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El sueño que pervive tras una historia de terror rural: “‘As Bestas’ está muy bien”

Mañana se estrena en cines la película de Sorogoyen inspirada en el homicidio del holandés Martin Verfondern | Margo, la viuda que habita la aldea de Petín (Ourense) donde ocurrió: “Soy muy feliz aquí”

Margo Pool, en su casa de Santoalla. BRAIS LORENZO

Hacía frío y llovía. El tiempo tan desapacible en la bienvenida era una premonición, una metáfora por anticipado de unos hechos impensables cuando Martin Verfondern y Margo Pool llegaron en noviembre de 1997 a Santoalla do Monte, una remota aldea de Petín, rodeada por un paisaje esplendoroso. Una población engullida por tiempo, donde la emigración y el abandono fueron causando estragos durante lustros.

Un largo viaje en autocaravana atravesando Europa condujo a la pareja a su destino, feliz en los primeros tiempos, amargo en los años siguientes, trágico finalmente.

La historia atravesada por el crimen en 2010 de Martin, cometido por uno de los miembros de la única familia nativa, se reflejó en la prensa, se rememoró en un documental de los estadounidenses Andrew Becker y Daniel Mehrer –fue la proyección inaugural del Festival de Cine de Ourense, en 2016– y ha inspirado la película ‘As Bestas’, un thriller rural con guion de Rodrigo Sorogoyen –el director– e Isabel Peña.

Margo cuida de 40 cabras –hace queso–, un caballo, tres perros, seis gatos, unas gallinas y de la huerta. “Trabajo siempre hay”. Su casa resiste entre callejuelas y las viviendas demolidas por los años, en ruinas. “El pueblo cada vez se cae un poco más"

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Es una coproducción entre España y Francia con las interpretaciones de los actores galos Denis Menochet y Marina Foïs y de los gallegos Luis Zahera y Diego Anido. Tras una gran acogida en Cannes, varios premios en San Sebastián y Tokyo, y después de ser una de las tres preseleccionadas para los Oscar, la cinta, basada en lo que sucedió en Santoalla, pero grabada durante meses en la aldea berciana de Quintela, llega mañana a las salas de España.

El miedo, la xenofobia, los contrastes en la forma de entender la vida son algunos de los temas de un film de suspense, drama y terror rural en el que una pareja francesa que recala en la Galicia interior sufre el acoso de dos hermanos del pueblo.

En el cementerio que corona la aldea reposan los restos de Martin. En Santoalla sigue la vida de Margo, que cultiva todavía la idea que empujó a la pareja a buscar el paraíso hace 25 años. “Soy muy feliz en Santoalla, muy feliz”, subraya la mujer, de 69 años, que acoge en su casa a voluntarios dispuestos a colaborar en las labores de su proyecto vital.

La tumba de Martin en el cementerio de Santoalla. BRAIS LORENZO

Margo cuida de 40 cabras –hace su propio queso–, un caballo, tres perros, seis gatos, unas gallinas y de la huerta. “Trabajo siempre hay”. Su casa resiste entre callejuelas y las viviendas demolidas por los años, en ruinas. “Primero hubo tanto tiempo seco y después mucha lluvia de repente, y el pueblo cada vez se cae un poco más, pero es lo que hay”, cuenta Margo, algo resignada.

Hace tiempo que en el lugar se respira la atmósfera que el director Chano Piñeiro capturó en la película “Sempre Xonxa”, de 1989, donde Santoalla fue protagonista por primera vez, antes de la violencia.

Margo Pool, con algunas de sus cuarenta cabras. BRAIS LORENZO

Hace unos meses, a Margo le mostraron en su casa el resultado de ‘As Bestas’ para que pudiera conocerla antes que la gran mayoría. Le ha gustado cómo se narra una historia que está basada en la suya propia. “Está muy bien hecha”, asegura, “aunque muchas cosas son diferentes”, porque esas son las licencias de la ficción. Margo valora que el cine, el periodismo y la ficción, el terreno al que lleva ‘As Bestas’, ayuden a mantener con vida la memoria de Martin, y su ideal compartido.

Vista del pueblo de Santoalla, en Petín. BRAIS LORENZO

Buscaban un entorno natural, aguas limpias, aire puro y tranquilidad, un techo de estrellas lejos del bullicio de Amsterdam. La gran ciudad los había saturado y en el corazón de las montañas de Valdeorras proyectaban un futuro diferente, mejor.

Venían de un entorno urbano y cambiaron el chip: aprendieron a cultivar la huerta, a cuidar de los animales. Idearon una vida ecologista en estrecha vinculación con las raíces. Cuando se removieron asuntos terrenales, cuando confluyeron maneras distintas de ver el mundo desde el pequeño universo de Santoalla, el sueño de los holandeses degeneró hacia la tragedia.

Una disputa sobre los derechos de propiedad del monte comunal complicó de forma definitiva la convivencia con la única familia nativa que quedaba en la aldea. Martin fue víctima de un odio enconado en la casa de al lado. El holandés documentó la peligrosa realidad con la que convivía con su videocámara y los dispositivos de seguridad que instaló en casa; aquellas imágenes alarmantes se consumaron.

Juan Carlos R. G., el autor del disparo que acabó con la vida del holandés de Santoalla. BRAIS LORENZO

Juan Carlos R. G., el vecino con una discapacidad intelectual del 67% que se paseaba por el pueblo con una escopeta de caza, al que había grabado rociando con veneno la huerta, le disparó el 19 de enero de 2010. “Cogí la escopeta e hice: ‘boom, boom’. Me escondí y que me encuentren”, confesó a dos guardias civiles.

El crimen permaneció oculto, como una desaparición, hasta el hallazgo casual del todoterreno de Martin en un monte a 18,5 kilómetros –y, en las proximidades, sus restos óseos–, a mediados de 2014. En 2018, Juan Carlos R. G. fue condenado a 10 años y medio de cárcel, tras el veredicto de culpabilidad de un jurado. Su hermano Julio, que escondió el cuerpo y el vehículo en un paraje poco transitado, salió absuelto porque la ley exime a los familiares directos del delito de encubrimiento.

Cuando Juan Carlos recibió la sentencia ya había cumplido un tercio de la pena en prisión provisional, así que los permisos de salida llegaron pronto. Tiene prohibido acercarse a Santoalla y a la viuda durante 11 años y 5 meses.

Casi trece años después de los hechos, sin perder la memoria pero sin renunciar a la vida, Margo conjuga su presente y su futuro en Santoalla.

Margo prepara algo de comer en su casa de Santoalla. BRAIS LORENZO

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