Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

En familia luchando contra el fuego

Una emisorista, dos conductores de motobomba y una vigilante: un matrimonio, dos hermanos del varón y un trabajo en común, la extinción de los incendios forestales

Manuel Míguez, su hermana Rosa y su mujer Begoña Soto: conductor, vigilante y emisorista en el distrito forestal XI, O Ribeiro-Arenteiro. FERNANDO CASANOVA

“A veces, cuando tenemos alguna comida familiar sale un tema de conversación sobre los incendios”, reconoce entre risas Begoña Soto, emisorista en el distrito forestal XI, el de O Ribeiro-Arenteiro, que engloba los municipios de las comarcas de O Carballiño y Ribadavia. “Alguno de fuera nos dice: ‘¡No empecéis, eh!’”, enlaza su cuñada Rosa Míguez, que trabaja como vigilante en la caseta ubicada en la sierra de A Magdalena, la única del distrito, uno de los 12 puntos de vigilancia fija de la provincia de Ourense, entre los 44 que hay en toda Galicia.

Begoña y Rosa son dos de los integrantes de una misma familia que se dedican a una labor común: la extinción del fuego. Manuel Míguez, marido y hermano, respectivamente, es conductor de motobomba, aunque actualmente goza de liberación sindical. José Antonio, un hermano de Manuel, trabaja también en el operativo, al volante de uno de estos vehículos pesados que se utilizan en la extinción del fuego. La vocación se transmite: una hija de Rosa cuenta con la titulación de agente forestal, tras haber trabajado en su momento como vigilante móvil, una tarea a la que también se dedicó, durante un tiempo, una hija de Begoña y Manuel.

“Ahora se trabajan 12, 13, 14 o 15 horas durante cuatro o cinco días seguidos, y eso no hay cuerpo que lo aguante”

decoration

“El primero de la familia en empezar fui yo, en 1991. Ya estábamos casados”, recuerda Manuel, de 59 años. “En aquella época no había personal para trabajar en los incendios, casi era necesario buscar a la gente por los pueblos”, señala. La posibilidad de acceder a un empleo para el que había una amplia oferta permitió que no solo él, sino más miembros de su familia, consiguieran entrar.

Su situación, dice Míguez, no es la más frecuente pero tampoco excepcional. Dado el contexto de aquella época, en la que existía una necesidad de efectivos, hay más casos de familias que lograron un puesto en el operativo de extinción. “Yo estaba sin trabajar en aquel momento, había un hueco y decidí echar la solicitud. Desde entonces me cogieron siempre. Mi otro cuñado, José Antonio, había acabado la mili y también había un puesto libre”, explica Begoña.

Manuel, Rosa y Begoña, junto a un vehículo forestal. FERNANDO CASANOVA

En sus comienzos en el operativo, el matrimonio ya tenía hijos, pero la administración no facilitaba medidas de conciliación como las que permiten en la actualidad una adaptación del turno, y compaginar los horarios de la pareja para repartirse el cuidado de los niños. Sin embargo, hay aspectos de la jornada laboral que aún convendría mejorar, indican.

“Ahora se trabajan 12, 13, 14 o 15 horas durante cuatro o cinco días seguidos, y eso no hay cuerpo que lo aguante”, subraya Manuel. “Habría que mejorar la situación y alternar, por ejemplo, un día de trabajo con otro de descanso”. Su esposa añade que “la gente está pidiendo este tipo de cuadrantes, pero de momento no se ha llegado a nada”.

"El teléfono suena constantemente"

Lunes 29 de agosto, cuatro de la tarde. Un incendio iniciado a unos 300 metros de las casas, en Cenlle, activa las alarmas. Los teléfonos no paran de sonar. El trajín en la sala de los emisoristas se prolonga durante varios minutos, mientras el operativo de la base, que ocupa una nave en Ariz (O Carballiño), se pone en marcha.

