El perfil de la víctima de trata sexual: 30 años, latinoamericana y un origen pobre y violento
Un equipo de Cáritas asiste y acompaña a mujeres atrapadas en la prostitución: «Muchas llegan engañadas, vienen de la absoluta pobreza» | 60 mujeres son atendidas en el centro de día de Ourense y más de 200 al año, en clubs y pisos

Sede de Cáritas en Ourense. / ALAN PÉREZ
«En todos los casos de mujeres que atendemos y acompañamos no conocemos una prostitución libre. Para eso sería necesaria una condición inicial de igualdad, que no existe. Son víctimas de la explotación y de la desigualdad de género, de una sociedad patriarcal e incluso colonial. Hay experiencias personales muy sangrantes, muy duras de escuchar. Muchas no sabían a lo que venían, llegaron engañadas a España, fueron vejadas, violadas, explotadas. Las tratan como cosas».
Es la cruda realidad —en palabras de la educadora social Raquel Fernández— de la prostitución, de la reducción de las mujeres a objetos de consumo por parte de los proxenetas y puteros. Para dar amparo a esas vidas y ofrecer vías de salida trabajan a diario las profesionales del programa Alumar de Cáritas en Ourense. Son todas mujeres, ocho profesionales de distintas disciplinas (psicología, trabajo social, educación social y asesoría jurídica). Son mujeres que velan por mujeres atrapadas en el negocio del sexo, del que se lucran otros.
Las prostituyen y siguen para mantener a su familia. Es el motor por el que luchan
«Vienen de la pobreza más absoluta, no solo material y económica, sino a todos los niveles. Han sufrido violencia cometida a veces por sus amigos o familiares. En muchos casos, las personas que trafican con ellas y las venden son su propia familia. Casi todas sufrieron abusos sexuales desde que eran menores», advierte la educadora.
La posibilidad de marcharse a España proyecta en ellas el afán de mejorar. «Pero en muchos casos llegan engañadas, no saben a lo que vienen. Las prostituyen y siguen para mantener a su familia. Es el motor por el que luchan».
El programa Alumar de Cáritas de Ourense lleva en marcha desde 1999. En su centro de día, las profesionales trabajan para la integración social de mujeres que sufren una extrema vulnerabilidad. En la actualidad hay 60 usuarias. La ONG de la Iglesia cuenta con una vivienda de protección que alberga estos días a siete mujeres —dos de ellas, embarazadas– y a dos menores. El edificio está en obras para ampliar el número de plazas.
Además de las atenciones en estos dos recursos, las profesionales realizan visitas a los prostíbulos, una o dos veces por semana, tanto a clubs de carretera como a pisos, en el territorio de la diócesis de Ourense. En esos acercamientos contactan con entre 200 y 250 mujeres cada año. Les dan información sociosanitaria y forjan un primer contacto que pueda dar frutos para una atención posterior.
El perfil de las víctimas de la prostitución es de una mujer latinoamericana —los principales países son Colombia, Venezuela y Brasil—, de entre 30 y 35 años y con unas condiciones precarias de origen de las que se aprovechan las personas y redes que las captan.
Si tuviera que definirlas diría que son mujeres valientes capaces de salir adelante pese a haber vivido cosas tremendas que no somos capaces ni de imaginar
«Las mujeres en contexto de prostitución, en situación de trata y de explotación sexual tienen en Alumar un lugar en el que sentirse acompañadas y guiadas en todo su recorrido». La Delegación del Gobierno en Galicia valora así la labor de Cáritas, a la que otorga este año uno de los reconocimientos Meninas, con los que la administración estatal destaca la labor de personas y de entidades que brillan por su compromiso en la erradicación de la violencia de género, el apoyo a las víctimas y la lucha por la igualdad.
La entrega tendrá lugar el 22 de noviembre en el Hostal de los Reyes Católicos, en Santiago de Compostela. «Este tipo de cosas dan vitalidad para continuar dando voz a mujeres que están invisibilizadas», indica Fernández.
Las principales demandas que plantean las víctimas son un empleo, una vivienda, trámites administrativos básicos, como el padrón, la regularización de su estancia en España y el acceso al sistema sanitario, especialmente relevante para controles ginecológicos, por el riesgo de su trabajo.
Muchas necesitan ayuda psicológica. «Es clave saber escuchar, ser capaz de transmitir y trabajar por su empoderamiento», destaca la educadora. «Si tuviera que definirlas diría que son mujeres valientes capaces de salir adelante pese a haber vivido cosas tremendas que no somos capaces ni de imaginar».
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