El único parto de trillizos en el territorio de la baja natalidad

Rocío y Francisco, un matrimonio colombiano de Ourense, buscaban otro hijo tras el nacimiento hace dos años de Gian Isac, pero llegaron a la vez Gael, Samuel y Milan: «Son un milagro», valoran

Rocío y Francisco, con sus hijos Gian Isac —el mayor— y los trillizos Gael, Samuel y Milan.

Rocío y Francisco, con sus hijos Gian Isac —el mayor— y los trillizos Gael, Samuel y Milan. / ALAN PÉREZ

Javier Fraiz

Javier Fraiz

Rocío, Francisco y sus pequeños, su familia numerosa, protagonizan una feliz excepción en Ourense, uno de los territorios de España con la natalidad más baja: 4,40 nacimientos por cada mil habitantes, una tasa que solo empeora Zamora. El número de bienvenidas apenas supera ya el millar al año: llegaron 1.550 bebés al mundo en Ourense en 2014 y 1.056 en 2024, un descenso de casi un 32% en una década.

Hace dos años, esta pareja de jóvenes colombianos afincada en Galicia —se conocieron en su país de origen, pero se casaron y han formado una familia en su nuevo hogar, en Ourense— tuvo a su primer hijo, Gian Isac. Querían un hermano o una hermana para él y el embarazo deparó un hecho excepcional. El único parto de trillizos registrado en la provincia no solo en 2024, sino durante la última década, fue la llegada, en una sola vez, de Gael, Samuel y Milan. Los tres nacieron por cesárea en el hospital público de Ourense, el CHUO, el 10 de julio pasado.

«Cuando fuimos a inscribir a los niños, la fila del registro de defunción era más larga», describe gráficamente el padre, Francisco Pastrana, de 28 años. «Al principio fue un shock», reconoce la madre, Rocío Magally Muñoz, de 35. En un primer control con la matrona —la tecnología en la consulta de atención primaria ofrece una resolución menos precisa que en el hospital—, creyeron que solo había un feto. En la primera prueba de imagen en el CHUO, saltó la sorpresa.

«No me lo podía creer»

«Estaba esperando fuera y, al ver que se demoraban mucho, me preocupé de que pudiera pasar algo con el bebé. Al entrar, vi a todas con las caras pálidas; creí que lo habíamos perdido. Entonces me dijeron: ‘No te alarmes, no es nada malo, pero en vez de un bebé vienen tres’», recuerda Francisco. «Queríamos otro hijo y esto fue como magia», añade el padre.

«Durante quince días, más o menos, no me lo podía creer», confiesa Rocío. Superado el tiempo inicial de asimilación, el embarazo evolucionó con éxito, pese a las dificultades de este tipo de gestaciones. «El riesgo era más alto porque venían los tres en una sola placenta que los alimentaba a todos. La doctora fue muy directa hablando de los riesgos que podíamos tener, pero además de contras también existen los pros, los bebés podían nacer bien».

Mirar a mis hijos vivos, felices, contentos, sanitos... Esa es la felicidad más grande

Rocío se aferró al optimismo y descartó, de inmediato, la posibilidad que le ofrecieron de reducir el número, lo que hubiera requerido su traslado a un centro hospitalario de Cataluña. «Tenía a tres bebés en mi vientre, para mí no eran embriones ni fetos, eran mis bebés. Si venían tres, los tres iban a nacer», afirma.

«Nos hicieron bastantes análiticas y todo fue bien, aunque, claro, una no deja de preocuparse el día antes de un control», recuerda. La fe la acompañó en el proceso. «Yo soy muy creyente en Dios y le pedía que, por favor, me ayudase. Ellos son un milagro para mí, para nosotros. Son un milagro», valora.

Una foto de familia en la casa de Francisco, Rocío y sus cuatro niños.

