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La hostelería ourensana desborda todas sus expectativas para marzo por San José

Algunos restaurantes tuvieron que abrir la cocina más horas que un domingo habitual para atender toda la demanda | Ni siquiera en los locales de la periferia del casco histórico era fácil encontrar mesas libres

Los restaurantes se llenaron para la hora de la comida, pero muchos empezaron la celebración un poco antes. | // IÑAKI OSORIO

Después de unas fiestas navideñas y un entroido con lleno hasta la bandera en la hostelería, encontrar sitio para comer este domingo 19 de marzo –San José– en los restaurantes de la capital llevaba días siendo complicado. Los teléfonos no paraban de sonar y a mitad de semana algunos lugares ya contaban con todas sus mesas reservadas.

La estampa se repetía tanto en los más clásicos del mapa gastronómico de Ourense –como es el caso del restaurante Sanmiguel, un histórico de 70 años en la ciudad– hasta los más nuevos –como Ceibe, que Lydia del Olmo y Xosé Magalhaes abrieron en agosto del 2020, que recibió en el mes de noviembre una estrella Michelin y cuenta también con un sol de la Guía Repsol–. “Estamos completos. Pero no solo para hoy, sino todos los fines de semana hasta principios de abril”, respondían en este último, rascando unos minutos a la faena ajetreada entre fogones.

En Casa Toñita –ubicado en la misma calle que los dos anteriores– tampoco era posible encontrar un hueco desde mitad de semana. “Ahora mismo no te puedo atender porque estamos hasta arriba y si paramos esto se vuelve un caos”, se excusaban por no poder responder a las preguntas de este periódico. “Sí te puedo decir muy rápidamente que hay mucho más trabajo que un fin de semana normal, está siendo frenético”, aclaraba Julio Vázquez.

Otro emblema de la ciudad ubicado en la calle Santo Domingo, que cerró durante la pandemia y reabrió sus puertas a finales de 2021 con nuevos dueños, ofrecía el sábado la posibilidad de comer más tarde a los que no encontraban lugar en ningún establecimiento. “Intentamos no cerrar la cocina más tarde de las 15.00 horas pero va a estar complicado”, confesaban en O Meigallo a mediodía.

Tampoco en O Lar da Sabela –en la plaza Eironciño dos Cabaleiros– había mesas libres. “Notamos cierta desesperación en la gente por encontrar dónde comer, pero sintiéndolo mucho estamos diciendo que ya estamos completos”, explicaba uno de sus trabajadores. “Un fin de semana normal aún nos quedan algunas mesas libres el propio domingo para los que prefieren improvisar y no reservan, pero esta vez el sábado ya sabíamos que no iba a haber ninguna”, añadían.

No solo en las calles del centro era complicado encontrar hueco. También en aquellos restaurantes situados en otros puntos de la ciudad. Tal es el caso de Camden, en el número 128 de la avenida Buenos Aires. “Desde el martes ya no podemos aceptar reservas porque estamos a tope, eso un fin de semana normal no nos pasa”, relataban. “Y además las mesas son para más comensales. ¡Ojalá fuera así más días y la gente se animase del mismo modo!”, bromeaban.

Las altas temperaturas hicieron que la Plaza Mayor se llenase a la hora del vermú. | // IÑAKI OSORIO

Justo enfrente de este local se sitúa, cada domingo, un puesto de pulpeiros desde hace años. La cola era más larga de lo que habitualmente suele ser y los clientes empezaron a llegar más temprano por miedo a quedarse sin su ración. “Los días de fiesta es más común que en vez de una se lleven dos, o tres, porque se juntan más miembros de la familia a comer”, comentaban los encargados del negocio sin parar de cortar y aliñar.

Las terrazas, a la hora del vermú, también estaban a rebosar gracias a los cielos despejados y la buena temperatura de la jornada –se llegaron a registrar algo más de 20 grados al sol en las horas centrales del día–. Después de varias jornadas con lluvia de manera intermitente, los ourensanos cambiaron el paraguas por las gafas de sol para disfrutar el domingo a plenitud.

Las zonas de Viana y Vilariño tuvieron una alta ocupación hotelera

La celebración de la octava edición de la mascarada ibérica también dejó altas cifras de ocupación en las zonas rurales próximas a Viana do Bolo y a Viñariño de Conso. La euforia del entroido –que se resiste a recogerse hasta el próximo año– y el buen tiempo acompañaron a los curiosos que se acercaron a descubrir figuras ancestrales de toda la Península Ibérica que se dieron cita en la provincia.

La capacidad hotelera –ni de lejos pensada para eventos como este– hizo que muchos de los visitantes de fuera de Galicia tuvieran que buscar alojamiento en municipios cercanos a las dos localidades que concentraron las celebraciones el sábado y el domingo. La participación en el festival ViboMask de grupos de Esukadi, Asturias, Cantabria, Castilla la Mancha, Castilla y León, Portugal y las cuatro provincias gallegas terminó de redondear el fin de semana para los hosteleros de gran parte de la provincia.

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