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Juicio con jurado por el homicidio del Bar Novo

Un crimen por 2 gramos de cocaína: “O me mata él o... Y cogí la botella y se la clavé en el cuello”

Dice que siente “remordimientos” y que la víctima “no se merecía perder así la vida”. “Estaba en otro mundo, por el mono; cuando pasó me dije: ¿qué acabo de hacer?”. El ADN, una llamada a la víctima y las cámaras de los bolardos y una gasolinera, pruebas en su contra

Jonatan R. P., el homicida confeso, durante su interrogatorio en la primera sesión del juicio con jurado. IÑAKI OSORIO

Si pudiera volver atrás me hubiera ido, por un lado por lo que pasa ahora y por otro porque creo que él no merecía perder así la vida”. Son palabras de Jonatan R. P., de 40 años, que se enfrenta desde este lunes a un juicio con jurado por el homicidio del hostelero Evaristo M., de 65 años, el propietario del Bar Novo de la calle Colón de Ourense, al que mató tras una discusión por la droga, la noche del 4 de febrero de 2020.

El encausado ratificó en la vista el reconocimiento de los hechos que ha mantenido desde que fue detenido en mayo de 2020. Quería llevarse 4 gramos de cocaína pero, como tenía una deuda previa de unos 300 euros con el hostelero, este no quiso fiarle más de 2. Tras una discusión y un forcejeo, en el que llegó a golpear a la víctima con una pistola en la cabeza, lo mató seccionándole la yugular con un trozo de una botella de cristal.

“O me mata él o... Y cogí la botella y se la clavé en el cuello. Entré en otro mundo, nos peleamos y acabamos así. Cuando pasó todo, miré para él y dije: ¿qué hago, qué acabo de hacer?”, manifestó el autor confeso ante el jurado.

La Fiscalía, la acusación particular –representa a una de las hijas– y la defensa coinciden en el relato de los hechos. “Sucedieron tal cual la fiscal los ha relatado”, dijo la letrada este lunes. La cuestión a debate en el juicio, que continúa este martes con las declaraciones de los policías y peritos, es si procede aplicar las atenuantes de confesión y de grave adicción a las drogas que solicita la abogada del encausado.

De consumir 5 o 6 gramos de cocaína diarios a estar "limpio", asegura el acusado. “Solo tomo medicación para dormir, porque tengo remordimientos y por pensar en lo que tengo que enfrentarme”

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“Mi trabajo es defenderlo, para eso estoy aquí”, indicó al jurado. “Nos adherimos al escrito de la Fiscalía, pero me gustaría que se aplicasen las atenuantes de grave adicción y también de confesión tardía y arrepentimiento. En el momento de los hechos no acudió a la Policía, pero mostró su colaboración desde el minuto 1 de la detención”, esgrime.

El encausado, a su llegada al juzgado bajo custodia policial. INAKI OSORIO

Jonatan R. P. aseguró que, en el momento de los hechos, consumía unos 5 o 6 gramos de cocaína diarios, lo que requería un gasto de 300 euros. Tomaba drogas desde los 25 años, y cocaína desde unos 5 o 6. Lleva 22 meses en prisión provisional, en el centro penitenciario de Pereiro de Aguiar, donde forma parte del módulo de desintoxicación, la comunidad terapéutica interpenitenciaria, que exige consumo cero. “Estoy limpio y solo tomo medicación para dormir, porque tengo remordimientos y por pensar en lo que tengo que enfrentarme”, declaró.

"Cuatro días antes él me hizo unas amenazas, porque tenía una deuda con él de unos 300 euros, y me dijo que sabía dónde vivo, que tenía una taberna en Celanova y que podía venir a por mí si no le pagaba. Llevé la pistola por precaución, no sabía usarla"

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A las 21.23 horas del 4 de febrero, el encausado llamó por teléfono al dueño del Bar Novo para que le vendiera cocaína. Ya se había marchado del local, pero Jonatan le suplicó. “Le dije que por favor volviera, que la necesitaba. Él vivía cerca y yo llegaba en veinte minutos”.

Ya en otras ocasiones había adquirido estupefacientes en el bar de la calle Colón, del que supo el verano anterior a través de un cliente de la taberna que el encausado regentaba en Celanova. En esas transacciones anteriores, a veces utilizaba el WhatsApp y palabras en clave: “Si quería 2 gramos escribía dos bocadillos de tortilla”.

El encausado, durante el interrogatorio. INAKI OSORIO

El homicida confeso acudió con el móvil desconectado –“se me quedaría sin batería”, dijo– y con una pistola detonadora que pertenecía a su suegro, ya fallecido. ¿Por qué llevaba un arma?, le preguntó la fiscal.