Una foto de familia en la casa de Francisco, Rocío y sus cuatro niños. / ALAN PÉREZ

«El amor se multiplica ya no por tres, sino por mil y diez mil. Es una recompensa enorme»

Gael, Samuel y Milan nacieron con más de dos kilos de peso cada uno, más de lo habitual en los casos de trillizos. Llegaron por medio de una cesárea programada, en la semana 36 de la gestación. Cuando tuvo a los tres en el regazo por primera vez, Rocío experimentó «la felicidad más grande que existe».

Los miedos y la incertidumbre culminaron en un torrente de alegría. «El amor se multiplica ya no por tres, sino por mil y diez mil. Es una recompensa enorme», asegura la madre. «Mirar a mis hijos vivos, felices, contentos, sanitos... Esa es la felicidad más grande», cuenta emocionada. Los bebés pasaron dos semanas en Neonatología. «Los primeros días estuvieron en la incubadora. Después necesitaron una sonda, porque no succionaban bien», recuerda la mujer.

«La caja de leche dura un solo día. En el supermercado llenamos el carro con pañales y toallitas»

De vuelta a casa, los primeros meses resultaron especialmente exigentes para los padres. El tiempo de descanso escaseó. «Pasaba muchas noches en vela con ellos, porque se despertaban en muchos momentos. Uno cada dos horas y media, terminabas con él y cogías al otro, y después al otro. No parabas en toda la noche, era continuo», reconoce ella. Tras seis meses de convivencia, las noches con los trillizos son más llevaderas que al principio. «Ahora ya están durmiendo mucho más tiempo».

Rocío y Francisco pasaron de tener una vida con un solo hijo a ser familia numerosa, a convivir con los cuidados de tres bebés y del primogénito, aún pequeño. Todas las necesidades que vive una familia con la llegada de un hijo se multiplican en su caso. «La caja de leche dura un solo día. En el supermercado llenamos el carro con pañales y toallitas», indica Rocío. «La silla para poder llevar a los tres hubo que traerla de Polonia, porque aquí no existe», ilustra Francisco.

Con una familia de cuatro hijos crece la demanda de atención y de cuidados. La pareja se dedica actualmente en exclusiva a estar con los niños, a acompañar en su crecimiento a los trillizos y a estar pendientes de Gian, que camina, corre, abre las puertas, explora el entorno con energía. En Ourense, el matrimonio no tiene familia que sirva de red de apoyo para la conciliación, de modo que entre ambos deben aunar esfuerzos.

«La conciliación es difícil, porque además la calle no está adaptada para llevar la silla con los bebés. Cuando salimos se paraliza todo el mundo que nos ve, es como si el carro fuera un coche de verdad, es muy llamativo», expone el varón.

Necesitan un hogar más grande

El armazón espera en el descansillo del portal del edificio. Armar el carrito requiere el acoplamiento de nueve piezas. La familia vive en el segundo piso de un inmueble sin ascensor. Para estacionar su vehículo, de siete plazas, no encuentran sitio a menudo cerca del domicilio. Francisco cree que debería haber una reserva de lugares de estacionamiento para hogares numerosos.

«La odisea empieza aquí, siempre para salir nos lo pensamos varias veces», señala la madre. El problema de accesibilidad, y sobre todo la falta de espacio, motivan que la pareja esté buscando otra vivienda en Ourense, pero no está resultando sencillo. Entre otros motivos, porque les piden que aporten nóminas como garantía para los dueños.

«Necesitamos un sitio más grande donde vivir; con cuatro niños en un piso tan reducido es complicado. Los trillizos están en una habitación chica, y cuando uno se despierta, se despiertan los tres de una vez», relata la madre. El resto de dependencias son necesarias para guardar cosas, tender la ropa y para los adultos.

Los retos diarios parecen asumibles cuando miran a la familia que han creado. «Tenemos muchísimas ganas. Pedimos a Dios fuerza y sabiduría para sacar adelante a nuestros hijos», dice Rocío.

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