Los vigilantes del fuego desde las alturas

Galicia tiene una red de 177 cámaras para detectar incendios, pero el factor humano aún es diferencial: 173 personas, 39 en Ourense, otean el horizonte desde torres de observación | “Tenemos el ojo entrenado, aportamos mucha información”

La vigilante Rocío Freijedo, en la plataforma de la caseta de Cabeza de Meda, muestra uno de los últimos lugares donde ha ardido.

La vigilante Rocío Freijedo, en la plataforma de la caseta de Cabeza de Meda, muestra uno de los últimos lugares donde ha ardido. / ALAN PÉREZ

Javier Fraiz

Javier Fraiz

Ourense

Rocío Freijedo Conde (O Carballiño, 1983) abre las puertas de un balcón, atraviesa una ventolera y sale a la plataforma de la caseta de vigilancia de Cabeza de Meda, en la cumbre de Nogueira de Ramuín, una oficina insertada en la naturaleza. Bajo sus pies se extiende una alfombra gigante que alcanza el horizonte, cosiendo el territorio entre distintas provincias e incluso países.

Una visión de 360 grados, que solo dificulta un poco un parque eólico en el entorno, le permite viajar, sin moverse de su ubicación, desde los confines con los que limita el Xurés, ya en Portugal, hasta el Cañón del Sil; desde las tierras de A Limia y un sector de la Serra de San Mamede en Maceda, hasta los montes de Ribadavia, Avión o A Cañiza; desde Monforte, Chantada, Montederramo o Quiroga hasta su tierra, en el alto de A Madanela, en la comarca carballinesa.

La lucha contra los incendios forestales incorpora avances tecnológicos en cada campaña –en esta se suman motobombas con ‘tablet’, más cámaras de vigilancia y hasta máquinas ‘2 en 1’ capaces de desbrozar y de arrojar agua para ayudar a la extinción–, pero el factor humano aún es clave.

En el operativo contra el fuego, Galicia cuenta con un total de 173 vigilantes que observan el horizonte desde casetas y torres situadas en lugares estratégicos, con una amplia visión del medio. Treinta y nueve de estos profesionales, como Rocío, ejercen en los distritos forestales de Ourense, la provincia más afectada de la comunidad.

Las llamas han calcinado más de 102.000 hectáreas en la última década en territorio ourensano. El 70% de las parroquias gallegas consideradas como de alta actividad incendiaria –28 de un total de 50 zonas de especial riesgo– se encuentran en la provincia.

La red de cámaras en Galicia se ha ampliado hasta 177 dispositivos en 88 emplazamientos, lo que permite cubrir el 85% del territorio, según la Xunta. “La tecnología es un complemento muy eficaz, sobre todo para el centro de coordinación, porque permite ver cómo avanzan los incendios, pero el factor humano siempre va a estar ahí”, considera Freijedo.

La posición elevada y la observación con prismáticos permiten detectar fuegos a distancia.   | // ALAN PÉREZ

La posición elevada y la observación con prismáticos permiten detectar fuegos a distancia. / ALAN PÉREZ

“El vigilante tiene una visión panorámica y amplia desde una zona elevada. Aunque la alarma la haya dado el 085, nosotros aportamos mucha información sobre ese incendio, porque conocemos los puntos de agua, las pistas con un mejor acceso para la extinción, sabemos detectar si se trata de una falsa alarma, si el fuego procede de una quema alimentada, si arde en matorral, en arbolado o en pasto, si van apareciendo más focos, si es solo polvo levantado por un tractor... También podemos servir de enlace cuando se pierde la cobertura”, enumera esta profesional.

“Creo que somos muy necesarios en el operativo”, resume. Hace casi veinte años, desde 2005, que trabaja en el servicio público de prevención y extinción de incendios, siempre como vigilante. Antes de recalar en 2020 en la caseta de Nogueira de Ramuín se dedicaba a la vigilancia del monte en puestos fijos del distrito de O Carballiño.

"Si el fuego se encuentra ya en arbolado, el humo es más negro, y si afecta a un pasto, más blanco. Cuando arden coníferas es más amarillo. Además, por el humo de un incendio puedes detectar si hay o no viento"

La torre elevada de Meda ha detectado más de un centenar de incendios en los últimos diez años. Recientemente, Rocío divisó una columna en la zona de Xunqueira de Espadanedo, y fue capaz de identificar, casi con la precisión de un satélite, el lugar exacto donde ardía. “Indiqué que estaba en la carretera de Paradela a Pardeconde, y era justamente allí”, amplía la profesional.

