“La situación mundial actual es precaria para muchas personas. Sin embargo, la mayoría de las mujeres y niñas corren más riesgos. Las desigualdades y la discriminación de género impregnan todas las situaciones, ya sea una nueva pandemia o un antiguo conflicto, arraigadas disparidades en los ingresos o falta de voz política. Mujeres y niñas enfrentan riesgos y obstáculos adicionales sólo por el hecho de ser mujeres y niñas”, reflejaba el informe anual de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) de 2020.
"Las violencias sexuales tanto en el plano ‘online’ como ‘offline’ se convirtieron en un hecho generalizado"
Los datos muestran que en España se denunciaron 1.601 agresiones sexuales con penetración en lo que va de año. Se reducen a 61 si solo atendemos a las cuatro provincias de Galicia. Y 9 si el análisis se centra en Ourense. Sin embargo la violencia no tiene por qué ser solo física. De hecho, las más comunes son la psicológica, la económica y los estereotipos de género –mejor camufladas y difíciles de percibir en el día a día para quienes las padecen y quienes las ejercen–.
Con el objetivo de documentar y dejar patente cómo y cuándo empieza la violencia sexual para las menores comenzó Rosana Martínez –investigadora del Grupo de Salud, Sexualidad y Género de la Universidad de Vigo– su tesis doctoral, recientemente presentada.
La educadora social se marcó cómo objetivos analizar algunas de las situaciones que sufren adolescentes y mujeres a lo largo de su vida –tanto dentro de internet y las redes sociales como fuera de esta esfera– y profundizar en las intervenciones de la educación sexual que pueden poner fin a estos comportamientos.
Cuatro investigaciones
En este marco, inició cuatro investigaciones en las que empleó metodologías de tipo cuantitativo y cualitativo que dieron lugar a la elaboración de cuatro artículos en los que se recogen los resultados. “Visibilizan cómo las violencias sexuales tanto en el plano ‘online’ como ‘offline’ se convirtieron en un hecho generalizado, normalizado y continuo en la vida de todos”, destaca la autora.
"Los principales resultados evidencian que ellos practican más el sexting"
Una de esas cuatro investigaciones consistió en un trabajo cuantitativo en el que participaron 993 estudiantes –535 chicas y 458 chicos– de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) de Verín, O Carballiño, Allariz u Ourense, entre otros lugares. “Les dimos unas encuestas anónimas para que contestasen a preguntas sobre sus comportamientos y asimilaciones sociales. Los principales resultados evidencian que ellos practican más el sexting y consumen más contenido pornográfico en internet que ellas”, señala la ya doctora.
También muestran las conclusiones que los adolescentes presentan actitudes sexistas ambivalentes, siendo los chicos los que más envían y piden mensajes, fotos o vídeos de contenido erótico y sexual a través del móvil –mediante aplicaciones de mensajería instantánea o redes sociales, correos electrónicos u otro tipo de herramientas de comunicación– y los que más pornografía consumen. Sin embargo, son ellas las que más ejercen un control tremendamente dañino para ambos.
"A los niños se los sigue educando como autónomos y a las niñas con rasgos de dependencia"
“La justificación más plausible que encontramos a este comportamiento es que a los niños se los sigue educando como autónomos y a las niñas con rasgos de dependencia. Esto deriva en que nosotras sintamos que queremos pertenecer a alguien y llevar a cabo ese férreo control para no perder a nuestra pareja. Además de cuidar nuestra imagen en exceso para no desagradar al hombre nunca”, argumenta la investigadora.
Observar a quién le da a ‘me gusta’ en las redes sociales, si están ‘en línea’ o con quién quedaron son conductas habituales para ellas. Y aunque los chicos lo hacen menos, también pecan de excesivo control. “En algunos casos incluso les piden a sus novias que les manden la ubicación real de dónde están porque no las creen”, sostiene Martínez.
“Muchos ven porno porque tienen dudas que no les resuelven en sus casas ni en el instituto”
La tesis, titulada ‘Lo continuo de las (ciber) violencias sexuales en las mujeres: la educación sexual como prevención’, fue presentada en la Facultad de Educación y Trabajo Social del campus de Ourense bajo la dirección de Yolanda Rodríguez y María Victoria Carrera.
En sus páginas se pueden leer –además de todo lo expuesto anteriormente– los resultados de otra investigación en la que se lleva a cabo una revisión sistemática de los estudios existentes sobre programas de educación sexual –en los centros, en las plataformas digitales y con metodologías de aprendizaje mixtas– para el colectivo adolescente. Así como la efectividad de los mismos.
“Los resultados evidencian que la mayoría de estos programas se centran principalmente en reducir las conductas de riesgo como las enfermedades de transmisión sexual y embarazos no deseados. Mientras que se obvian temas como el deseo y el placer”, lamenta la educadora social.
En ningún momento se deja espacio para la reflexión de lo que a cada individuo puede gustarle, o no. “Esto es muy grave porque ellos normalizan lo que ven en el porno y algunos empiezan a los 8 años a adentrarse en esos contenidos. Cuando les preguntábamos por qué veían pornografía la gran mayoría contestaban que era porque sentían curiosidad y tenían dudas que no les resolvían ni en su casa ni en el colegio o instituto”, destaca Martínez.
"Ellos normalizan lo que ven en el porno y algunos empiezan a los 8 años a adentrarse en esos contenidos"
Que los adolescentes entiendan la sexualidad desde la identidad de género, las emociones y la conducta debería ser uno de los objetivos de los programas. “Si nos quedamos solo en cómo evitar relaciones de riesgo para no transmitir enfermedades o no sufrir un embarazo no deseado, estaremos fallando”, afirma desde la experiencia que le otorga impartir talleres en aquellos centros en los que solicitan su intervención.
Sobre si sería necesario ofrecer formación a los padres, para no dejar recaer toda la responsabilidad en el sistema educativo, se muestra rotunda: “Por supuesto que sí. Pero planteándolo a largo plazo. El problema es urgente y ahora mismo hay que atajarlo en las aulas”.
El sexting está asociado al riesgo de la ‘sextorsión’ y ellas lo sufren más que ellos
El sexting como tal no está considerado como una violencia, pero algunos obvian que sí está asociado al riesgo de padecer ‘sextorsión’. “Las chicas siguen sufriendo más por esto porque encima llevan a cabo prácticas que no les apetecen. Pero como ambos lo están aprendiendo de la pornografía, lo están reproduciendo dentro de su propia relación”, advierte sobre la ductilidad de las personalidades adolescentes –en pleno proceso de formación–. Educadas en sentirse satisfechas cuando el hombre lo está, las mujeres dejan de preguntarse si realmente se sienten a gusto y qué es lo que a ellas les despierta placer. “Además, no hay que olvidar que muchos de los comportamientos sexuales que reproducen son delito y están tipificados en el código penal como tal. Y ellos no tienen la capacidad crítica para poder analizar qué es lo que están viendo”, recuerda la docente e investigadora universitaria.