Sí se nota estrés en un verano como este. El teléfono suena constantemente, tienes que meter los datos en el ordenador, te llaman por un teléfono, tienes al jefe por el otro...”, describe Soto, de 53 años, emisorista desde 1992. “Ha habido mucha evolución tecnológica en estos 30 años. Ahora las comunicaciones están totalmente informatizadas”, compara esta trabajadora.

La reacción tras recibir una alerta por un incendio. FERNANDO CASANOVA

El 10 de agosto, el distrito sufrió una jornada complicada, con el nivel 2 de peligro activado en todo el territorio debido a varios fuegos virulentos en O Irixo, Boborás y O Carballiño. “Estaba el personal desplazado en varios focos distanciados, casi no se daba abastos”, relata Begoña.

Los emisoristas de los distritos reciben las comunicaciones del centro de coordinación provincial, ubicado en Ourense, y este a su vez está en contacto con la central autonómica, en Santiago. Una vez se introduce la alarma en el sistema o se recibe el aviso telefónico, “llamo al momento al técnico y él decide quiénes acuden al incendio. Es un protocolo jerarquizado”, indica.

Begoña, en su puesto de trabajo en el distrito forestal O Ribeiro - Arenteiro, el número XI. FERNANDO CASANOVA

“Hay gente muy joven a la que le falta experiencia en la extinción”

Con la visión que dan tres décadas de experiencia, la impresión de Manuel Míguez es que “se ha mejorado mucho en vehículos, materiales, medios de protección como EPI, tecnología y herramientas, pero quizá la coordinación falla. Antes la gente estaba más adaptada”.

Su esposa Begoña coincide. “Hay gente muy joven a la que le falta experiencia en la extinción”. Se aprecia “sobre todo” a nivel de los mando, apunta Manuel.

“Hay mucho más combustible forestal y más calor que antes, y los incendios tardan menos tiempo en hacerse grandes”

decoration

Unos veinticinco años lleva su hermana Rosa ejerciendo de vigilante fija en una caseta en la sierra de A Magdalena, en la confluencia de los municipios de O Carballiño, Piñor y O Irixo. Se trata de un punto elevado, a más de 800 metros de altitud, desde el que la profesional comunica la alerta tras divisar la columna de humo y distinguir si es una emergencia real o una falsa alarma.

“Doy el aviso, trato de localizar dónde se produce, veo si sube más o no, si me parece una quema o un incendio...”, describe. El cambio climático ha alterado el comportamiento del fuego tras su inicio. “Hay mucho más combustible forestal y más calor que antes. Tardan menos tiempo en hacerse grandes”, afirma.

"Hace años, alrededor de los pueblos estaban las fincas labradas y paraban el fuego, y eso ahora no pasa. Antes podías tener 50 o 60 incendios en un mismo día, pero se llevaban mejor que ahora. Muchos pueblos están abandonados"

decoration

Se acumulan periodos largos de tiempo sin llover, cuando en los veranos de antes normalmente había precipitaciones en junio, julio o agosto. Además, las temperaturas son mucho más altas. Actualmente, los incendios son muchos menos en número pero más grandes que en el pasado, porque hay mucha más maleza, más combustible. Hace años, alrededor de los pueblos estaban las fincas labradas y paraban el fuego, y eso ahora no pasa. Antes podías tener 50 o 60 incendios en un mismo día, pero se llevaban mejor que ahora”, expone Manuel. Su mujer asiente. “Muchos pueblos están abandonados. Antes había animales en las aldeas, y ahora no queda casi ninguno”, añade Begoña.

¿Y las causas? “Hay de todo”, señala la emisorista. “Con bajo riesgo, la gran mayoría suelen deberse a imprudencias. En esta época también hay muchas, pero otros son intencionados”, afirma Rosa, la vigilante.

Rosa, Begoña y Manuel, una familia unida también por el trabajo. FERNANDO CASANOVA

Compartir el artículo

stats