Un céntrico ‘hotel’ para curas en el corazón de Ourense

Una casa permite a los sacerdotes ya retirados o aún en activo una vida compartida, libres de la soledad indeseada

Tienen pensión completa, lavandería y limpieza en habitaciones individuales

En la diócesis hay solo 147 sacerdotes que aún ejercen; 39 superan los 76 años

En el salón de la casa sacerdotal de Ourense, los curas comparten momentos de convivencia, jugando a las cartas, viendo los partidos de fútbol o leyendo la prensa.

En el salón de la casa sacerdotal de Ourense, los curas comparten momentos de convivencia, jugando a las cartas, viendo los partidos de fútbol o leyendo la prensa. / IÑAKI OSORIO

Javier Fraiz

Javier Fraiz

Ourense

En la calle Lamas Carvajal, al lado de la imponente iglesia de Santa Eufemia, una treintena de curas comparte su vida en la casa sacerdotal San Juan de Ávila, un recurso que ha cumplido seis décadas abierto, gracias a una gran reforma acometida a principios de los noventa tras la que siguieron mejoras puntuales para garantizar la comodidad y la funcionalidad.

En un edificio sobrio y contiguo a la sede del Obispado de Ourense, esta especie de hotel, que incluye pensión completa así como lavandería y limpieza en habitaciones individuales con baño propio, permite a los sacerdotes mayores ya retirados, así como también a los de otras edades que continúan en activo, experimentar una vida autónoma, sin perder la independencia, unida a la posibilidad de disfrutar de momentos de convivencia, a salvo de la soledad no deseada, en pleno corazón del casco histórico, en una de las zonas más transitadas de la ciudad.

“Tienes compañeros con los que compartir, y eso da al hogar un calor distinto. Además, dispones de una serie de servicios que nos ofrece esta casa sacerdotal, y que uno solo no podría asumir ni sufragar por su cuenta”, apunta Miguel Blanco, uno de los residentes más jóvenes. A sus 48 años –al servicio de la diócesis desde 2001, en el sacerdocio activo desde 2022, después de una etapa previa como diácono–, ejerce en siete parroquias de los municipios ourensanos de A Merca, Celanova y A Bola.

"El sitio es muy céntrico, tenemos cerca los centros médicos, los comercios, todo"

Celso Rodríguez, sacerdote en Fátima desde 1991, reside en esta casa desde hace medio siglo. “No tenía familia, así que me parecía la mejor opción para no estar solo”, afirma. Con anterioridad ya había vivido en grupo en el Seminario Menor. “Me alegró poder formar parte de esta comunidad, en la que tienes la ventaja de no preocuparte por ninguna cuestión externa, pues todos los servicios necesarios están cubiertos. El sitio es muy céntrico, tenemos cerca los centros médicos, los comercios, todo. Desde que se reformó, la casa quedó muy mejorada. Aquí estamos muy contentos”, valora este religioso veterano.

“La vida sacerdotal no lleva aparejada obligatoriamente la vida comunitaria, pero esta casa la fomenta, a la par que da un servicio a los sacerdotes, porque tienen las comidas preparadas, la ropa limpia, habitaciones individuales, cada una con su baño, una capilla y actividades comunitarias”, explica el director

Con su testimonio puede dar fe de los cambios en la profesión, ahora muy envejecida. “En los principios, éramos muchos jóvenes y pocos mayores. Ahora somos muchos mayores y poquísimos jóvenes”, enfatiza. Según datos facilitados por el Obispado de Ourense, en la diócesis quedan 147 sacerdotes en activo. Un total de 39 –el 26,5% del colectivo– supera los 76 años. Hay una docena de curas con más de 85 y que siguen trabajando. El número de sacerdotes que aún no ha cumplido los 65 se sitúa en 78 en la demarcación de Ourense. Treinta y uno, el 21% del total, son menores de 50 años. Hay dieciséis de estos que no han cumplido todavía los 40. Solo dos curas en ejercicio en la diócesis no alcanzan los 30 años de vida.

La casa sacerdotal San Juan de Ávila está ubicada en un edificio contiguo al Obispado de Ourense y a la iglesia de Santa Eufemia.

La casa sacerdotal San Juan de Ávila está ubicada en un edificio contiguo al Obispado de Ourense y a la iglesia de Santa Eufemia. / IÑAKI OSORIO

Esta casa nació para los sacerdotes jóvenes, que trabajaban en la ciudad y así podían disponer de una vivienda con todos los servicios. Ahora cada vez tenemos más años y estamos menos sanos”, bromea José Pérez, el deán de la catedral de Ourense. Él también reside en el edificio San Juan de Ávila.

“Como Celso, había estado con anterioridad en el Seminario Menor, y ahora nos vemos aquí otra vez”, añade, con su proverbial sentido del humor. José Pérez lleva doce años en la casa sacerdotal, en la que ya había estado en una etapa anterior. “Vivía en un piso con las sobrinas, pero cada una se buscó su vida, y yo me dije: “¿Qué pinto solo?”, recuerda el deán.

