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La pospandemia estrecha el vínculo de niños y mayores en el único centro intergeneracional de Galicia

El curso de vuelta a la normalidad refuerza la integración de las personas de más edad en tareas con los pequeños: “Beneficia a nivel físico y psicológico; los mayores aportan valores que no existirían sin ellos”

Los mayores comparten acciones y espacios con los pequeños, por ejemplo colocando los baberos en el comedor. INAKI OSORIO

Frente a un aparente abismo por varias décadas de diferencia de edad, pero derribando el muro de los prejuicios, aparecen espacios y momentos de relación entre mayores y pequeños en el único centro intergeneracional de Galicia. En España solo hay otro de las mismas características en Granada.

En A Farixa, en un recinto construido por la Fundación Amancio Ortega y gestionado por el Consorcio Galego de Servizos de Igualdade e Benestar, conviven en una edificación moderna, diáfana y luminosa una escuela infantil con 75 plazas de 0 a 3 años –hay 59 matriculados, y 11 más se incorporarán este mes– y un centro de día para mayores, con 40 plazas, casi siempre cubiertas.

"Los mayores no son personas que hayan acabado su proceso, sino que pueden seguir ayudando. Y para los niños, lo que se aprende desde pequeños prevalece en el futuro, y permite avanzar en un cambio de pensamiento para mejorar las relaciones sociales"

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En el recinto la arquitectura, las actividades y la filosofía de trabajo están pensadas para forjar vínculos entre niños y ancianos, integrar a los mayores en el día a día de los pequeños y crear una transferencia de emociones y valores que resulte positiva para las dos edades, dentro de las particularidades de cada una. 

La pandemia había roto la magia, porque había alejado a las dos partes para evitar contagios. La normalidad, aun con alguna medida que se mantiene para los mayores –la mascarilla es obligatoria para ellos y los profesionales del centro de día, pese a que en las actividades que realizan en el exterior ya no la llevan– ha eliminado la distancia y ha estrechado el vínculo, que da sentido al proyecto.

Los usuarios del centro de día también ayudan a los pequeños con los mandilones. INAKI OSORIO

A veces en la sociedad actual se aparta un poco a las personas mayores. Cuando se las incluye en las dinámicas de las aulas, no solo en 0 a 3 años, sino que sería estupendo que sucediera también en otros ciclos, los niños se acostumbran a convivir con ellas, y de cara al futuro van a tener una relación social mucho más amable e integradora. Los mayores no son personas que hayan acabado su proceso, sino que pueden seguir colaborando y ayudando a su manera en las familias y la sociedad. Y para los niños, lo que se aprende desde pequeños prevalece en el futuro, y abre un camino importante para avanzar en un cambio de pensamiento para mejorar las relaciones sociales”, reflexiona Yolanda Gómez, directora de la escuela infantil, en la que trabajan catorce profesionales entre profesoras, educadoras y personal de servicios generales.

"El objetivo es eliminar todas las barreras posibles, pero ya no solo físicas, sino también en cuanto a prejuicios, estereotipos o miedos que pueda haber por nuestra parte, de las personas usuarias o de las familias"

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“A raíz de la pandemia se desvincularon mucho las dos partes, y ahora lo que pretendemos es que las actividades sean comunes, porque eso beneficia física, motora y psicológicamente tanto a los mayores como a los niños”, completa.

“Priorizamos poner el foco de atención en que tanto los adultos como los niños se relacionen, diseñando espacios y buscando momentos en los que pueda existir esa conexión. El objetivo es eliminar todas las barreras posibles, pero ya no solo físicas, sino también en cuanto a prejuicios, estereotipos o miedos que pueda haber por nuestra parte, de las personas usuarias o de las familias”, describe Adriana Pérez, la supervisora del centro de día.

En la sala de la escuela infantil donde duermen los más pequeños, dos mayores con deterioro cognitivo acogen en su regazo, con mimo y atención, a los bebés. Las profesionales observan y supervisan, sin restar autonomía. En ese encuentro cercano, las emociones brotan, la magia aparece.

