«Vi sus ojos y en un microsegundo tenía el cuchillo clavado; me di por muerto»

El superviviente de Velle afirma que el agresor fue «frío, tranquilo y consciente»

Creyendo que iba a fallecer, se despidió de sus padres y escribió con sangre el nombre de su atacante y asesino de su novia

La madre de la asesinada: «Ese día mató a mi hija y también a mí, mi marido y su hermana, nos ha roto»

Álvaro B., la víctima superviviente, se emocionó durante su declaración.

Álvaro B., la víctima superviviente, se emocionó durante su declaración. / IÑAKI OSORIO

Javier Fraiz

Javier Fraiz

«Sentí el chasquido de la puerta, me levanté de la cama, escuché a Diego que decía ‘abre, abre’. Solo pude mirarlo a los ojos y, en un microsegundo, agaché la cabeza y ya tenía el cuchillo clavado en el abdomen. Como en una película parecía que el tiempo se paraba, lo vi frío y tranquilo, estaba cuerdo. Era consciente, clarísimo».

Sin tiempo para reaccionar ni defenderse, nada más abrir la puerta a su primo y vecino Diego R. T. en mitad de la madrugada, el 19 de febrero de 2021, Álvaro B. sufrió un ataque a cuchilladas que lo dejó en estado crítico. Su novia, Ana B., de 22 años, fue asesinada.

El chico llegó a escuchar la amenaza de muerte que Diego profirió contra ellos, y también cómo la joven imploró al atacante, tras la acometida inicial contra Álvaro: «Déjalo, ya está muerto, llévate lo que quieras». En un estado de inconsciencia y consciencia oscilantes, y todavía en shock , el superviviente del crimen de Velle intentó llegar hacia su novia, pero no fue capaz.

«Vi mi cuerpo lleno de agujeros, empapado de sangre. Quería ver a Ana y me intenté desplazar hacia ella, pero no podía, era imposible moverse. Me di cuenta de que yo sería el siguiente. Arrastrándome llegué a la mesilla, llamé a mi padre y le dije: ‘Diego se volvió loco, nos acuchilló’».

El superviviente del brutal ataque recordó los hechos que casi le cuestan la vida, en la segunda sesión del juicio con jurado. Creyendo que iba a fallecer por las gravísimas lesiones que Diego le causó, se despidió de sus padres, les dijo que los quería. «Yo me daba por muerto y solo quería despedirme de ellos. Ese día descubrí lo que era el dolor y el frío».

Además de indicar a su padre ya en el primer momento, en la llamada, quién había sido el agresor, llegó a escribir el nombre del vecino en el suelo, con sangre. «Lo que quería por mí y por Ana es que se supiera quién había sido», afirma Álvaro.

El encausado y la víctima superviviente, en la sesión del juicio de este martes. |  Iñaki Osorio

El encausado y la víctima superviviente, en la sesión del juicio de este martes. / IÑAKI OSORIO

No desconfiaban «para nada»

La convicción del principal testigo es que el presunto asesino tenía las capacidades intactas en el momento del ataque, frente al alegato de la defensa, que busca la eximente completa porque considera que Diego R. T. sufrió un brote por su esquizofrenia paranoide.

Su estado era «extremadamente grave, con una tensión a punto de la parada cardiorrespiratoria», describió el médico del 061

Álvaro sostiene que la voz de su primo era «normal» cuando apareció en la puerta de las víctimas aquella madrugada. Ellos no sabían nada de su enfermedad, dice el superviviente. No desconfiaban «para nada». La relación entre las familias era buena. «Él me daba huevos, yo azúcar, Ana le prestó 20 euros que él le devolvió, unos días antes mi padre lo había invitado a cenar y el comportamiento fue normal», relató Álvaro en la vista.

Mental y físicamente sigo mal a día de hoy. Tengo miedo, tristeza, ansiedad, ansiedad y ansiedad

Recibió tres puñaladas y, según cree, una patada del agresor cuando ya lo daba por muerto. Su último recuerdo de la escena del crimen es durante la asistencia del 061, mientras le cortaban el pijama para prestarle auxilio urgente. Su estado era «extremadamente grave, con una tensión a punto de la parada cardiorrespiratoria», describió el médico del 061 en la vista.

