Un edificio con 125 años y la historia de la humanidad entre sus paredes

La biblioteca cuenta con ejemplaresde diferentes siglos. // IÑAKI OSORIO / Edith Filgueira
Edith Filgueira
Entre las paredes de piedra del instituto Otero Pedrayo se esconden siglos de historia que vigilan bustos y retratos de personajes célebres cuya vida estuvo ligada al edificio. Una historia que ni siquiera el incendio que sufrió, en 1927, consiguió borrar.
En 1896 abrió sus puertas el primer centro de enseñanza laica con el que contó la ciudad –después vendría el actual IES Blanco Amor, uno dedicado a la enseñanza masculina y el otro reservado para las féminas–. “La historia de su construcción ocupa casi un cuarto de siglo: la Diputación Provincial encargó la obra al arquitecto municipal Juan Redecilla y la primera piedra del edificio se colocó en 1869”, recoge en la página web turismodeourense.gal.
Interrumpida más adelante la obra –por problemas económicos– se reanudó en 1885, encargándose el nuevo proyecto a Antonio Crespo López. Una parte del bello mobiliario –que también diseñó para su interior– consiguió salvarse del incendio y hoy decora las estancias, de altos techos, del centro.
Nada más poner un pie en el interior del majestuoso edificio, la arquitectura imperial hace encogerse al visitante. El salón de actos –en la parte central de la construcción– al que se accede por tres puertas con arcadas constituye uno de los ejemplos más bellos de modernismo que se pueden apreciar en la ciudad.
El incendio de 1927
“Por la memoria del curso 1926-27 sabemos que había mucho abandono a causa de la dudosa pertenencia del edificio que era de la ciudad, de la Diputación y del Estado y no era de la ciudad, ni del Estado ni de la Diputación. Aquí es donde radica, a mi modo de ver, la causa principal de las llamas”, escribió Enrique Bande Rodríguez –teólogo, filósofo y catedrático de Geografía e Historia en el centro durante décadas– en el libro que se publicó en 1996 cuando el edificio cumplió los cien años.
"La lluvia de negra ceniza anunciaba la destrucción de mil soberbias obras que la biblioteca atesoraba. Mojados, deshechos y quemados aparecían por todas partes los libros y pergaminos”
Dos terceras partes de inmueble sucumbieron a las llamas: las aulas de Historia y Física –con todo su material–, la sala de juntas y el techo del Paraninfo –la parte más artística, aquitectónicamente hablando–. “La lluvia de negra ceniza anunciaba la destrucción de mil soberbias obras que la biblioteca atesoraba. Mojados, deshechos y quemados aparecían por todas partes los libros y pergaminos”, relató en su testimonio Bande, también archivero de la diócesis durante dos décadas. Muchas obras y documentos, procedentes de los monasterios de Oseira y Santo Estevo –que se habían trasladado a esta ubicación– perecieron bajo las llamas.
“En su momento fue calificado como uno de los mejores edificios para la docencia. No solo de Galicia, sino de toda España”, advierte Daniel Lorenzo, actual director del centro, sin ocultar cierto orgullo.
En un primer momento, el inmueble compartía espacio con otros usos, como museo y biblioteca provincial, observatorio y parte del archivo de la diócesis. “Por lo que recogen los documentos de la época, tantas actividades distintas suponían un descontrol. Gente entrando y saliendo por todas las puertas que dan a diferentes calles y nadie que se hiciera responsable de un mantenimiento general. Parece ser que la gota que colmó el vaso fue que el director le pidió las llaves del Paraninfo al presidente de la Diputación, para llevar a cabo un claustro de profesores, y cuando entró se encontró con que el techo se había derrumbado”, explica el actual máximo responsable del centro.

