Personas, casos y cosas de ayer y de hoy
Reflexiones sobre trabajo, tiempo y vida
Federico Martinón Sánchez
Al introducir este nuevo artículo a base de reflexiones de otros autores o propias, no me queda otra que repetir, para los que me leen por vez primera, que son espigadas de las que les mando cada noche a algunos familiares y amigos a través del WhatsApp. Con ellas elaboro alguno de estos sueltos dominicales, a base de agrupar las que se refieren a determinados temas. También he de reiterarles que su originalidad es solo parcial. Unas son copiadas al pie de la letra, tal como las enunció su autor; otras son una simple modificación o adaptación y un cierto número son totalmente personales pero, de forma consciente o subconsciente, influenciadas por la lecturas de textos ajenos. El compartir o no su contenido es cosa de ustedes, mis lectores y, aún mucho menos, tengo la pretensión de que las hagan suyas.
Trabajo, tiempo y descanso
Entre nuestros mejores amores tiene que estar el trabajo. Para hacer bien lo que tenemos que hacer, tenemos que quererlo y tiene que gustarnos. Ciertos trabajos requieren capacidad física; en otros, la fuerza física exigida es pequeña, y la energía que necesitamos proviene de nuestros ideales, nobleza de espíritu, voluntad y perseverancia. Entre fuerza y voluntad, primero, y siempre, voluntad, acompañada de perseverancia. Asimismo, no basta con hacer las cosas, hay que hacerlas con “cierto estilo” para que sean válidas. Cuando hagamos algo, por pequeño que sea, pongámosle entusiasmo; notaremos que, como por arte de magia, contagiaremos a todos, comenzando por nosotros mismos. Finalmente, al emprender cualquier labor, profesional o no, siempre que sea posible, no dejemos el final para mañana. Los que dicen hoy, “ya lo haré mañana”, casi seguro que dijeron lo mismo ayer.
El trabajo exige que aprovechemos muy bien nuestro tiempo porque el tiempo es irrecuperable. El tiempo hay que gastarlo, no se puede guardar. Se repite mucho el dicho de “hay que darle tiempo al tiempo” pero también es cierta la afirmación del compositor romántico francés Hector Berlioz (1803-1869): “Se dice que el tiempo es un gran maestro; lo malo es que va matando a sus discípulos”; así que no esperemos demasiado para hacer lo que tengamos que hacer. El ahora es nuestro, aprovéchenoslo y hagámoslo grande; no se lo regalemos al mañana, que no sabemos ni si lo va a haber.
Además, el aburrimiento es una enfermedad que nunca se encuentra durante el trabajo sino durante el ocio. Nunca nos aburriremos si sabemos encontrarnos con nosotros mismos. Gary Cooper (1901-1961) fue un inteligente y gran actor estadounidense, al que concedieron tres veces el Óscar, uno de ellos por una película inolvidable: “Solo ante el peligro”. Con palabras propias o en boca de uno de sus personajes pronunció acertadas sentencias, entre ellas esta: “Un hombre feliz es aquel que durante el día, por su trabajo, y a la noche, por su cansancio, no tiene tiempo de pensar en sus cosas”. Algo que se cumple demasiadas veces, si bien en el fondo hay una cosa que es difícil de entender: uno trabaja y trabaja con el afán de terminar el trabajo y librarse de él, para después iniciar el siguiente.
Sin embargo, por encima de cualquier consideración, también hemos de dar parte de nuestro tiempo a los demás. Precisamente, una forma de hacerlo es con nuestro trabajo. Ahora bien, la entrega generosa de nuestro tiempo ha de dirigirse a quien de verdad lo aproveche y bajo la consideración de que en ningún modo podemos permitir que nadie gaste nuestro tiempo en nuestro nombre. No debemos auto-convencernos de que basta con cumplir, lo que haría verdad la irónica frase del cómico, filósofo y crítico social sudafricano Mokokoma Mokhonoana: “Los jefes están más felices los lunes. Los empleados están más felices los viernes.”
Mediante nuestro trabajo, lo confesemos o no, buscamos nuestro propio éxito o triunfo. Si nos preguntamos qué es triunfar, la contestación parece fácil: cumplir con el deber. ¿Lo hacemos? Es verdad que necesitamos oportunidades y lamentablemente, bastantes veces no existen; sin embargo, en otras muchas ocasiones lo que faltan son hombres que aprovechen las oportunidades. Además, ya que de tiempo hablamos, no deberíamos esperar a que el tiempo cambie las cosas, sino que en ocasiones hemos de cambiarlas nosotros mismos. Y cuando en el trabajo las cosas nos van mal, antes de echarle la culpa a los demás, hemos de interrogarnos sobre si hacemos lo suficiente para que nos vayan bien.
En el trabajo hemos de establecer objetivos y metas a cumplir, pero nunca límites. Lo definió muy bien el magnate norteamericano del acero Charles M. Schwab (1862-1939): “Cuando un hombre ha puesto un límite en lo que hará, ha puesto un límite en lo que puede hacer”. Lo posible lo es a corto y mediano plazo; lo imposible necesita más tiempo. Si sabes dónde estás y adónde quieres ir, ya solo te falta empezar. Y después, ya sabes: obra, esfuerzo y constancia.