13 días en coma y 70 en el hospital

Álvaro estuvo 13 días en coma y un total de 70 jornadas en el hospital. «En el coma lo pasé muy mal, mi madre me veía llorar», detalló el joven. En varios momentos de su declaración emocionó al jurado por la dureza de su vivencia. «Lo primero que pregunté al despertar fue por Ana, y mi madre me dijo que no estaba. Me veía lleno de maquinas y tubos, con la incertidumbre de si iba a vivir o no. No me quería quedar vegetal. Tuve que volver a emprender a andar, me pusieron una malla, 140 puntos. Mental y físicamente sigo mal a día de hoy. Tengo miedo, tristeza, ansiedad, ansiedad y ansiedad. A veces me quedo sin aliento por calle, se me duermen pies y manos, devuelvo y me duele la malla...», expuso el superviviente de Velle.

El encausado llegando al juzgado bajo custodia de la Guardia Civil. |  Iñaki Osorio

El encausado llegando al juzgado bajo custodia de la Guardia Civil. / IÑAKI OSORIO

La joven pareja llevaba ocho meses juntos. Convivían y estaban reformando la casa de A Batundeira donde sufrieron el brutal ataque presuntamente a manos del vecino. Tenían un proyecto de familia, querían tener hijos. La joven estudiaba un ciclo de FP y el plan era que, en un futuro, se sumase a la empresa del padre del chico.

«Por la mañana sonó el timbre, mi marido bajó y le dieron la noticia de lo que había pasado. Lo escuchaba subir las escaleras, paraba, seguía subiendo, paraba, subía... Hasta que llegó a la habitación y se rompió al darme la noticia. Yo no me lo creía». Son palabras de la madre de la víctima mortal, cuyo testimonio emocionó al jurado y al público.

"Nos arruinaron la vida"

«Éramos una familia maravillosa, estábamos felices, las hijas trabajaban, tenían sus parejas, tenían derecho a disfrutar. A Ana nunca la vi tan feliz, a Álvaro también. Ese día mató a mi hija, pero también nos mató a mí, a mi marido y a su hermana. Nos ha roto, tengo muchos altibajos, hay veces que todavía pienso que está. Gracias a Dios que Álvaro está vivo y puedE contar lo que pasó, porque a los demás nos rompió la vida y no sabemos nada», expresó la madre.

«Cambió todo, nuestra vida es completamente diferente. Hay que tirar por mi hija, pero nos arruinaron la vida», incide la hermana. «Mi madre es la que peor lo lleva, no remonta», lamenta la joven. En el trayecto desde la comisaría de Policía al hospital, donde tenían que reconocer el cuerpo de la víctima, se enteraron «por la radio» de cómo habían sido los hechos.

«No duermo de noche, me despierto a las 5 de la mañana todos los días», relata el padre de la asesinada. Fue él quien escuchó de voz de los agentes que su hija había sido víctima de un ataque en Velle. «Antes nos juntábamos y comíamos en familia, eso se terminó, no volvimos a hacer ninguna fiesta. Cambió todo», resume.

El encausado, este martes en el juicio.

El encausado, este martes en el juicio. / IÑAKI OSORIO

«Me dijo que Diego se había puesto loco y los había acuchillado»

Una llamada de Álvaro sobresaltó de madrugada a sus padres. «Me dijo que Diego se había puesto loco y los había acuchillado». El señor se movilizó enseguida para recorrer los tres kilómetros y medio que hay desde su domicilio a la casa de Velle. Mientras, su esposa movilizaba a la Policía y a las ambulancias.