Alumnos averiguan cómo funciona la mesa de aparatos mecánicos. | // IÑAKI OSORIO / Edith Filgueira
Musealizar el conocimiento
“Se salvó del incendio de 1927 un libro de Copérnico, del que solo hay cinco ejemplares, y que tenemos ahora en restauración. Nos gustaría exhibirlo aquí cuando se haya recuperado, pero no sabemos si será posible. Tanto por su valor como por su correcta conservación. Tiene notas manuscritas que, por lo que nos dicen los profesionales que lo están estudiando, solo pudieron ser hechas por un matemático contemporáneo. Están tratando de averiguar quién fue”, resume sobre la investigación Lorenzo.
"Se salvó del incendio de 1927 un libro de Copérnico, del que solo hay cinco ejemplares, y que tenemos ahora en restauración"
En la década de 1990, los profesores del departamento de Biología –Conchita López, María Xosé Camba, Maíta Borrajo y Ramón Romero– comenzaron a tramar la musealización del centro sin saberlo. Empezaron a acondicionar el material del laboratorio que llevaba años en desuso y a catalogarlo con la idea de adecuar dos salas del edificio que albergasen todas las piezas.
En el año 2009, el IES Otero Pedrayo pertencen a la red MUPEGA (Museos Pedagóxicos de Galicia) y de ese mismo año es el retrato de los cuatro docentes que cuelga de las paredes de la entrada principal –en recuerdo a su intensa labor como profesores y notarios de la historia de Ourense–.

La fachada principal del centro no sufrió daños con el incendio. // IÑAKI OSORIO / Edith Filgueira
El pasado entre vitrinas
“En un principio se ubicó todo en dos habitaciones amplias del sótano, pero como nos quedamos sin dotación presupuestaria para que una persona se encargase de abrirlas, cerrarlas y vigilar que nada sufriera desperfectos, optamos por repartir todo el material en vitrinas por los pasillos de la primera y segunda planta”, argumenta el director.
Su segunda de abordo, la vicedirectora Olga Quintana, añade: “Los alumnos no solo aprenden de Física o Biología. Nunca tuvimos ningún problema con los cristales. Ni pintaron ni estropearon nada. Se ve que, sin necesidad de ponerlos sobre aviso, entienden que es un material valioso y lo respetan. Es algo que a la gente que viene le llama mucho la atención”.
"Este esqueleto pensábamos que era de mentira. Una imitación, como los que se emplean ahora. Hasta que una vez un biólogo nos dijo que era real"
De este modo, estudiantes y profesores tienen a mano piezas únicas que observan cada día. “Este esqueleto pensábamos que era de mentira. Una imitación, como los que se emplean ahora. Hasta que una vez un biólogo nos dijo que era real. Le falta el pie derecho, que no lo encontramos por ningún lado”, señala mientras hace de guía por la planta baja del instituto.
Instrumentos meteorológicos y ópticos, microscopios y maquetas a tamaño real de la musculatura humana, un fonógrafo de Edison, piel de serpiente de hace tres siglos o especies disecadas de aves –pangolín incluido– algunas de las cuales ya están extintas se presentan ante el visitante por los pasillos.

El director y la vicedirectora, en el despacho del primero, con el retrato de Otero Pedrayo detrás. / Iñaki Osorio
En un lateral de la planta superior del Paraninfo albergan los utensilios más grandes –guardados bajo llave– que no entran en los armarios expositores. Es el caso, por ejemplo, de una mesa de aparatos mecánicos –construida por Max Kohl en Alemania– del siglo XIX. “Girando una manivela se ponen en movimiento todos los mecanismos básicos que se usan en la industria. “Es hipnótica”, dice el profesor sin atreverse a tocarla.
También cuentan entre las vitrinas con una de las mayores colecciones de restos fósiles de Galicia. “Algunos antiguos alumnos, cuando preparan las oposiciones, nos piden si pueden volver de vez en cuando al laboratorio para estudiar la parte práctica con los materiales que saben que tenemos”, afirma.

El IES Otero Pedrayo tiene a cerca de 700 alumnos matriculados. / Iñaki Osorio
Audioguías en cuatro idiomas
En unos meses –antes de que remate este curso– está previsto que unas audioguías complementen la visita. Bastará con leer un código QR con el móvil y se podrá escuchar la explicación en gallego, español, francés e inglés. “Los textos están redactados, traducidos y locutados por los propios alumnos, con las correcciones oportunas de sus profesores”, adelanta Lorenzo sobre el proceso de elaboración –que se vio prolongado a consecuencia del coronavirus–.
Marcelo Macías, el propio Ramón Otero Pedrayo, Juan Antonio Saco Arce –creador de la primera gramática de lengua gallega– o Eduardo Blanco Amor son algunos de los nombres ilustres que estudiaron –y en algunos caso también trabajaron después como profesores– entre las paredes de este edificio que ahora cumple 125 años pero que ya es eterno.
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