«Nos duele cerrar Bar Carballo tras más de medio siglo y hasta tres generaciones al frente»
El emblemático local de Avenida de Buenos Aires, conocido por la calidad de sus pucheros a precios ‘low cost’, cierra el sábado

Mary González, en el centro, con dos de las camareras en el Bar Carballo. | Iñaki Osorio
«El Bar Carballo nunca fue un local de paso, porque no estamos en el centro de la ciudad, sino que es el bar del barrio, y después de más de medio siglo y tres generaciones al frente, nos duele tener que cerrar, porque aquí la mayoría de clientes son además de vecinos amigos y ya casi como familia», explica Mary González.
Ella es «el alma» del Bar Carballo, que lleva el nombre de su marido Julio Carballo, segunda generación al frente de un local familiar que abrieron hace 53 años los padres de él y que «ha llegado a estar regentado incluso un tiempo por una tercera generación en la barra, nuestro hijo».
El emblemático local ha crecido en popularidad en este medio siglo a la par que ha crecido la avenida de Buenos Aires en la que se ubica, en especial en los últimos años, como referente de un menú de calidad, con claro éxito de los de cuchara, que atraía a gente de todos los puntos de Ourense, muchos con productos de cosecha propia y a precios low cost. Sus menús alabados no subían de 12 euros. «Siempre tratamos de dar calidad, pero pensando en la economía de nuestros clientes... y amigos», insiste Mary González. Del éxito da cuenta que el local ubicado en una calle que, como dice la cogerente y cocinera, no está el centro, da encuentro a un público heterogéneo, desde profesionales liberales a los trabajadores de la obra «a los que tienes que tenerle todo preparado a la una para que puedan volver al trabajo», explica.
La buena mano de Mary en los fogones, cuyo oficio antes de tomar las riendas Carballo era el de carnicera, tiene mucho que ver también con el éxito. «Me encanta la cocina y siempre trato de hacer todo con el máximo cariño y utilizando productos caseros cuando puedo. Creo que son muy conocidas las lentejas, el cocido, el caldo de grelos que voy a poner hoy...».
Tiene un sentimiento agridulce, porque reconoce que ser «bar de barrio y no de paso», te convierte «en un lugar en el que la gente a veces no viene solo a tomarse algo, sino a charlar, a contarse sus cosas. Es cierto eso de que los camareros somos a veces psicólogos de barra» .
Reconoce que el hecho de que sus suegros y propietarios hayan decidido poner a la venta el local, «algo a lo que tienen todo el derecho», y cerrar el arrendamiento pone este sábado el cierre a un bar y restaurante ya histórico, pero «yo no voy a jubilarme, tendré que buscar otro trabajo», explica. Cree que el Carballo cierra por ahora para tristeza de muchos clientes, que ya se quejan en las redes, «pero estoy segura de que habrá comprador y, la verdad, si me dijeran «la contrato como cocinera» volvería encantada», reconoce.
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