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Los dramas de la peor pesadilla

Enrique, Raquel o Manuel, los nombres propios de la desolación en Alixo: “Que pasara esto... es una cosa que todavía no me la creo”

Raquel Borrajo no puede reprimir las ganas de llorar ante la que era su casa. Brais Lorenzo

Tres días después de perder su vida entera, levantada entre cuatro paredes, hay vecinos y vecinas de Alixo, en O Barco, que se sientan a mirar el desastre ante sus ojos. No sienten pasar el tiempo y focalizan la mirada en una catástrofe sin acabar de creerse lo que pasó. Tienen la sensación de que están en sueño y es una pesadilla, una mala pesadilla.Hay otros,que resignan y le dan vueltas a la visita de Pedro Sánchez y Alfonso Rueda. Un paseo más programado que empático, con una zona de Alixo en la que las casas son escombros.

Enrique Pérez se sienta en un banco de madera delante de la que era su casa. Habla en pasado y del pasado del monte, cuando era productivo y estaba cuidado. También lo hace de la visita del presidente del Gobierno al que le dijo que “hay que tener más limpio el monte, porque fue el monte el que nos hizo esto y hay que tener más maquinaria y producir en el monte, además de hacer cortefuegos. Pero no le tocan a nada...”.

Raquel: "No nos queda otra que levantarnos”

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Raquel Borrajo tiene 76 años y es de Alixo, nació en la zona cero de O Barco. Decidió comprar una casa para pasar los meses de verano y desde el domingo está durmiendo en la casa de su hermana en O Barco de Valdeorras. No puede reprimir las lágrimas al volver a ver el cadáver de la que era su segunda residencia, esa donde pasaban las tardes de verano. Raquel es positiva a pesar de todo: “Hablaremos con los hijos y haremos lo que podamos, no nos queda otra que levantarnos”.

Manuel comenta que “el otro día trajimos al obrero a limpiar arriba y a limpiar abajo, para que estuviera limpio. Pero que pasara esto... Es una cosa que todavía no me la creo”. Él padece de una enfermedad y fue intervenido y señalaba que “esto me está afectando mucho. Lo perdí todo, no nos quedó ningún castaño para coger castañas”.

Enrique, sentado frente a su casa destrozada. //BRAIS LORENZO BRAIS LORENZO

Ayer los vecinos se acercaban de nuevo tras días desde el infierno. Seguían sin dar crédito y ni las posibles ayudas o la posible declaración de zona catastrófica animaban a algunos para resurgir de las cenizas, para empoderarse y levantar aquello que quedó hecho polvo. Raquel no pudo recoger las medicinas porque los desalojaron, Enrique se quedó vacío y Manuel no podía contar lo que nunca más recuperará porque le hace daño.

Son los nombres propios (a parte de otros muchos más) en el epicentro de una pesadilla, que no se acaba ahora, si no que se mantendrá a lo largo del tiempo. “Cada día que pasa es peor, te vas dando cuenta de lo que sucedió”, dice otro vecino.

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