El conocimiento del terreno a base de la observación constante facilita a los vigilantes una serie de referencias –montes, construcciones, carreteras, etcétera– con las que son capaces de situar rápidamente el lugar en el que está ardiendo en ese momento. Cuando es necesario se ayudan del mapa para precisar. Toda la información fluye por la emisora.

Rocío Freijedo habla por la emisora, con el mapa delante.

Rocío Freijedo habla por la emisora, con el mapa delante. / ALAN PÉREZ

El color del humo da información

La vista es su mejor herramienta y Rocío goza de una buena salud ocular. “Para poder trabajar de vigilante es necesario superar unas pruebas de visión con los dos ojos, de cerca y de lejos”. Cuando la retina por sí sola no es suficiente, el prismático aporta los aumentos necesarios. “Cada persona tiene su manera de trabajar, pero la mía es comenzar con barridos a simple vista. Si noto algo inusual paso al vistazo con prismáticos. Después de mucho tiempo acabas conociendo el tipo de humo que ves”, dice Freijedo.

Las formas, los colores, los movimientos describen qué está pasando, ante los ojos expertos de estos profesionales. “Por ejemplo, el humo de una chimenea suele salir muy recto y es pequeño, mientras que el de un incendio normalmente se va moviendo”, indica Rocío. El tono que adquiere la columna también da información.

“La capacidad de detección de incendios con la que contamos hoy en día es muy alta; con la red de cámaras de la provincia tenemos un 80% del territorio cubierto"

Sandra Martínez

— Jefa del servicio provincial de prevención

“Si el fuego se encuentra ya en arbolado, el humo es más negro, y si afecta a un pasto, más blanco. Cuando arden coníferas es más amarillo. Además, por el humo de un incendio puedes detectar si hay o no viento. Es una información sobre estabilidad atmosférica que también puedes transmitir”, relata. De noche –las casetas también están operativas en la oscuridad– la luz anaranjada de las llamaradas es la principal señal de alerta.

Los prismáticos facilitan la labor de observación.

Los prismáticos facilitan la labor de observación. / ALAN PÉREZ

Doce casetas de vigilancia fija en la provincia

“La capacidad de detección de incendios con la que contamos hoy en día es muy alta”, enlaza Sandra Martínez Paz, la jefa del servicio de prevención de incendios forestales en Ourense. “Con la red de cámaras de la provincia tenemos un 80% del territorio cubierto, más las 12 casetas de vigilancia fija de la provincia, situadas en lugares estratégicos desde las que es posible visualizar varios distritos”.

La tecnología mejora la eficacia del dispositivo, pero no desplaza sino que complementa la labor humana. “Los vigilantes son un eslabón más, siguen siendo muy útiles. Aunque muchas de las alarmas se dan desde el 085, porque cada vez hay mayor concienciación social, y aunque las cámaras nos permiten visualizar también, los vigilantes nos aportan una información extra, porque tienen el ojo entrenado, son personal formado. Un alertante que llama al 085 no suele saber clasificar la importancia. Lo que hacemos enseguida es preguntar a la caseta más cercana. Esa visión y esa información nos sirven para movilizar recursos”, explica Martínez Paz.

Sandra Martínez Paz es la jefa del servicio provincial de prevención y extinción de incendios forestales.

Sandra Martínez Paz es la jefa del servicio provincial de prevención y extinción de incendios forestales. / ALAN PÉREZ

Desde la torre de vigilancia de Cabeza Meda, Rocío siente ante sí la inmensidad. El sentimiento se contagia, porque la amplitud del territorio resulta sobrecogedora. Es la naturaleza a una escala real. “Estar aquí en el medio del mundo no es para todos”, dice ante el periodista.

"Trabajar aquí aporta mucha paz mental"

La emisora es su hilo con el mundo. Tiene un botón de emergencia en la radio para alertar si sucediese algo, porque el suyo es un trabajo solitario, aunque esté conectado de eslabón en eslabón con el resto del dispositivo.

La vigilante Rocío Freijedo observa el horizonte, con el Cañón del Sil justo enfrente.

La vigilante Rocío Freijedo observa el horizonte, con el Cañón del Sil justo enfrente. / ALAN PÉREZ

Camino de los veinte años de experiencia en la detección de incendios, la ourensana mira al entorno desde su atalaya y no duda: “Trabajar aquí aporta mucha paz mental. Estar en la naturaleza tira”.

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