«Tosí, él dijo ‘aquí no era’ y siguió pinchando; no me avisó de los riesgos»

La ourensana Elena Orbán sufrió un neumotórax porque un fisioterapeuta le perforó ambos pulmones con una punción seca

«Vi las agujas y él dijo: ‘Tranquila, que no duele’»

Elena Orbán, en el despacho de abogados Orbán Sousa, que ha ganado su caso con la condena del fisioterapeuta. |

Elena Orbán, en el despacho de abogados Orbán Sousa, que ha ganado su caso con la condena del fisioterapeuta. | / Iñaki Osorio

Javier Fraiz

Javier Fraiz

Ourense

El 27 de junio de 2019, la ourensana Elena Orbán Dasilva, de 24 años en la actualidad —tenía 18 entonces—, acudió a una sesión de fisioterapia en una clínica de la ciudad para aliviar unas contracturas. Era la segunda ocasión en la misma semana que el profesional que la atendió utilizaba con ella unas agujas de punción seca profunda. Después de que el sanitario insertase en la zona de los hombros ese instrumental clínico, sobre cuyas posibles complicaciones graves no informó a la paciente con anterioridad, ni tampoco le requirió consentimiento informado, la joven se extrañó cuando le sobrevino «una tos profunda, que nunca terminaba. Él paraba cuando yo tosía y dijo una frase que tengo en la mente: ‘Aquí no era’. Cuando dejé de toser él siguió pinchando. Intenté contener esas ganas pero no era capaz.Tosía, tosía y tosía. Eso me preocupó», recuerda la joven.

El fisioterapeuta que le aplicó de manera incorrecta la técnica le perforó la pleura de ambos pulmones con dos punciones distintas. Una complicación que está descrita solo en 1 de cada 10.000 casos, pero que él desencadenó en dos pinchazos. «Salió y cogió una segunda aguja más grande, de bastante mayor tamaño, como mi teléfono. Me llamó la atención, pero él me dijo que tenía mucho músculo. Yo en aquella época estaba mucho más delgada. Pensé que él era un profesional, pero no», añade la afectada.

El profesional, que aseguró en el juicio que tras estos hechos no ha vuelvo a utilizar la punción seca, está condenado a una multa de 1.800 euros y a una inhabilitación de 6 meses para ejercer la fisioterapia. Tuvo una manera de actuar «muy descuidada», con una «clara impericia» y sin «la mínima cautela exigible», según expone la Audiencia Provincial en la resolución que ratifica la sentencia de la magistrada Susana Pazos, del Penal Número 2 de Ourense. La justicia declara a este sanitario responsable de un delito de lesiones por imprudencia grave. Ni él ni la clínica —responsable civil subsidiaria— han recurrido en casación al Supremo. La sentencia ya es firme. Cerrada la causa, Elena Orbán cuenta su historia a FARO.

Las lesiones que sufrió —un neumotórax bilateral traumático— la mantuvieron una semana en el hospital tras ser intervenida. «No me dijo que podía haber ningún tipo de riesgo ni que podía acabar así, no me avisó en ningún momento, ni en la primera ni en la segunda sesión con las agujas. No sabía en qué consistía esta técnica, yo solo vi la agujas y me dijo: ‘Tranquila, que no duele’», reprocha sobre el comportamiento del fisioterapeuta. «Me hubiera negado si me dijera que había ese riesgo», dice Elena.

«Hubo un intervalo de unas cinco horas entre que me pinchó, fui caminando a casa, llegué, cené y avisé a mi padre para que me llevase a Urgencias. Cuando quería coger aire profundamente notaba como si tuviera la aguja clavada. Llegaba un punto en el que no podía seguir extendiendo el pulmón, como si tuviera un pinchazo dentro. Solo podía respirar hasta un cierto punto», dice la perjudicada.

«Al llegar a Urgencias me tomaron el oxígeno y el dato era normal. Saturaba bien y no me querían hacer pruebas pero les convencí para que me hicieran una placa, porque les dije que me dolía mucho. Cuando tuvieron los resultados, vi a cinco personas de verde rodeándome y ahí empecé a llorar. Cuando vi que mi papá se echaba las manos a la cabeza dije: es algo grave. Al día siguiente de la operación, vino el médico y me dijo: ‘Llevo diez años como médico y, si por mí fuera, enmarcaba tu caso en mi pared. Tenías un cuarto de la capacidad pulmonar’. Me dijo que el deporte me había salvado la vida. Todo eso me impactó», relata Elena, y se emociona todavía ahora, al recordar aquel proceso difícil.

«En medio de la operación estaba despierta, escuchaba todo, me hablaban a cada rato y empecé a marearme. De repente escuché: ‘¡Que se nos va a morir, dadme el oxígeno!’ Fui consciente de todo y resultó muy traumático».

La sentencia identifica como secuelas dos cicatrices, una a cada lado del tórax, por la intervención quirúrgica a la que fue sometida esta paciente para colocar un drenaje tras el neumotórax. Elena nota, además, la huella psicológica de lo que padeció. «Si me meto debajo del agua no soy capaz de aguantar, me agobio. Necesito coger aire y no me puedo quedar bajo el agua. Volví varias veces a Urgencias, porque sentía pinchazos y decía: otra vez el neumotórax. Tengo miedo y me fatigo más rápido. Si hago ejercicio intenso y me falta el aire ya me agobio», describe.

La compañía aseguradora del acusado —la colegiación de los fisioterapeutas incluye en la cuota la cobertura de una póliza de responsabilidad civil— ya ha abonado a la perjudicada una indemnización, a falta de los cálculos finales, que corresponden a la fase de ejecución de la condena una vez que ya es firme. La magistrada impuso al encausado un pago de 5.016,09 euros, más los intereses legales.

En estos seis años desde los hechos, la joven ha regresado a sesiones de fisioterapia, pero «nunca más con agujas». No ha querido someterse de nuevo a una punción seca. «A eso le tengo pánico, me niego rotundamente», subraya.

Ricardo José Orbán Moreno ha sido el abogado de Elena como acusación particular. «La sentencia constata que la técnica se aplicó mal, porque dirigió las agujas hacia la pleura. Se produjo en ambos pulmones y en la misma sesión. Nos llamó la atención que, tras un curso de dos fines de semana, un fisioterapeuta con una colegiación reciente aplicase una punción profunda en una zona tan complicada», resume el letrado.

El consentimiento es clave

Ricardo Orbán considera que el proceso judicial ha sido «demasiado largo», lo que ha desencadenado una atenuante por dilaciones indebidas, que minimizó la pena impuesta al acusado. «Son menos habituales las condenas en el ámbito penal por negligencias profesionales, y en este caso fue una imprudencia grave», resalta el abogado de Elena. El jurista recomienda a los pacientes que soliciten siempre una hoja de consentimiento informado, «obligatoria en toda punción seca», resalta Orbán.

«Tenemos constancia de que en el mundo de la fisioterapia este asunto ha tenido relevancia», enlaza el abogado. «Después de todo esto, fui a otros fisioterapeutas para tratarme por dolores y comentaban: ‘Yo las agujas las limito porque escuché un caso...’ Y yo les digo: Sí, soy yo», recuerda. «Ojalá nunca más se repita algo así».

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