La integración empieza con el idioma
La llegada de inmigrantes a Ourense en los últimos años ha frenado la pérdida de población, pero muchos de los nuevos vecinos provienen de países donde el español no se emplea, por ello, encuentran en Cruz Roja una herramienta vital para superar el primer obstáculo de la adaptación: la barrera lingüística.

Alumnos brasileños atienden las explicaciones de la voluntaria, Raquel Rodríguez, en una clase. / Roi Cruz
L.G
La llegada de extranjeros a Ourense en los últimos años ha conseguido frenar la sangría poblacional, la inmigración se ha convertido en un salvavidas demográfico que, además, ha crecido progresivamente hasta dispararse en los últimos tres años. Entre 2021 y 2024 fijaron su residencia en la provincia 5.512 ciudadanos procedentes de otros países, muchos de ellos retornados de la diáspora, pero otros de países donde el español no es lengua de uso y al llegar a la ciudad tienen que sortear esa primera barrera.
Es ahí donde se encuentran por primera vez con Cruz Roja. La organización, que esta misma semana celebró sus 160 años de servicio humanitario, tiene en Ourense una iniciativa fundamental para la inclusión social de personas migrantes: clases de castellano impartidas por voluntarios.
El programa, que forma parte del Plan de Integración de Migrantes de la organización humanitaria —con el apoyo de la Xunta de Galicia a través de los fondos IRPF— cuenta actualmente con 27 participantes activos en Ourense ciudad, divididos en dos grupos principales: uno formado por personas procedentes de Senegal y otro por ciudadanos brasileños.
Aunque el número ha bajado respecto al pasado año —cuando hubo 50 usuarios—, la implicación sigue siendo máxima. En toda la provincia hay 202 usuarios beneficiándose del programa y desde la entidad son muy claras, «la demanda varía de un año a otro dependiendo de la procedencia de los emigrantes, cuando hay muchas llegadas de hispanohablantes no se solicita tanto, pero aunque lleguen cinco, los que lo necesitan lo necesitan mucho porque el idioma es lo básico».
Por ello, más allá de enseñar gramática y fonética, las clases son espacios de un aprendizaje cultural donde los voluntarios son las piezas clave. Ellos y ellas en figura de profesores enseñan a pedir cita médica, a hacer una compra, a entender un formulario de la administración o a desenvolverse en una conversación cotidiana.
«Yo me uní a Cruz Roja porque quería hacer voluntariado y elegí dar las clases de español porque me parecía que era donde podría dar más de mí y la verdad es que estoy muy contenta», comenta Raquel Rodríguez, una de las voluntarias que dos veces a la semana— martes y jueves en horario de mañana— enseña a seis brasileños a adentrarse en el castellano. «Creemos que lo que más difícil le resultan son los verbos, el tener que conjugarlos correctamente, pero al hablar nos entendemos bien y, además, es un grupo en el que empezaron dos y ahora vienen seis y tenemos muy buen trato, así que estamos todos contentos», defiende.
Grupos por realidades
Las clases están organizadas de modo que en los grupos coincidan por nacionalidad y nivel, «porque eso facilita tanto el aprendizaje como la labor del voluntariado», explica la responsable de coordinación, Natividad Álvarez. «Por ejemplo, los martes tenemos una profesora que habla francés, lo que ayuda muchísimo a los senegaleses. Ellos se vuelcan con el idioma, porque lo necesitan sí o sí, en cambio, el grupo de brasileños, al compartir lengua con el español en muchos aspectos, suele adoptar un ritmo más pausado», cuenta.
Las clases siguen, en la medida de lo posible, el calendario escolar ya que en verano, muchos de los usuarios tienen menores a cargo y no pueden asistir. El perfil más habitual tiene entre 25 y 40 años: «es la edad a la que la gente emigra», remarcan desde Cruz Roja.
Thiago Biesek es uno de los participantes en el programa, él lleva en España poco más de un año y en la ciudad de Ourense desde octubre. Dos meses más tarde se incorporó a las clases en el grupo de brasileños, «me gustan las clases porque me están ayudando a decir las palabras correctas en las situaciones y las profesoras son magníficas y para mí es la sensación de que me estoy integrando más en España», resume el brasileño, para quien lo más fácil es «entenderse porque las profesoras tienen mucha paciencia y hablan despacio» y, además, «el gallego que usan aquí es muy parecido al portugués, así que eso ayuda». Precisamente en esa similitud encuentra también la mayor dificultad, «hay que cambiar la forma de pensar porque no pienso igual en portugués, la estructura de las oraciones es distinta», ilustra.
Más allá de la urbe
Actualmente, solo en Ourense ciudad hay 10 personas colaborando activamente en la enseñanza del idioma, repartidas en distintos grupos a lo largo de la semana. Pero el impacto del programa se extiende más allá del casco urbano.
En comarcas como Valdeorras, Celanova o Maceda —zonas con alta concentración de población migrante— también se imparten estas clases, siempre en función de la demanda y la disponibilidad de voluntariado. Las asambleas comarcales adaptan el programa a sus realidades. En Valdeorras, por ejemplo, el programa va un paso más allá.
Allí, una voluntaria acompaña a las alumnas, en su mayoría madres, a la feria o al supermercado, ayudándolas a ganar seguridad en actividades esenciales como hacer la compra. «Funciona gracias a la colaboración de un supermercado que nos deja acudir sin problemas, sabiendo que vamos a estar en los pasillos explicando cosas que pueden parecer básicas, pero son muy necesarias y limitantes si no las sabes por el idioma, cómo comprar, cómo comparar precios... En esas acciones consiste la integración», aseveran desde Cruz Roja.
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