hizo una mala actuación sanitaria, para el que no va a haber consecuencias de ningún tipo. Además, esta persona va a poder participar en el procedimiento como testigo y elaborar los informes que quiera a su favor, que serán tenidos en cuenta por el juzgado como prueba independiente con total veracidad, aunque la realidad es que cuentan solo la versión de la parte que se supone que tiene la culpa.
«Estamos totalmente convencidas de que con un adecuado diagnóstico habría sobrevivido»
–¿Consideran que con un adecuado diagnóstico su familiar habría sobrevivido?
–Estamos totalmente convencidas de que sí. Nunca podremos comprobarlo pero, tal y como se dieron las cosas, sí, porque nuestro padre era una persona muy vital y dinámica que acababa de sacar el carné de conducir para poder viajar mas. No tenía ninguna dolencia grave que le impidiera seguir aquí con nosotros, por lo que consideramos que tendría un porcentaje muy alto de probabilidad de estar vivo hoy, disfrutando de su jubilación y de mi hijo pequeño, que va a cumplir tres años, al que ya no tuvo la oportunidad de conocer. Como tuvimos tantos años para informarnos, descubrimos que hay publicaciones de la Sociedad Española de Cardiología que indican que la mortalidad de los pacientes que son correctamente tratados al sufrir un infarto como el de nuestro padre desciende al 6,8 %. Por lo tanto, el porcentaje de supervivencia es del 93,2%.
«Era una persona muy vital y dinámica; no tenía ninguna dolencia grave que le impidiera seguir aquí con nosotros»
–En la consulta en el PAC, ¿llegó él o llegaron ustedes a manifestar al médico que aquellos signos que presentaba el señor les hacían sospechar de algo cardíaco?
–Sí, nuestro padre le explicó que el dolor no era un dolor de estómago, irradiaba todo el pecho. Nuestra madre insistió varias veces en que lo mirara bien del corazón, porque nuestro abuelo paterno falleció de un infarto y nuestra abuela paterna también tuvo una dolencia cardíaca. Pero la respuesta del doctor fue que no era eso que ellos estaban pensando. Entonces le hizo los electrocardiogramas, fue cuando no le se le pegaban las ventosas por la sudoración. Esa sudoración ya debería hacerlo sospechar, pero ni así, y le pidió a nuestra madre que le sujetara las ventosas para hacer otro más. Podía haber pedido alguna prueba más, por lo que nosotros sabemos después de preguntar e investigar durante todos estos años, para poder descartar realmente la dolencia cardíaca. Pruebas sencillas que habrían detectado que nuestro padre estaba sufriendo un infarto. No había pacientes en Urgencias ese día, no estaban saturados.... simplemente no lo hizo.
«Un proceso judicial es muy duro y las familias están muy desprotegidas. Además de la pérdida, hay que lidiar con mentiras y con barreras y piedras administrativas y judiciales que ponen durante el proceso»
–¿Querrían que este caso sirva para que nunca más vuelva a ocurrir algo similar?
–Sobre todo queremos que sirva para dar visibilidad a este tipo de casos, que en Urgencias los profesionales revisen bien a los pacientes, que no van por gusto normalmente. Nuestro padre era una persona que no iba al médico a pasar el tiempo, iba al médico solo cuando se sentía mal. El día que acudió a Urgencias no fue escuchado ni mirado como debiera. Un profesional se puede equivocar pero que mienta en los informes para no asumir un error es muy fuerte. Un proceso judicial es muy duro y las familias están muy desprotegidas. Además de la pérdida de un familiar hay que lidiar con mentiras, con las barreras y las piedras administrativas y judiciales que ponen durante el proceso cuando no admiten pruebas que son fundamentales, como nos pasó a nosotros en el primer juicio. También queremos que sirva como ejemplo de que hay profesionales responsables y valientes, como la enfermera que fue a declarar en el segundo juicio, que hizo que la verdad por fin viera la luz. Nada nos va a devolver a mi padre, que es lo único que desearíamos que pasara, pero por lo menos sentimos que finalmente se supo la verdad y se le hizo un mínimo de justicia.
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