Una tesis constata el impacto de la redes sociales en los trastornos alimenticios en la adolescencia

La investigadora y trabajadora social Paula Frieiro concluye que la baja autoestima y una mayor socialización por este medio elevan el riesgo

Presentación de la tesis doctoral con la autora, Paula Frieiro (3ª por la derecha).

Presentación de la tesis doctoral con la autora, Paula Frieiro (3ª por la derecha). / FdV

S.F.

La investigadora y trabajadora social Paula Frieiro analiza en su tesis doctoral la influencia que las redes sociales y la autoestima tienen en los trastornos de conducta alimentaria (TCA), afecciones cada vez más presentes en la adolescencia y que tienen mucho que ver con factores biológicos, psicológicos y socioculturales. El estudio se centra en este colectivo de edad y concluye que la socialización en redes, la autoestima y las variables personales y familiares “repercuten sobre el riesgo de padecer estos trastornos”.

La tesis, ya defendida, tiene mención internacional y estuvo dirigida por el profesor Rubén González de la Facultade de Educación e Traballo Social del campus de Ourense. La investigadora sostiene que el estudio de la autoestima relacionada con los trastornos alimenticios es “trascendental”, ya que se relaciona de manera central con la construcción de la propia imagen corporal. La creciente socialización a través de las redes sociales genera “situaciones de comparativa social que repercuten sobre la autoestima y la salud mental” y, precisamente, los trastornos de conducta alimentaria son frecuentes en esta etapa de la vida. Entre un 6% y un 8% de los adolescentes presenta afecciones relacionadas y las cifras se están incrementando, alerta Paula Frieiro.

El 90% son mujeres

A partir de los resultados, la investigadora identifica en su tesis una evidencia “clara y suficiente” de la importancia de considerar la autoestima en el estudio de los trastornos, al mismo tiempo que se deben tener presentes otras cuestiones como la influencia del entorno familiar, factores socioculturales y, de manera específica la perspectiva de género, ya que el 90% de las personas diagnosticadas con TCA son mujeres. “El género, la edad, el curso académico y el tipo de centro generan diferencias significativas en los niveles de autoestima de la población adolescente”, apunta.

Ilustración de la tesis realizada por la investigadora.

Ilustración de la tesis realizada por la investigadora. / FdV

La investigadora pudo comprobar que el uso de las redes sociales está relacionado de forma significativa con el posible desarrollo y perpetuación de los trastornos alimenticios. El riesgo de padecer trastornos de la conducta alimentaria, explica, “está influenciado por el tiempo de uso de redes, por el tipo de interacciones que se producen y por las fotografías compartidas, así como por el género y el contexto sociocultural de las personas usuarias de redes sociales”.

La investigación realizada por la trabajadora social evidencia un aumento de conductas relacionadas con TCA en la adolescencia cuando la autoestima es baja, del mismo modo que una mayor socialización a través de las redes eleva el riesgo.

Impulsar la prevención

Por este motivo, la tesis incide en la necesidad de impulsar la prevención en el uso de las redes sociales fomentando entre este colectivos habilidades como el pensamiento crítico sobre la información que se percibe a través de estos medios. Los primeros cursos de ESO, indica Paula Frieiro, “son determinantes para la prevención-intervención de los TCA”. De hecho, apunta que es fundamental trabajar la autoestima positiva en esta etapa ya que previene un amplio rango de problemas de conducta, emocionales, de bienestar general y de salud mental tanto en la adolescencia como en la posterior edad adulta.

La tesis aborda también la respuesta a esta problemática desde el trabajo social, destacando que la intervención y el acompañamiento social pueden conducir a una “mejora sustancial” de los TCA a nivel individual y familiar, ya que pueden mejorar el impacto sobre el proyecto de vida de la persona afectada y mejorar las dinámicas familiares.

Desde el trabajo social, concluye, “se pueden formar grupos de apoyo, promover talleres socioeducativos, utilizar herramientas de resolución de conflictos y mediación familiar”, e incide en considerar las necesidades de conciliación familiar frente a esta enfermedad.

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