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“La soledad es el gran problema del rural”

Dos usuarias de la Casa do Maior de Vide, en Castrelo de Miño, realizan manualidades. FdV

Castrelo do Miño tiene dos casas del mayor, una en Vide y otra en Barral. Marta González dirige la de Vide, que empezó a funcionar en 2019 en un local cedido por el Concello en el que antes hubo un centro de día. Ella ya tenía experiencia en el cuidado de personas de edad avanzada porque había trabajado en un geriátrico, y no se lo pensó dos veces cuando salió la convocatoria. “Se me encendió una bombilla y se lo dije a mi marido, mira que proyecto tan bonito, el mismo concepto que las casas nido pero con gente mayor”, relata.

Pensó en el local del antiguo centro de día y cuando quiso plantearle la idea al alcalde, este ya había convocado una reunión para presentar el proyecto y animar a los vecinos. “En Castrelo nos presentamos dos, una en Barral y yo en Vide, y nos lo concedieron a las dos. El Concello colaboró en todo momento y nos cedió los locales”, explica Marta, que por aquel entonces trabajaba como administrativa. “Esto favoreció que me quedase a vivir en el pueblo trabajando en lo que más me gusta, y ayuda también a los mayores porque no abandonan su entorno”, explica.

"Me quedé a vivir en el pueblo trabajando en lo que me gusta"

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Durante la pandemia, las casas del mayor siguieron las mismas restricciones y protocolos que los centros de día, por lo que estuvieron un tiempo cerradas. “Antes del COVID íbamos a las ferias, a las romerías, nos juntábamos con otras casas del entorno y hacíamos actividades todos juntos...”, relata Marta, que no ve el momento de recuperar esa normalidad. “Los mayores están muy solos en los pueblos y lo pasaron mal con el aislamiento. La soledad es el gran problema del rural”, afirma.

“Los mayores están muy solos en los pueblos y lo pasaron mal con el aislamiento"

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Para algunos, comenta, los viernes son un día triste porque el centro cierra el fin de semana. “Algunos no ven a nadie en todo el fin de semana”, lamenta. También destaca que al estar solos no siempre llevan una buena alimentación, mientras que el centro garantiza una dieta equilibrada y saludable.

Tres usuarias del centro de Vide durante uno de los paseos por el pueblo. | // FDV

Apunta Marta que muchas de las promotoras que pusieron en marcha esta experiencia piloto se encontraron con demanda de mayores autónomos que querían acudir al servicio porque se sentían solos, pero sus solicitudes eran rechazadas. “Había ese problema y lo comunicamos a la Xunta, que se mostró receptiva”, apunta. Con esta aportación se modificaron las bases y en la última convocatoria ya no se exige grado de dependencia.

Las casas están abiertas ocho horas al día y el turno incluye comida y actividades. “Yo abro y después voy a recoger a las usuarias. Todos los días dedican un tiempo a leer la prensa y a las manualidades, también hacemos talleres de memoria, musicoterapia y vamos a pasear con algún vecino que se nos une”, cuenta Marta, que actualmente tiene cinco usuarias y lista de espera. Además, el centro ha dinamizado también la vida en el pueblo, “hay vecinos que vienen a buscarnos para salir a pasear”, afirma.

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