Memoria y mudanza

Los efectos de una mudanza. // I. OSORIO

Los efectos de una mudanza. // I. OSORIO

Javier Fraiz

Javier Fraiz

Determinadas acciones de nuestra vida están representadas con un mismo atrezo, encajadas en un encuadre que no se mueve. Cuántas noches hemos tenido un sueño en el que la localización era la habitación de la infancia, aunque aquel cuarto disponga de otro mobiliario o de otro uso, aunque no residamos en la misma propiedad que antaño. Aunque ese edificio haya sido demolido, el habitáculo continúa existiendo y el recuerdo es vívido, hasta el nivel más elemental de los detalles.

En mi caso, recuerdo el filamento incandescente de la bombilla del techo que, una noche, en un delirio por la fiebre de la amigdalitis, me hizo confundir el temblor de la corriente alterna con un monstruo amenazante que hablaba con severidad. Siento el agradable calor de las sábanas de algodón y lunares que me abrigaba sobre todo los viernes, al término de una semana atareada en el colegio. Percibo ahora, más de dos décadas después, el tacto de las teclas de plástico del radiocasete en el que escuchaba en bucle, hasta que la reproducción se detenía con un clic estentóreo, uno de mis primeros discos favoritos: ‘A Galicia de Maeloc’, de Milladoiro.

Este pasado verano, en una entrevista en Radio Nacional de España con la periodista Lara Hermoso, el escritor Luis Landero habló sobre las trampas de la memoria, sobre los autoengaños. “Nunca recordamos las cosas como han sido, la memoria está contaminada de imaginación, fantasía, sentimientos, intereses, amores... La memoria está muy expuesta a la invención”. En ‘El huerto de Emerson’ (Tusquets), el autor aborda el tema de los recuerdos que se fabrican y que perduran. “Los primeros encuentros con las cosas son siempre los más extraordinarios y asombrosos, y los que no olvidaremos nunca, porque esas experiencias son ya para siempre”.

Qué difícil resulta ilustrar un sueño sin dejar un asiento reservado a los seres queridos que se han ido. La noche rompe el equilibrio de la biología y el espacio-tiempo. Creo que ese más allá al que rezamos, al que van a parar las personas que amamos, es el rincón de la memoria en el que las emociones almacenan intacto, con frescura, el recuerdo que hemos modelado y conservado de ellas.

Nos enfrentamos a una mudanza y me rondaba la duda de si el nuevo lugar podrá generar recuerdos propios que duren a largo plazo, reemplanzando incluso a los antiguos, pero creo que, dentro de unos años, en la nebulosa de algún sueño, volverán a interpelarme las mismas personas, volveré a recrear con detalle los mismos objetos de la primera vez. Y, de esa manera, nunca será la última.

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