Proponen un hospital de día para tratar los trastornos alimentarios en menores
El equipo de intervención del CHUO destaca la posibilidad de realizar talleres y ampliar la psicoterapia
El perfil predominante de TCA en Ourense es el de niñas de 12 años

Beatriz Gómez, Karla Cabaleiro y Sara Ferreiro, profesionales del equipo multidisciplinar que aborda el TCA en el CHUO. / Alan Pérez
Á. J. Vidal
El diario Gaceta Médica alertó en mayo de 2024 sobre el aumento de hasta un 27% de los casos de trastorno de alimentación en adolescentes de España, siendo los más comunes la anorexia o la bulimia. En la unidad Infanto-Juvenil del Complexo Hospitalario Universitario de Ourense, CHUO, el perfil predominante «es el de niñas de 12 años», apunta la psiquiatra Sara Ferreiro, que trabaja junto a la trabajadora social Beatriz Gómez y la psicóloga Tamara Rego, en el acompañamiento a menores de entre 12 y 16 años con Trastorno de la Conducta Alimentaria, TCA.
Las tres apuntan las mismas necesidades en el despliegue del sistema público para abordar estos comportamientos patológicos: un hospital de día y más pediatras en zonas despobladas. Ferreiro alaba la función del centro existente en Santiago de Compostela y apunta la «posibilidad de que exista uno en Ourense en 2025». Con la cobertura diaria que ofrecería el dispositivo situado «entre el ambulatorio y la hospitalización», que permite «el mantenimiento de los vínculos familiar y educacional» y disminuiría «la cronicidad en las pacientes, evitando ingresos».
Clave es el «ambiente neutro», como califica Karla Caballero, en el que se realizan las comidas, así como la resolución o reducción de conflictos familiares. También la «compañía», añade Ferreiro a las funciones indispensables, a través de la que se genera la «confianza y validación» que necesitan los usuarios. En el horario laboral, «se realizan talleres que abordan habilidades sociales, como la afectividad, y que son fundamentales en la adolescencia». Desde el dispositivo, dotado de un equipo plural desde lo social a lo médico, «pueden trabajarse dinámicas con usuarios y progenitores», suma Gómez.
Es «la punta de un iceberg»
Pudiendo desenvolverse desde diferentes metodologías y siendo «un tratamiento que observa el caso individual y único de cada paciente», la psicoterapia supone, sobre todo «en los casos más graves», una herramienta indispensable. Con la existencia de un hospital de día, la psicóloga Tamara Rego ve posible que «este tipo de intervenciones puedan aumentarse». Ferreiro compara el TCA con «la punta de un iceberg»: «En su génesis se coordinan muchas causas, desde emocionales a relacionales, que la psicoterapia puede desarrollar y ayudar a desenvolver», señala.
Descentrificación
La psiquiatra del CHUO apunta que «la atención a adolescentes menores de 16 años está centrificada en Ourense». Las cuatro sanitarias concuerdan con la necesidad de un aumento de médicos en el área de Pediatría, siendo estos «quienes derivan a especialistas». La ausencia de este personal es notoria, y preocupante por «retrasar el tratamiento del trastorno», en las zonas menos pobladas de todo el territorio gallego, afirman.
Esta distancia geográfica, sumada a la que ya existe en concienciación de estos trastornos, supone un handicap económico para los núcleos familiares: «Si una menor de O Barco de Valdeorras necesita tratamiento, son los padres o tutores los que se tienen que encargar de su desplazamiento», destaca Caballero.
Redes sociales y familia
La «comparación» es uno de los ejes que aúnan el posible nivel de influencia al que pueden llegar las redes sociales y el entorno familiar. Por un lado, «la temprana exposición de los jóvenes a pantallas» acelera esa «tendencia a la comparación con figuras irreales». Hábitos o comportamientos como pueden ser los relacionados con dietas o actitudes compensatorias «no causan el mismo efecto en una persona de quince años, en pleno desarrollo, que en una mujer de veinticinco», ejemplifica Caballero.
El ambiente, fuera de las pantallas, es el primer factor que puede estimular comparaciones o aprendizajes cuestionables. La enfermera pone una tarea a todo «abuelo, padre o pareja del tutor»: «Debe hacer una autoobservación, a nivel personal y con sus vínculos, porque el menor respira lo que le rodea». De la misma forma, «los jóvenes pueden caer en un trastorno al querer reclamar su identidad y diferenciarse».
«Ciertos límites», recomienda Gómez, «debería poner la educación, invitando a la reflexión». Pensamiento y perspectiva son dos bienes que cada cuidador debe dejar de legado a los menores, en la relación con uno mismo y con la realidad. Ya sea «involucrando de manera positiva a los menores en la cocina», «manteniendo conversaciones validantes» o «normalizando la no perfección». Todo ingrediente de cuidado suma.
Restringir, reducir o compensar el consumo de ciertos alimentos como señales de alerta
«Restricción de alimentos, reducción de cantidades, sobre-ejercitación...», son algunos de los comportamientos o actitudes «que puede percibir el entorno próximo» de una persona que esté pasando por una mala relación con la comida, según Ferreiro. Rego lleva el contador a cero, contando lo que puede ser el inicio: «Normalmente comienzan por una dieta, que acaba por salir de su control». La psicóloga motiva a familia y amistades a «preguntar y hablar sobre los cambios» que puedan tener lugar, siempre desde el objetivo de «naturalizar, normalizar y validar» las situaciones.
«En las primeras fases del trastorno es más fácil el cambio pero viviéndolo es difícil ser consciente de la realidad», relata, «por eso abordarlo es fundamental para entenderlo».Así, «el control» es una de las posibles raíces, que Rego relaciona con «aquel que ciertos pacientes no pudieron conseguir en otras áreas de sus vidas personales».
«Para crear personas más saludables emocionalmente, necesitamos grandes cambios a todos los niveles», sentencia Rego, tras proponer la mejora «del abordaje de los trastornos desde la educación». Amplía el marco, desde lo alimentario a lo mental, a la hora de realizar «estrategias que sensibilicen y alcancen un nivel profundo» y ve trascendental «hacer que los jóvenes se valoren ya por el hecho de ser personas».
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