Este martes, Fayez Hafi comenzó el día de su 25 cumpleaños, a más de 6.500 kilómetros de su país, con clases particulares de español, para sortear cuanto antes la barrera del idioma, para que le resulte más fácil seguir las sesiones en el máster en Ciencia y Tecnología Agroalimentaria y Ambiental, que empieza a cursar en septiembre en el campus de Ourense de la Universidad de Vigo.

El 20 de diciembre del año pasado, Fayez salió de Afganistán para procurarse un futuro lejos de su país, sumido en la pobreza y en la guerra, donde se ha producido un gran retroceso de los derechos humanos –con las mujeres como las víctimas que más sufren–, tras la toma de poder del régimen talibán en agosto de 2021, después de la salida precipitada de Estados Unidos.

"Tuvimos que abandonar nuestro hogar y escondernos"

Antes de que la situación empeorara en Afganistán hace un año, Fayez residía en un distrito de Herat junto a su familia. Después de que los talibán asaltaran el poder, se marcharon a la ciudad en busca de refugio. Así lo relata el joven: “Cuando los talibán llegaron al poder, tuvimos que abandonar nuestro hogar y escondernos en otro lugar de la ciudad de Herat con mi familia. Salí de Afganistán y mi familia se quedó por no tener pasaporte. Los talibán habían bloqueado el proceso de emisión de pasaportes a los afganos”, explica.

Se cumple un año de la entrada de los talibanes en Kabul

Se cumple un año de la entrada de los talibanes en Kabul Agencia ATLAS / Foto: Reuters

En Teherán, la capital de Irán, estuvo cuatro meses antes de poder llegar a España. “Después de entrevistarme y obtener un visado de la embajada española, entré en España el 31 de marzo”, recuerda. Tras una estancia inicial en Madrid, Fayez recaló en Ourense. En la actualidad, el joven afgano vive con tres jóvenes españoles en un piso del centro, a pocos minutos a pie del campus.

Otra asociación, Yaran, cuyo nombre significa en persa “cooperación entre amigos”, se dedica a dar apoyo a refugiados afganos, como es el caso de Fayez, en su proceso de integración y promoción personal, con un acompañamiento para superar obstáculos, para la adquisición eficiente y rápida del idioma o para favorecer el acceso a la universidad. La entidad pone el acento en la importancia de facilitar los trámites para que los refugiados puedan seguir o ampliar sus estudios. Su labor es atraer y retener el talento que ha tenido que abandonar sus países.

Fayez, en el vestíbulo de la biblioteca del campus. FERNANDO CASANOVA

Gracias a la colaboración del decano de Ciencias, Francisco Javier Rodríguez Rajo, el joven puede colaborar en el verano como voluntario en el laboratorio de la facultad. Una experiencia que considera muy positiva, “para aprender y adaptarme a la forma de estudiar e investigar en España”.

Su deseo es quedarse a vivir en Ourense, traer a toda su familia y emprender aquí: “La gente es muy amable y hay libertad para todo”

Al incrementar su formación y experiencia, las expectativas laborales serán mayores. Una empresa gallega envió una carta a Fayez, cuando todavía se encontraba en Madrid, en la que le decía que una vez finalice el máster podrá optar a un empleo.

Toda su familia permanece en Afganistán –habla con ellos por WhatsApp, una vez por semana, sobre todo con su madre– y su deseo es poder traerlos a Ourense para vivir juntos en libertad, empezando probablemente por su hermano mayor, de 26 años.

El plan es que también él estudie en el campus el máster de Gestión Empresarial del Deporte, en el que de hecho ya ha sido admitido. “Tiene una cita el próximo mes en la embajada de Teherán, quizás aprueben su visado y pueda venir. El resto de mi familia deberá esperar al pasaporte”.

“Con mi trabajo en Afganistán pagaba los gastos de mi familia. Cuando me fui, mi hermano trabajaba en una compañía alimentaria en la que yo lo introduje, pero cerró. Ahora mismo no hay nadie en mi familia trabajando, y la situación económica es mala”

En su país, Fayez se licenció en Tecnología de los Alimentos y llegó a trabajar como auditor jefe de calidad alimentaria para empresas de varios países. También desempeñaba una labor social de defensa de los derechos humanos y de las mujeres.

“Con mi trabajo en Afganistán pagaba los gastos de mi familia, porque el salario era bueno. Cuando me fui, mi hermano trabajaba en una compañía alimentaria en la que yo lo introduje, pero la empresa cerró. Ahora mismo no hay nadie en mi familia trabajando, y la situación económica es mala”.

"Las niñas no pueden ir a las escuelas, las mujeres no pueden trabajar. Los niños están en la calle trabajando como máquinas de lavar. Las personas que trabajaban para organizaciones extranjeras no pueden quedarse. Los talibán cogen a gente y la matan"

Cuando repasa la situación en su país, su gesto se ensombrece. “La situación del país es horrible. En Afganistán no puedes salir con tu esposa a caminar, te piden un papel para ver si estás comprometido o no. Las niñas no pueden ir a las escuelas, las mujeres no pueden trabajar. Los niños están en la calle trabajando como máquinas de lavar. Las personas que trabajaban para organizaciones extranjeras, como americanas o españolas, no pueden quedarse. Los talibán cogen a gente escondidamente y la matan. Millones de refugiados salieron a Irán, Pakistán, Tayikistán... Cuando llegaron al poder fue un día negro para todos, especialmente para las mujeres. Ahora mismo la situación es mucho peor para ellas”, relata con pesar.

Cuando habla de su nueva vida en Ourense, a Fayez se le ilumina el rostro. Le encantan “el verde”, los paisajes, los calamares, las zamburiñas –y muestra una foto de una comida–, las termas y el mar pero, sobre todo, los derechos que reinan, la paz social.

“La gente es realmente amable y aquí las personas tienen libertad para todo”, valora. Su plan es quedarse a vivir y emprender aquí, con su formación superior. Y ser libre con los suyos a su lado, lejos del horror.

Fayez cumplió ayer, en Ourense, 25 años. J. F.