“Cuatro días antes él me hizo unas amenazas, porque tenía una deuda con él de unos 300 euros, y me dijo que sabía dónde vivo, que tenía una taberna en Celanova y que podía venir a por mí si no le pagaba. La llevé por precaución, no sabía usarla”, manifestó Jonatan. La representante del ministerio público también le preguntó por qué si la situación era tensa decidió ir igualmente. Debía ir “sí o sí”, por la necesidad de la droga, manifestó.

“Me dijo que me fuera pero yo insistí y le dije que por favor”, asegura. “Ahí está mi error”

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En el Bar Novo, la persiana estaba bajada cuando el acusado llegó. Él la levantó y Evaristo M. se encontraba detrás de la barra, hacia el lado de la cocina. El encausado avanzó hacia ese lugar. “Por el mono o no sé cómo llamarlo”, dijo el homicida, “yo quería que me fiara. Le dije que sabía que yo le pagaría cuando pudiera”.

Tal y como reconoce el homicida confeso, le pidió 4 gramos de cocaína y la víctima le ofreció 2, pero no se conformó. “Me dijo que me fuera pero yo insistí y le dije que por favor”, asegura. “Ahí está mi error”, expresó el encausado.

Sin acuerdo, se produjo una discusión y un forcejeo, y después el crimen. “Él me dio un empujón, yo se lo devolví y cayó al suelo”. Según su versión, que la Fiscalía recoge en su escrito de calificación, Evaristo echó mano de un cuchillo de cortar limones o naranjas, que tenía sobre unas neveras a media altura, “yo se lo quité y lo tiré hacia un fregadero”.

A continuación, lo golpeó con la pistola. “Él cogió la botella y la rompió. O me mata él o... Me abalancé sobre él, se la quité y se la clavé en el cuello directamente”. La acusación sostiene que lo hizo “varias veces”, él afirma que una.

El levantamiento del cadáver, con policías y juez en el lugar del crimen. BRAIS LORENZO

Una vez consumado el crimen, el autor dice que “no sabía si llamar por teléfono o marcharme”. Finalmente optó por irse, con las llaves y el móvil de la víctima, que rompió después y tiró.

Antes de marcharse, miró en un bol, en la barra, donde el encausado guardaba la droga, por si encontraba más que los 2 gramos que aceptó dar la víctima. “Levanté, no había nada y me fui”. La fiscal sostiene que, antes, intentó buscar un muelle que se había salido de la pistola.

"Mi pensamiento era que si contaba esto dejaría de ver a la niña, una sobrina a la que hemos criado en casa, y de estar con mi mujer. Era esa mi mayor inquietud, y por eso no lo dije"

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Regresó a Celanova pero no acudió a su casa, junto a su mujer, sino que primero fue a otra. “Estaba de los nervios y no podía presentarme en casa, no sabía si podía contarlo”. El encausado afirma que, hasta la detención, no le comentó su implicación a nadie.

La defensa solicita una atenuante de confesión, hecho que no se produjo hasta que fue detenido. “Es verdad que pude llamar a emergencias o ir a la policía”, admite. “No sé”, contestó, cuando la acusación particular le preguntó si habría confesado alguna vez de no ser descubierto. “Desde ese día me médico porque tengo remordimientos, estoy pensando todo el día en ello, aun hoy se me acuerda”, expresó Jonatan R. P.

"Cuando el semáforo se puso en verde, se me cruzaron y ya supe que era por mí. Pues me han pillado"

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El encausado no colaboró con la justicia antes de ser descubierto porque “sabía que iría a la cárcel, y mi pensamiento era que si contaba esto dejaría de ver a la niña, una sobrina a la que hemos criado en casa, y de estar con mi mujer. Era esa mi mayor inquietud, y por eso no lo dije”, explicó en su interrogatorio.

Con todo, según añadió a una nueva pregunta, “el remordimiento lo tenía. Todos los días sufría pesadillas y me empecé a medicar. Solo yo lo sabía. Mi madre me dijo después que, si lo hubiera contado, habríamos ido a la Policía. También para eso tenía a mi mujer, pero mi único pensamiento era que dejaría de ver a mi niña”, manifestó.

Un agente, durante la inspección ocular del lugar del crimen. CARLOS PETEIRO

El 25 mayo de 2020, Jonatan R. P. fue detenido por policías de la UDEV de comisaría cuando entraba en Ourense en su furgoneta, en la calle Marcelo Macías. “Vi que un coche ponía una sirena azul, pero pensé si pasaría algo y no pensaba que sería por mí. Cuando el semáforo se puso en verde, se me cruzaron y ya supe que era por mí. Pues me han pillado”, declaró el acusado.

