A la piel recién estrenada en el entorno más próximo al Puente Viejo, un monumento nacional catalogado como Bien de Interés Cultural, le han salido cicatrices, y muy temprano.
Apenas un mes después de la inauguración del espacio, acondicionado por la Xunta en la zona de continuidad entre el puente, el acceso al colegio Salesianos y la iglesia de Os Remedios, han aparecido las primeras pintadas, uno de los signos más visibles y frecuentes del vandalismo, que cada año cuesta decenas de miles de euros a las arcas públicas, a los particulares y a las comunidades de propietarios de edificios.
En uno de los bancos de la explanada que conecta un extremo del Puente Viejo con el templo han estampado una pintada. Hay varias en el paso subterráneo que conduce al paseo fluvial. También hay inscripciones de este tipo –puramente dañinas, muy lejos del arte– en una estructura próxima al mirador erigido hacia el puente de origen romano.
La mejora del entorno monumental –es la segunda fase de las obras de puesta en valor– supuso una inversión de 1,6 millones de euros. La Xunta prevé instalar una fuente de agua termal, aprovechando una surgencia detectada en la zona.