La diócesis incorpora savia nueva con la ordenación de tres sacerdotes
Francesco Salvatori, Álvaro Gil y Didier Vidal se suman a una diócesis que celebra el relevo generacional | «Para nosotros es casi el día más feliz del año, es un momento de ilusión»

Álvaro Jose Gil, Francesco Salvatori y Didier Vidal en el Seminario Mayor. / Roi Cruz
L.G
En la Diócesis de Ourense están de celebración, hoy es «tal vez el día más feliz del año» porque se incorporan tres nuevos sacerdotes, un pequeño relevo generacional que hoy, después de 6 años de estudio y trabajo pastoral, se enfrenta a la ordenación. La misa es esta misma mañana en la Iglesia del Seminario Mayor, donde ayer Álvaro José Gil, Francesco Salvatori y Didier Vidal realizaban los últimos ensayos previos a un día «de mucha ilusión porque por fin conseguimos aquello por lo que hemos trabajado tanto».
Quien pone voz al sentimiento compartido es Álvaro. Él es venezolano y lleva en España 8 años, en la Diócesis de Ourense 5 y a ella ya llegó con gran parte de los estudios realizados en su Isla Margarita natal. Allí asegura que su ordenación «es una alegría inmensa» para todos, no solo para su familia, muy vinculada a la fe desde que él tiene memoria. «Para llegar hasta aquí fue fundamental la fe recibida en el hogar con mis abuelos maternos, las oraciones y la cercanía a la eucaristía. Yo a los 9 años que hice la comunión me mantuve muy unido a la parroquia y eso me ayudó», relata sobre su vivencia.
Desde esos 9 años hasta los 39, los que ha cumplido en el Seminario Mayor donde su experiencia fue «enriquecedora porque también me ha permitido conocer más a fondo esta tierra y sus costumbres». Los fines de semana acudía en el ejercicio pastoral a distintas parroquias y el último año de formación ya a una como diácono, en su caso fue Allariz, algo que recuerda «con gratitud por el cariño con el que me acogieron desde el primer momento», igual que en Calvos de Randín o en Santa Eufemia, ya en la ciudad, donde realizó dos años de pastoral como seminarista.
Un médico con vocación
De ilusión y alegría habla también Didier Vidal. Él es cubano y el camino hasta la diócesis de Ourense fue mucho más largo. A sus 42 años cuenta que siempre supo que la fe formaba una parte importante de su vida, pero no fue hasta que se hallaba estudiando los primeros cursos de medicina cuando «quise dejarlo todo y seguir la llamada».
Su familia le aconsejó no hacerlo, aunque lo apoyaban tenían dudas de si aquella vocación que él sentía en ese momento seguiría con él años más tarde. Si siguió, pero con el título de médico bajo el brazo y a lo largo de tres continentes y muchas experiencias. "Ellos temían que no tuviese a donde regresar sin la medicina, pero yo dentro de mí tenía una certeza en el corazón que me había acompañado todos los años de carrera», cuenta Vidal.
Con esa certeza en el corazón y en la cabeza ejerció de médico y tuvo vivencias en misiones en países de África y de Oriente Medio. Fue allí donde decidió que iba a seguir su instinto y su llamada. «Me di cuenta de que la entrega que yo quería experimentar era mayor. La medicina por muy bonita y humana se quedaba corta, quería llegar más allá del cuerpo y de la psique, quería llegar a la realidad del alma y eso desde el sacerdocio se trabaja», dice este médico que hasta que dio el paso se sentía «incompleto».
Así entró al seminario ourensano hace 5 años, aunque a la diócesis llegó hace alguno más, porque se desplazó a Galicia a cuidar a su madre enferma. «En esta tierra me reencontré con el que era mi sueño. El obispo Leonardo Lemos me abrió las puertas de la diócesis y del seminario que fue una aventura, un reto y un desafío, pero también un proceso que consiste en demolición y constricción permanente», indica.
Didier está «eufórico» por el día de hoy, pero ya planteándose nuevos retos, «en el seminario nos formamos para el pueblo y yo creo que puedo dar más, siempre se puede dar más».
Rechazo adolescente
La historia del tercer diácono que hoy será sacerdote, Francesco Salvatori, tampoco se parece a la de sus compañeros. Comparte con ellos el tener la fe marcada desde pequeño en casa, pero no el camino hasta llegar al sacerdocio. El más joven reconoce periodos de dudas y de rechazos, sobre todo, en la adolescencia.
«Crecí con mi madre yendo a la iglesia en el Camino Neocatecumenal, viendo su vida y su manera de estar con la gente. Eso me hizo entrar el deseo de responder a la vocación, pero en la adolescencia rechace esta llamada por vergüenza, por miedo, y con 20 años volví a sentirla mas fuerte y decidí responder», cuenta desde una treintena que no ha estado exenta de titubeos. "Me tentaba el demonio con el miedo a perder la familia y los amigos, pero en este tiempo he descubierto que escuchando la llamada de Dios estoy tranquilo», valora tras aceptar que en la diócesis «he tenido momentos de dudas, de crisis. Llegué aquí sin saber prácticamente el idioma y con luchas interiores, pero en los momentos de alegría el Señor me ha mostrado la llamada».
Los tres subrayan las palabras del delegado del seminario, Jose Manuel Salgado, «es un día muy feliz, un día festivo de mucha ilusión y muchísima alegría».
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