El apagón que desbarató la rutina

La caída del suministro eléctrico obligó a los ourensanos a reaccionar ante un parón sin precedentes

Un joven dirige el tráfico en Xoán XXIII, con los semáforos inactivos.

Un joven dirige el tráfico en Xoán XXIII, con los semáforos inactivos. / Iñaki Osorio

Ourense

Comenzó a las 12.33 horas del lunes, como en el resto de las zonas afectadas. Los establecimientos no podían atender a sus clientes, pero tampoco podían cerrar la persiana o las puertas automáticas. Algunos supermercados mantuvieron la actividad con generadores, pero con los productos refrigerados protegidos con cortinas para conservar el mayor tiempo posible la temperatura. Muchos acudieron a comprar comida preparada, ante la imposibilidad de cocinar.

La reacción ante lo que estaba ocurriendo fue inmediata. El área sanitaria activó los generadores de emergencia y trasladó desde el primer momento un mensaje de tranquilidad. Tanto en quirófanos como en las unidades de críticos los equipos cuentan con baterías autónomas y las urgencias funcionaron con normalidad, aunque fue necesario solventar incidencias en los ascensores.

Las persianas de los comercios se quedaron bloqueadas.

Las persianas de los comercios se quedaron bloqueadas. / Iñaki Osorio

Todo el personal de hospitales, PAC y centros de salud continuó en su puesto, pero se recomendó a los pacientes y sus familias prudencia ante la duda de desplazarse, para evitar en la medida de lo posible obstáculos y prevenir accidentes al utilizar escaleras. También se pidió especial vigilancia a menores y personas de edad avanzada, para asegurarse de que se encontraban bien.

En otras administraciones como las dependencias municipales, de la Diputación o la Xunta, el personal abandonó las oficinas tras el apagón, mientras que en los centros educativos se mantuvo el horario hasta la salida, pero sin apenas actividad lectiva.

Usuarios de Renfe esperando en la estación.

Usuarios de Renfe esperando en la estación. / Iñaki Osorio

El transporte urbano funcionó y pronto las calles y parques se llenaron de gente. Con los semáforos inactivos, fue necesario extremar la prudencia y no se registraron incidencias. En cruces como el de Xoán XXIII con Concello, un joven colaboró dirigiendo el tráfico. También las terrazas de los bares que continuaron su actividad, algunos con lo que podían servir, cobrando en efectivo, y otros con generadores.

La rutina se rompió por completo en un escenario de incertidumbre que recordaba la pandemia, pero al revés, ya que todos lo que pudieron salieron a la calle aprovechando el buen tiempo para pasear, comentar lo que estaba ocurriendo e incluso visitar a familiares, al no poder contactar con ellos por teléfono.

Terrazas llenas durante el apagón.

Terrazas llenas durante el apagón. / Iñaki Osorio

La energía se fue recuperando en algunos puntos al mediodía, y permitió que los pasajeros de un tren que salió de Ourense poco después de las doce y se quedó parado pudiesen regresar andando a la estación poco antes de las 15.00h, donde decenas de usuarios esperaban una solución que no llegó, ya que Renfe canceló los servicios de tren. Muchos buscaron alojamiento en la ciudad y otros durmieron en la estación.

Localidades como O Barco o Ribadavia, y algunos barrios de Ourense tuvieron electricidad por la tarde, pero el suministro volvió a caer. Ya de madrugada, cuando el silencio reinaba en la noche más negra, regresó la luz.

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