No me imaginaba en mi vida que iba a saltar e ir a por ellos, es una cosa increíble, no lo entiendo

Cuando el padre de Álvaro llegó a la casa del crimen se encontró la puerta entreabierta y, cerca, a la joven, tendida en la entrada. Ya estaba fallecida. El señor fue a continuación a junto su hijo, quien le respondió que estaba «muy mal». Lo tapó con una manta para intentar combatir el intenso frío que sentía por la grave hemorragia. Cuando llegaron los agentes, el padre les dijo sobre el vecino, el sospechoso identificado desde el primer momento por el superviviente: «¿Vais vosotros a por el desgraciado o voy yo?»

¿Un crimen por «envidia»?

El testigo coincide en que nunca detectaron ningún signo de enfermedad mental antes de los hechos que hiciera pensar en un suceso tan brutal. «Nunca le vi nada, lo vi perfecto siempre, normal del todo. No me imaginaba en mi vida que iba a saltar e ir a por ellos, es una cosa increíble, no lo entiendo». Además, el padre recuerda que no había ningún problema previo, sino que la relación era buena. «Sería por envidia a Álvaro, otra explicación yo no tengo».

Registro policial tras la detención del acusado. |  Brais Lorenzo

Registro policial tras la detención del acusado. / BRAIS LORENZO

"Álvaro me decía: ‘Mamá, te quiero’ Mi hijo notaba que se iba"

«Mi marido dijo que Diego se había puesto loco y que los había acuchillado. Me pasó el teléfono y Álvaro me decía: ‘Mamá, te quiero’ Mi hijo notaba que se iba», recuerda la madre. El joven «se debatió entre la vida y la muerte» en una larga estancia en el hospital. «Cuando despertó la situación todavía era muy delicada, se hizo un trabajo psicológico muy poco a poco sobre cómo contar los hechos. Estaba muy malito, no podía beber ni hablar. Estaba muy deprimido y triste. Tenía un montón de aparatos, drenajes, una malla... Fueron días muy duros a nivel físico y psíquico. Fueron y son, porque no se termina aquí esto, aún hay incertidumbre para Álvaro», explicó la progenitora ante el jurado.

Sin discusión sobre quién cometió el asesinato, la cuestión central de este juicio es determinar si la enfermedad mental de Diego R. T. afectó a sus capacidades cuando cometió el crimen. Este martes declararon cuatro psiquiatras del hospital de Ourense. El especialista que era jefe de servicio considera que el encausado tiene «consciencia» de lo que hace. Durante su ingreso tras ser detenido, para garantizar que recibía la medicación y para realizar una valoración, este médico detectó un intento de «autocontrol» del discurso por parte de Diego. Cuando querían tratar el crimen, «notabas que tenía el discurso aprendido, no quería hablar de eso». Según este experto, el acusado «era consciente de que había algo delictivo».

Meses sin medicarse porque no quería engordar

Antes del asesinato llevaba unos 9 meses sin medicarse, porque no quería engordar. Una psiquiatra asegura que le costaba «verbalizar» sus pensamientos. Esta especialista detectó «un tinte paranoide» y una idea de «miedo» hacia los vecinos y víctimas. Diego R. T. tuvo tres ingresos en agudos en años previos al crimen, para resolver episodios de descompensación como por ejemplo autolesiones. «Puede aparentar normalidad pero sin intervención médica es complicado que esas ideas disminuyan», opina otra psiquiatra, que también concede que al acusado «le costaba entender» su dolencia.

Su abuela declaró que los problemas psiquiátricos de Diego R. T. comenzaron en la época del instituto. Según la señora, «cuando estaba medicado era normal, un cielo, un niño buenísimo». Pero tenía tendencia a no seguir la pauta. Cuando le insistía que se medicase —añade—, él se alteraba y se marchaba a portazos. La abuela señala que el acusado sentía miedo, y en el pasado, cuando aún tenía novia, llegaba a dormir con un cuchillo. Asustada, la chica lo dejó.

Tras el crimen y la rápida detención, el comisario de Policía, Juan Carlos Blázquez —ya jubilado—, declaró que el sospechoso estaba «catatónico». En el juicio matizó esas palabras de una rueda de prensa. «Era una mera posibilidad de cuál pudo ser el móvil. No tenía base, intentaba hacer una valoración». Blázquez valora la «impecable» labor policial.

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