La terapia con burros, el vínculo que estimula y calma
Más de 60 personas con discapacidad participan en las actividades terapéuticas con asnos de la asociación ANDREA en Allariz
El apego emocional aporta beneficios cognitivos, físicos y sociales
Los animales campan libres en 1.000 hectáreas de la Reserva de la Biosfera, ayudando a prevenir incendios

La terapia con burros, el vínculo que estimula y calma / Alan Pérez
Elena y la burra Esperanza se buscan con los ojos y acuden la una al encuentro de la otra. Una conexión especial las vincula en las sesiones de terapia. El animal derriba la distancia que la mujer, una persona con discapacidad intelectual grave que reside en el centro de Aspanas en A Peroxa, suele manifestar al relacionarse con el entorno.
«Se suelta de la mano de la profesional que la acompaña y va a buscar a Esperanza. Es capaz de distinguirla entre el resto de animales, siente una afinidad especial, se acerca y permanece con ella durante toda la sesión. La terapia genera una gran profundidad de interrelación, fomenta la plasticidad cerebral, despierta la atención de los beneficiarios, lo que resulta muy importante para los procesos de aprendizaje y memoria. Y a nivel físico también aporta beneficios», describe Elsa Pérez, psicóloga clínica de la Asociación Nacional para la Defensa, Recuperación y Estudio Terapéutico de la Especie Asnal, más conocida como ANDREA, por las siglas.
La entidad, que cumple 20 años en 2025, lleva a cabo programas de estimulación multifuncional asistidos con animales, desde su sede en Salvador dos Penedos (Allariz). La Diputación de Ourense ha renovado el apoyo económico a la iniciativa. Este año, más de sesenta personas con una diversidad funcional y dificultades de tipo físico, psíquico o social —usuarios de entidades como Aspanas, Limisi, Autismo Ourense o la residencia Valverde de la Fundación San Rosendo— se benefician de la terapia con burros.
Durante meses, con una periodicidad semanal, llevan a cabo actividades terapéuticas diseñadas por el equipo multidisciplinar de ANDREA, concebidas para «apoyar el desarrollo físico, emocional, cognitivo, comunicativo o social de las personas que participan en el programa, teniendo en cuenta las necesidades y los objetivos terapéuticos específicos de cada usuario o usuaria», destaca la asociación. Las caricias, los abrazos, la interacción cercana con un animal que se deja querer reporta múltiples beneficios a los usuarios.
«Nos permite realizar un trabajo muy completo con la persona, a distintos niveles: psicomotriz, psicológico, comunicativo y cognitivo», describe Elsa. «Los usuarios ganan capacidad de atención al interactuar con estos animales. El ambiente es alegre y motivador», valora la experta. El corazón de los equinos «tiene un campo magnético muy amplio, mucho mayor que el de una persona. De forma natural, a medida que transcurre la sesión, el ambiente se relaja. Es muy visible», relata la psicóloga.
«Les aporta tranquilidad, relajación, paz, aprenden a respirar al son de los animales»
«Para ellos salir del centro ya es una experiencia positiva de por sí, pero además estas sesiones con los animales los ponen contentos, llegan eufóricos. Es una actividad fantástica», expresa Uxía Gómez, educadora social de Aspanas. Quince residentes del centro de A Peroxa, dedicado a personas gravemente afectadas por una discapacidad, participan en la terapia con los asnos. Pasean con ellos, juegan, los acarician, cepillan su pelo... «Les aporta tranquilidad, relajación, paz, aprenden a respirar a su son», destaca la educadora.
«La gran motivación que inspiran los burros para el contacto y la interacción con ellos nos permite trabajar a un nivel profundo. El vínculo emocional que se crea al interactuar con un ser vivo supone una fuerte estimulación a nivel cerebral, que aprovechamos para mejorar, aumentar, potenciar o restablecer diversas funciones cognitivas», indica Elsa Pérez. «Numerosas investigaciones científicas demuestran el carácter terapéutico del contacto con los animales, dentro de un programa riguroso, dirigido y mediado por profesionales», indica la psicóloga.
Evitan incendios y son un atractivo turístico
La manada, formada por 17 animales, campa en libertad por una extensión de 1.000 hectáreas, en pleno núcleo de la Reserva de la Biosfera. Al caer el sol, regresan por sí solos a la cuadra. Con su pastoreo, los animales previenen los incendios forestales. Son, además, un atractivo turístico. Los senderistas que recorren la zona, en medio de una naturaleza esplendorosa, coinciden con frecuencia con los asnos en ruta.
Elena era remisa a acercarse a los animales en las primeras sesiones. Sus dificultades para comunicarse y relacionarse erigieron al principio un muro. El trabajo terapéutico con los burros de Allariz fue acortando la distancia, hasta disiparla. Esperanza y Elena son uno.
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