Hace 271 años, una peste de cólera asoló las tierras de Caldelas. Los vecinos de la comarca imploraron a San Sebastián y San Roque para que pusiesen fin a aquel desastre y frente a la iglesia quemaron las pertenencias de los infectados. De aquella hoguera gigantesca surgió la procesión dos fachós que extendió el humo purificador del fuego por toda la localidad. Los vecinos de Castro Caldelas la repitieron cada año, sin interrupción, hasta que otra peste, la del coronavirus, les obligó a quedarse en casa. Ayer, los antorchas volvieron a recorrer el casco histórico para iluminar el fin de la pandemia.

Los fachós recorrieron el conjunto histórico con su humo purificador. BRAIS LORENZO

Dicen los vecinos de Castro Caldelas que llevan los fachós en su ADN. Por eso hace un año, cuando en plena tercera ola de la pandemia se canceló la procesión, las calles permanecieron vacías y a oscuras por primera vez en 271 años. Nadie encendió la hoguera por la mañana para preparar las brasas de los chorizos, ni repicaron las campanas en el ‘lusco fusco’. La gente, dice la alcaldesa Inés Vega, “no salió a la calle por la pena”.

Un año después, Castro Caldelas llegó a la víspera de San Sebastián con mejor ánimo. La sexta ola no ha dado tregua desde finales de noviembre, pero no ha habido casos graves ni fallecimientos en el municipio. Así que el Concello decidió retirar el componente gastronómico y festivo de los fachós para minimizar el riesgo, y celebrar la procesión de antorchas recuperando más que nunca su carácter purificador.

“Entendemos que la procesión de fuego y paja, que se hace al aire libre, tiene que celebrarse, y aprovechamos para pedir el fin de la pandemia, que también es una peste como lo fue la de la época”, apunta Vega.

El fachón grande que encabeza la procesión medía este año 35 metros. BRAIS LORENZO

Un fachón de 35 metros

Esta fiesta no tiene hora de inicio. Al caer la tarde, ya con poca luz, bajan los vecinos con el fachón grande, una pieza de paja que este año medía 35 metros, hasta el santuario de Os Remedios, donde lo depositaron durante unos minutos para que todos pudieran verlo. A continuación lo encendieron y empezó el recorrido procesional por las calles del conjunto histórico portado por un grupo de jóvenes, hasta el castillo. Tras él, 60 vecinos acompañaron la marcha con otros tantos fachós individuales. 

Inés Vega explica que se optó por este número para evitar aglomeraciones. Antes de la pandemia, si el 19 de enero caía entre semana se juntaban entre 450 y 500 fachós, y el número se disparaba a 800 si la fiesta era en fin de semana. Siempre dependiendo de la cantidad de paja disponible.

Este año son 60 antorchas alumbrando Castro Caldelas "en recuerdo de toda la gente que no las puede llevar y como simbolismo de la luz que tiene que iluminar el fin de la pandemia”, dijo la alcaldesa.