Y algo más, el que quiera triunfar ha de exponerse de forma razonable, si no, corre el riesgo de quedarse siempre en la mediocridad. Si nunca queremos cometer errores, debemos quedarnos en casa y no hacer nada. Con una premisa, en la búsqueda del éxito no hay límite de edad. Por muchos años que tengamos podemos aún triunfar, hay multitud de ejemplos en que el éxito llegó tarde, pero llegó de forma espléndida.
También es justo que se reconozca que en la mayoría de las profesiones, probablemente todas, no trabajamos para nosotros mismos sino para otros. Ante tal afirmación se puede objetar entonces ¿por qué cobramos? La contestación es fácil, porque tenemos que vivir de nuestra profesión u oficio pero, trabajar, lo que es trabajar, trabajamos para los demás.
Descanso
Sentado está que hay que aprovechar el tiempo que es nuestro mejor recurso, pero también resulta imperativo perder el tiempo; de vez en cuando hemos de dejar pasar el tiempo e incluso vivir a contratiempo. Parece imposible compaginar todo eso pero lo hacemos cada día de forma inadvertida. Si aceptamos que tenemos que actuar y hacerlo cada día de modo continuo, de cuando en cuando, también tenemos que descansar y contemplar. Es un derecho innegable y una necesidad física y psíquica.
Vida
No basta con existir y trabajar, es necesario vivir y seguir siempre hacia adelante por malo que sea el camino. ¿Y si no hay camino? Pues hay que crearlo. Así lo concretó la escritora que mejor centró las relaciones entre el individuo y la colectividad, Carmen Martín Gaite (1925-2000): “Para mí vivir es no tener prisa, contemplar las cosas, prestar oído a las cuitas ajenas, sentir curiosidad y compasión, no decir mentiras, compartir con los vivos un vaso de vino o un trozo de pan, acordarse con orgullo de la lección de los muertos, no permitir que nos humillen o nos engañen, no contestar que sí ni que no sin haber contado antes...” . Hagamos todo con ánimo y ganas de vivir. No consintamos que nos pueda el desaliento, ni mucho menos que nos anule gente mediocre y mala, esas personas a las que les gusta más destruir que hacer. Tampoco permitamos que se nos escape todo lo bueno que hay en la vida, mucho de lo cual es alcanzable, dejándonos llevar por la corriente de la rutina del trabajo. La rutina facilita lo diario pero acaba absorbiéndonos.
Miedo
Y mientras vivimos y trabajamos, más de una vez, sentimos miedo. Tener un poco de miedo no está mal porque nos lleva a no iniciar la acción o, todo lo contrario, emprenderla antes de que las cosas no tengan solución. Pero no confundamos miedo con terror porque éste nos paraliza. Un poco de miedo nos aumenta la capacidad; mucho miedo no previene nada, lo que hace es anularnos hasta extinguirnos. Miedo e ilusiones se presentan a la par, de nosotros depende que dejemos solamente prosperar las ilusiones.
Todos pasamos momentos de angustia, ya que por bien que obremos y nos vayan las cosas, siempre sobrevendrá algún sobresalto o problema. Es más, a los hombres los medimos por la forma en que se enfrentan a los obstáculos. Ante los problemas y consternación que nos desencadenen, hemos de responder con serenidad, determinación y tiempo, condiciones indispensables para advertir que, al final, no era para tanto. Como médico y como persona me ha pasado más de una vez. Os aseguro que entereza y decisión y un prudente lapso de espera son verdaderos y eficaces antídotos. Para los que somos creyentes también resultan aleccionadoras las palabras del papa emérito Benedicto XVI (n. 1927): “Queridos amigos, que ninguna adversidad os paralice. No tengáis miedo al mundo, ni al futuro, ni a vuestra debilidad. El Señor os ha otorgado vivir en este momento de la historia, para que gracias a vuestra fe siga resonando su Nombre en toda la tierra”.
Contribuye a nuestros miedos la soledad; no obstante, no deberíamos sentir miedo a andar solos por el mundo; nos tendría que aterrorizar el caminar mal acompañados.
Lo que sí es terrible es ser inocente y pasar miedo, algo que a muchos nos ha ocurrido y es señal de las lógicas limitaciones e imposiciones que exige la justicia. Cuando algo así ocurre recordaremos que si alguien nos acusa de algo, de forma desproporcionada e injusta, y nuestra conciencia nos dice lo contrario, hemos de quedar siempre con lo que dice nuestra conciencia. En contraposición, también hemos de aceptar que muchos son los que pregonan que tienen la conciencia limpia; tantos que podríamos afirmar que tienen mala memoria. A esos desmemoriados Lucía Etxebarria (n. 1966) les aconseja: “Cada cumpleaños supone el recordatorio puntual de tu conciencia: este año tampoco has hecho nada con tu vida”.
Suscríbete para seguir leyendo
- Comparan la dieta ourensana con la de zonas longevas como Okinawa y Cerdeña
- Condenado por amenazar a su ex y por vulnerar el alejamiento al intentar matar a su novio policía
- Cae por una tentativa de homicidio en Madrid y por un atraco en Ourense, tras decir a la víctima que era de 'Los Trinitarios
- Condenado a 28 años de cárcel por violar a las dos hijas de su pareja en Ourense
- Doce años sin Elías Carrera: la familia no pierde la fe
- La confederación hidrográfica esgrime multas e informes sobre la contaminación de As Conchas
- Trabajar con temperaturas de 40º, la penitencia de los ourensanos
- Condenado por herir a dos policías de Ourense que le pidieron que usara mascarilla