Tras el arresto, “me vengo abajo”, recuerda. “Llegamos a la comisaría y el subinspector me dijo que me dejaría 2 horas en un despacho para que pensara, pero yo lo pedí que, por favor, no se fuera, que yo le contaría todo ahora mismo ya”.

En aras de buscar base para las atenuantes, su abogada le preguntó si había colaborado en los registros. “Si no digo a la Policía dónde estaba el arma no la hubiera encontrado. También expliqué dónde tiré el móvil”, dijo. Además, aseguró que “por supuesto intentaría pagar” la indemnización que se establezca en la condena.

Policías a las puertas del Bar Novo, tras el hallazgo del cadáver. BRAIS LORENZO

Un delito de homicidio y un delito leve de hurto. La Fiscalía solicita una condena de 12 años de prisión. Este martes declaran policías y peritos, además de las hijas de la víctima. La fiscal ya ha adelantado cuáles son las pruebas que cercaron al acusado.

Dos agentes hicieron un seguimiento del sospechoso y recogieron una colilla, para poder cotejar su ADN con los vestigios del cristal usado como arma y de la pistola

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“Lo primero que se hizo fue pedir al Concello las grabaciones de las cámaras de los bolardos de la zona vieja. Se ve cómo Evaristo se dirige hacia su casa manipulando el teléfono. A esa misma hora hay una llamada de Jonatan”, introduce la fiscal.

“Un policía se encargó de revisar las cámaras de todos los establecimientos desde Ourense hasta Amedo”, la localidad del encausado en Celanova. “En la de una gasolinera se ve cómo viene a las 21.40 y regresa a las 22.25 horas”.

Además, en la casa del autor confeso se halló el muelle de la pistola. Dos agentes hicieron un seguimiento del sospechoso y recogieron una colilla, para poder cotejar su ADN con los vestigios del cristal usado como arma y de la pistola. En el vidrio hay perfil genético de ambos, y en el arma, de la víctima.

Los forenses informarán sobre las heridas y la causa de la muerte. “Tras estas pruebas, contarán con suficientes pruebas directas de los hechos para alcanzar un veredicto de culpabilidad”, expresó la fiscal.

La magistrada Ana del Carmen Blanco Arce es la ponente de esta causa y la presidenta del juicio con jurado. INAKI OSORIO

La fiscal: “A todos nos preocupa que pasen hechos como este, que causan una inseguridad tremenda”

Nueve mujeres y dos hombres forman parte del tribunal del jurado –incluidos dos suplentes– que dictará el veredicto sobre el crimen del Bar Novo. El juicio arrancó este lunes con la selección del jurado, tras el trámite de recusaciones a cargo de las acusaciones y la defensa. Antes del interrogatorio del encausado, cada una de las partes realizó una intervención inicial.

La fiscala de este caso, Marisa Melero, aprovechó su turno para ofrecer una explicación didáctica a los jurados sobre el desarrollo de la vista y el papel del ministerio público en la defensa del ordenamiento jurídico. “La Fiscalía actúa en defensa de todos nosotros, de la legalidad y la normativa. A todos nos preocupan que pasen hechos como este, que causan una inseguridad tremenda”, expuso Melero.

"Nuestro sistema es muy garantista y cuando el fiscal solicita más de 6 años de prisión, aun con el reconocimiento de los hechos por parte del acusado, es necesario que se practiquen las pruebas, y que ustedes lleguen a la conclusión de si es culpable"

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La fiscal, que asumió que el único conocimiento que podían tener los miembros del jurado de un proceso como este es por “las series o películas americanas”, explicó que hay diferencia en la justicia española. Y por qué, a pesar de que el encausado reconoce el homicidio, y la defensa se adhiere al escrito de calificación de la acusación pública, es preciso practicar en el juicio una serie de pruebas testificales y periciales, además de la propia confesión de Jonatan R. P.

De izquierda a derecha, la abogada de la acusación particular, la defensa y la fiscala. INAKI OSORIO

“Como nuestro sistema es muy garantista y no es igual que el americano, cuando el fiscal solicita como en este caso una pena mayor a 6 años de prisión, aun con el reconocimiento de los hechos por parte del acusado, es necesario que se practiquen las pruebas, y que ustedes lleguen a la conclusión de si es culpable. Es una garantía que se le concede al acusado”.

En Estados Unidos, si un acusado miente en el juicio incurre en perjurio, comparó de nuevo. “Aquí puede decir cualquier cosa o incluso no contestar a nadie” [quiso declarar a todas las partes]. “Y si ahora incurriera en alguna contradicción se podría aportar para que ustedes la valoren” [tampoco fue necesario].

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