“La vida sacerdotal no lleva aparejada obligatoriamente la vida comunitaria, pero esta casa la fomenta, a la par que da un servicio a los sacerdotes, porque tienen las comidas preparadas, la ropa limpia, habitaciones individuales, cada una con su baño, una capilla y actividades comunitarias”, destaca José Seijo, director desde hace dos años de esta pensión sacerdotal en el centro de Ourense.

El director de la casa sacerdotal, José Seijo (tercero por la izquierda), con varios de los residentes.

El director de la casa sacerdotal, José Seijo (tercero por la izquierda), con varios de los residentes. / IÑAKI OSORIO

45 plazas y 8 trabajadores

Hace unas semanas, en el momento de este reportaje, había 35 residentes. Las plazas disponibles permiten alojar a la vez a 45. Ocho personas trabajan para garantizar los servicios: dos cocineras, una lavandera, dos personas para la limpieza y tres conserjes.

La mayoría de los usuarios son de la diócesis de Ourense, pero también hay de Lugo y Astorga e incluso procedentes de Tanzania. Benedicto llegó de ese país africano para aprender castellano, estudiar pastoral y, probablemente, quedarse en España para ejercer el sacerdocio, una profesión con falta de relevo, en la que las vocaciones nunca sobran. En la parroquia ourensana de Cristo Rey amplía su formación eucarística.

“Somos sacerdotes y somos amigos, reñimos a veces, nos alegramos muchas otras y lo pasamos muy bien, con nuestros defectos llevamos la convivencia sin ningún problema”, dice el deán de la catedral

Vino sin saber una palabra de español y está aprendiendo poco a poco. Sabe algo de inglés y yo hago de puente. Además, está yendo a la Escuela Oficial de Idiomas dos días a la semana, durante dos horas”, explica José Fernández, un antiguo profesor del Seminario que decidió marcharse a Estados Unidos y, durante 23 años, desarrolló su carrera sacerdotal en Trenton, en el estado de Nueva Jersey.

“Empecé a notar la nostalgia del país y decidí regresar. Me jubilé en 2020 allí y en junio de 2023 volví a Ourense”, relata. Su labor de apoyo a Benedicto renueva su vocación docente, que no había desaparecido. “La experiencia es muy enriquecedora. Siempre he sido profesor: de inglés, lengua y literatura españolas, y también de gallego. Ahora vuelvo, aunque pensé que había perdido facultades”, pero al contrario, las mantiene.

José Fernández ayuda con el idioma a Benedicto, un religioso procedente de Tanzania que está en Ourense para llegar a cura.

José Fernández, que fue profesor en el Seminario, ayuda con el idioma a Benedicto, un religioso procedente de Tanzania que está en Ourense para llegar a cura. / I. OSORIO

“Estamos abiertos a ayudarnos y a colaborar unos con los otros. Esa actitud de compañerismo y de acogida siempre está ahí”, enlaza Celso Rodríguez.

Las comidas y las sobremesas –los usuarios pueden desayunar de 8 a 10, el almuerzo es a las 14.15 y la cena, a las 21 horas– ofrecen tiempo de convivencia. En el salón comunitario, regado con la luz natural que atraviesa unos grandes ventanales, se reúnen para leer la prensa, jugar a las cartas y ver los partidos de fútbol. “Somos sacerdotes y somos amigos, reñimos a veces, nos alegramos muchas otras y lo pasamos muy bien, con nuestros defectos llevamos la convivencia sin ningún problema”, comparte el deán.

En los ratos de ocio queda lugar para la fe, porque es la vocación que eligieron en vida. “Todos los días hay eucaristía a las doce y, por la tarde, rezamos el rosario y las vísperas, a las seis y media. Son actos voluntarios, no están reglados como en una comunidad religiosa”, precisa el director.

Un grupo de residentes de la casa sacerdotal de Ourense, en la capilla del edificio.

Un grupo de residentes en la casa sacerdotal de Ourense, en la capilla del edificio. / IÑAKI OSORIO

Sacerdotes que disfrutan de estancias de solo unos días, o que están de paso en Ourense, tienen la opción de alojarse en la casa, en la que además se facilitan las visitas de los familiares y allegados de los residentes.

Solo hay una mujer entre los habituales inquilinos. Milagros Fernández, de 94 años, lleva dos décadas. Siguió después de que falleciera su hermano Daniel, un cura que fue misionero en Venezuela. “Mis sobrinos me dicen: ‘Qué suerte tienes, estás en el centro de Ourense, tienes un apartamento nuevo y aún por encima pagas poco’”, destaca esta mujer, que trabajó como enfermera en Vigo y ahora, en su vejez, se ocupa de los ornatos en la capilla y del cuidado de las plantas en las dos terrazas de la casa. “Me vale mucho para la salud, me encanta”.

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