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“Soy Katia y ahora vivo en Maceda”: ucranianas en clase para salvar la barrera del idioma

Mujeres refugiadas aprenden español para facilitar su integración. En su estancia lejos de la guerra se sienten “felices” por el trato, pero “mal”: cada día “es diferente”, afirman

Varias mujeres ucranianas de Maceda que aprenden español con la concejala y maestra jubilada Ana Rodríguez. FERNANDO CASANOVA

“Un café sin leche”, dice una de las mujeres en su pupitre, mientras ensaya que está en un bar y pide una consumición. “Hola, me llamo Katia, ahora vivo en Maceda. Soy de Ucrania, de Irpin”, indica en su presentación. “Me llamo Iryna, tengo 34 años. Mi hijo Max, 8 años. En Ucrania administraba un salón de belleza, mi profesión es enfermera”, expresa esta joven.

En su nuevo lugar de residencia, mientras la guerra sigue golpeando a Ucrania a 3.500 kilómetros, ya ha probado a trabajar de camarera. “Hola”, “buenos días”, “buenas tardes”, “buenas noches”, “hijo”, “hija”, “el mejor”, “muy bien”, chica...”, enumera Natalia en el nuevo idioma que trata de asimilar.

"No sabemos el tiempo que estarán aquí, pero la lengua es un método muy útil para ellas, fundamental desde el punto de vista del desarrollo personal y social"

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“Me llamo Mariia, soy de Ucrania, tengo 46 años, mi hijo Evgeni, 10 años, está en el colegio en Maceda. Maceda me gusta”, completa otra compañera, que poco después incorpora un matiz: “Cada día es diferente”. Iryna exterioriza ese sentimiento de aflicción y de vaivén emocional, compartido, y se ayuda de la mímica. Se sienten “felices” con el trato que reciben, pero están “mal”.

Las mujeres ucranianas, en la clase de español, este pasado miércoles. F. CASANOVA

Una decena de refugiadas que residen en este municipio de Ourense de 2.800 habitantes desde mediados de marzo –en una expedición humanitaria llegaron nueve niños y adolescentes más diez mujeres adultas– aprenden español para mejorar su integración salvando la barrera del idioma, tan alejado, de entrada, de su alfabeto de base cirílica.

"Están muy motivadas en aprender"

“Son mujeres con profesiones diversas: hay una bibliotecaria, una cocinera, una enfermera... No sabemos el tiempo que estarán aquí, pero la lengua es un método muy útil para ellas, fundamental desde el punto de vista del desarrollo personal y social”, destaca Ana María Rodríguez, una maestra jubilada que cada lunes y miércoles da clases presenciales a las ucranianas de Maceda para ayudarlas a que adquieran nociones básicas de español. Rodríguez, que ejerció durante 38 años como docente, es la concejala de Servicios Sociales.

La concejala y profesora Ana Rodríguez, con dos de sus alumnas. F. CASANOVA

Partimos de situaciones comunicativas cotidianas, y vamos introduciendo la gramática a modo de apoyo. Son mujeres que cuentan con una base de alfabetización elevada, y que además están muy motivadas en aprender”, subraya.

El alfabeto, los números, la correspondencia entre los fonemas y las grafías, ejercicios de lectura... Las alumnas se van turnando y leen en alto frases modelo, con bastante soltura para las pocas semanas que han transcurrido.

“Avanzan muchísimo”

“Me llamo María López y tengo 19 años. Nací en Málaga pero vivo en Granada. Soy estudiante de primer curso de Periodismo. De lunes a viernes me levanto a las siete y media. Desayuno y camino hasta la universidad”, dicen las mujeres, dándose el relevo.

También han trabajado en la clase de este pasado miércoles cómo comprar una barra de pan, la diferencia entre plátano y banana, o entre la radio y un radio. Más tarde escriben en la pizarra sus nombres y también el de Maceda, su tierra de acogida. “Avanzan muchísimo”, afirma Rodríguez.

La profesora, con Iryna, una de las mujeres ucranianas que aprenden español. FERNANDO CASANOVA

Las lecciones presenciales, que comenzaron a las dos semanas de su llegada a Maceda y tienen lugar los lunes y los miércoles durante dos horas, las complementan con las clases online con la UNED de Pontevedra, los martes y viernes. Los menores que van al CEIP de Maceda –6– y al instituto también siguen una inmersión lingüística.

Todas estas mujeres están conectadas por su situación vital, y en el aula algunas comparten lazos familiares: Katia e Iryna, dos de estas alumnas, son cuñadas. Mariia es la hija de Natalia. “La primera y la segunda semana se sentían más cohibidas pero ahora se van abriendo más, aunque hay gente que es más tímida que otra. Pero notas que hay una evolución”, indica la profesora.

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Durante sus primeros pasos con el idioma se han apoyado en la tecnología, con la ayuda del traductor de Google. “Cuando no sabían ni decir hola, tuvimos una presentación en vivo y en directo. Por mimetismo te involucras en un diálogo echando mano de los recursos que tienes, para reproducir un poco las situaciones comunicativas prácticas. Saben mil saludos”, dice, e Iryna contesta: “Hola, qué tal, cómo estás”.

Empezaron “rompiendo barreras” con estas nociones básicas. Después pasaron al alfabeto. “Tienen una competencia comunicativa desarrollada y están muy interesadas en aprender. Yo quería ayudar y esto está siendo muy gratificante”, expresa la maestra y edil.

Un grupo de alumnas ucranianas, con la profesora en el aula. FERNANDO CASANOVA

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