El trato con los bebés resulta beneficioso para mayores con deterioro cognitivo. IÑAKI OSORIO

"Se sienten útiles y su autoestima aumenta"

“Intentamos que todas las personas participen en todas las actividades, pero la interacción con los bebés es muy sensorial, al igual que con las personas que tienen un mayor deterioro, a los que yo prefiero denominar personas con capacidades más específicas”.

La conexión es inmediata y hace que los mayores “estén más despiertos, que se sientan útiles, que su autoestima aumente, porque asumen una responsabilidad. El rol que adopta un adulto ante un bebé está muy interiorizado y es una de las cosas que notamos que más tarda en desaparecer”, señala la supervisora del centro de día, conformado por un equipo de doce profesionales: trabajadora social, educadora social, terapeuta ocupacional, psicólogo y gerocultoras, además del personal de limpieza.

Los usuarios han ganado libertad y alegría con la vuelta a la normalidad. Valoran con creces el contacto cercano con los pequeños. “No tener ya una verja en el medio entre la escuela y el centro, o un cristal que esté impidiendo el acercamiento, algo tan físico y evidente, se nota mucho”, indica Adriana Pérez.

Un gruño de niños de la escuela infantil, en una zona de juegos. INAKI OSORIO

Los pequeños se encuentran aún en fase de adaptación al centro tras el verano. Es un proceso gradual, desde los primeros días en que se nota más el desapego, hasta que se logra la normalidad, gracias a la absorción de rutinas diarias. Entre septiembre y noviembre se aprenden y afianzan, explica Yolanda Gómez. 

"El objetivo es que vayan afianzando rutinas junto con los mayores, para que vean habitual estar con ellos, que vengan y los ayuden en sus tareas”

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Desde el principio, son diversas las actividades con las que los mayores se integran en la rutina de los niños: participan en la colocación de los baberos sobre la mesa del comedor, ayudan a los menores a ponerse el mandilón, y se dedican carantoñas, risas y bromas en el patio, donde la alegría se contagia, donde se demuestra que no hay edad para la meta de ser feliz.

“El objetivo es que vayan afianzando rutinas junto con los mayores, para que vean habitual estar con ellos, que vengan y los ayuden en sus tareas”, dice la responsable de la escuela infantil.

Luz, de 86 años, es usuaria del centro intergeneracional desde antes de la pandemia. Celebra la vuelta a la práctica normalidad, pese a la mascarilla, que ya aborrece. “¡Son más ricos los niños!”, dice mientras sigue el ritmo a uno que corretea con un tractor de juguete.

A Luz le gusta cantar, y su energía la comparte con los pequeños, también gracietas y trabalenguas, y su ánimo se carga como una batería al convivir con ellos en el día a día del centro.

Luz, de 86 años, juega y se divierte con unos niños. INAKI OSORIO

"Son encantadores, la jornada se hace más divertida"

“La vida del país ahora la darán ellos, son el futuro”, destaca Artemio, otro usuario, de 85 años. Lola, de 84, acude a A Farixa desde 2021. “Me gusta mucho ver a los niños, son encantadores, la jornada se hace más divertida”, destaca. “Les cuentas cualquier cosita y ya les hace gracia, también voy a ponerles los baberos y los mandilones...”, relata.

Lola y Artemio, en compañía de unos niños en el patio del centro intergeneracional. INAKI OSORIO

"Trabajamos la conexión con otras generaciones, en colegios, institutos o asociaciones"

Las historias de vida de los mayores son compartidas fuera del centro en ocasiones. “Trabajamos la conexión con otras generaciones, en colegios, institutos o asociaciones. Todos nos necesitamos, porque convivimos en los mismos espacios y tenemos necesidades comunes. Cuando hacemos proyectos con los jóvenes, ya a una edad más consciente, los adolescentes acogen muy bien la figura, experiencia, paz y respeto de los mayores. Aportan unos valores que no existirían en la sociedad sin ellos. Necesitamos hacer una transmisión de su cultura, para que no desaparezca”, subraya Adriana Pérez.

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