“No se puede quitar un sistema de control de acceso del tráfico al casco viejo de Ourense sin poner otra medida alternativa. Dos años después de la retirada de los pivotes que restringían la entrada en coche al casco histórico, estamos mucho peor; el tráfico rodado es incesante y a velocidad”, destacaba ayer María, vecina de la calle Colón.

Su postura responde a la de la gran mayoría de comerciantes y vecinos, quienes se quejan de que, durante el día, tanto coches de reparto, que circulan a toda velocidad, como vehículos que atraviesan la zona pese a no ser residentes, “hacen difícil creer que este barrio histórico sea peatonal”, explican. Por eso urgen al Concello medidas disuasorias para los infractores.

En febrero se cumplen dos años de la célebre foto en la que el alcalde de Ourense, Gonzalo Pérez Jácome, daba la orden de bajar oficialmente esos pivotes escamoteables de control de acceso al casco viejo, a los que él llamaba “pivotes asesinos” por la gran cantidad de daños que habían provocado a vehículos y peatones.

La promesa era instalar cuanto antes otro sistema de control, en este caso parece que serán cámaras para detectar los vehículos que acceden al casco histórico, registrando para ello la foto con sus matrículas. Si el sistema informático detecta que no es un coche autorizado, se le cursaría la correspondiente sanción al infractor. Pero en estos dos años no se hizo nada, lamentan.

Luis Rivera en su negocio de decoración del casco antiguo. // F.Casanova

Luis Rivera es presidente de Ourense Centro –la asociación de comerciantes de la zona centro de la ciudad–, pero además es vecino del casco histórico y tiene su negocio de decoración en la zona, concretamente en Doctor Marañón.

“En estos dos años la situación ha ido a peor. El casco viejo parece una zona de paso para atajar de una punta a otra de la ciudad con atascos en los colegios; hay plazas públicas convertidas en parkings de coches ilegales y como las calles no tienen ni aceras ese tráfico es doblemente peligroso para el peatón por la estrechez de las calles y la velocidad a la que circulan”, explica el presidente de los comerciantes.

Reconoce que cuando el gobierno local decidió retirar los pivotes y habló de un proyecto como el del casco viejo de Pontevedra, “lo aplaudimos, pero no hemos visto ningún avance en estos dos años: solo se retiró el sistema de control de vehículos sin otras alternativas. Ahora, los que realmente están durante tiempo aparcados en las plazas o atraviesan la zona a alta velocidad no somos los vecinos, que somos respetuosos, sino los que no viven aquí”, lamenta.

El concejal de Seguridad Ciudadana, Telmo Ucha, señaló la pasada semana en declaraciones a FARO, que los pliegos para la licitación del nuevo servicio de control semafórico e instalación de cámaras de control de acceso al casco viejo estaban ya casi rematados y en breve irá a licitación.

Los vecinos y comerciantes afirman que “les vamos a dar un voto de confianza, a ver si implantan ese modelo pero de paso, también estaría bien sanear y limpiar algunas zonas, edificios abandonados, dotar más papeleras. En resumen, poner un poco más de cariño en el casco histórico”, dice Rivera.

Suciedad en el casco viejo tras el botellón. | // Cedida vecinos

O Cimborrio denuncia además "el desastre ambiental"

La contaminación ambiental y acústica del tráfico rodado en el casco histórico es un “ruido” añadido al que desde hace años denuncian los vecinos, pero no el único. La Asociación de Vecinos O Cimborrio del casco viejo denunciaba ayer en un comunicado el desastre “ambiental” y la suciedad que genera el ocio nocturno mal gestionado. Recuerdan que en esta zona, declarada Bien de Interés Cultural, “se concentran la mayoría del ocio nocturno y la hostelería. Muchos negocios del tardeo se convierten a medianoche en “disco tascas”, y entre todos dejan tras de sí un desastre medioambiental”. Explican que muchos vecinos “huyeron” ya de sus viviendas por los ruidos y por la falta de higiene en las calles y que “para la limpieza se utilizan camiones de gran tonelaje, barredoras y sopladoras ruidosas que se esmeran, durante dos horas, en limpiar todo rastro de suciedad pero generando un desastre ecológico al gastar 150.000 litros de agua extraída del Barbaña”. Distribuyen un vídeo en sus redes “en el que queda patente, además del incivismo de la clientela y el incumplimiento de los hosteleros, la enorme hipocresía política al afirmar que el botellón está controlado, cuando toda la zona monumental es un “botellódromo”, alertan. O Cimborrio explica que en la UE, “quien contamina paga” y es el contaminador “el que tiene que pagar los gastos de su contaminación, no la sociedad, pero el Concello limpia la zona y pasa la factura a la ciudadanía”.