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Guisarse un futuro laboral

Entre Celanova, Bande y Verea se impartieron los módulos de cocina, de servicios de bar y cafetería y de asistencia a la investigación de mercados

Veinte personas desempleadas perciben un salario por formarse en estos tres módulos. | // IÑAKI OSORIO

Con un balance más que positivo, Manoli Vázquez Soto está a punto de terminar (el 28 de septiembre) uno de los dieciséis talleres de empleo que la Xunta financió este año en diferentes municipios ourensanos. “Para mí fue un antes y un después. Aprendí muchas cosas de las que nunca había oído hablar. Y que hacía muchas otras justo al revés de como se deben hacer”, expone sobre lo que se lleva del módulo de cocina. “Me apunté porque estaba en el paro y buscaba algo que no solo me permitiese trabajar para otros, sino también poder emprender por mi cuenta en el caso de que el empleo no se reactive”, confiesa.

A sus 41 años nunca se había dedicado a la cocina y cuenta que es satisfactorio ver cómo el comensal disfruta pero que la gente no es realmente consciente de las horas de organización y planificación que hay detrás de cada plato o postre. “Es muy esclavo y se necesita mucha experiencia. Pensar menús, hablar con proveedores, organizar mesas y servicio. Muchos pequeños detalles de los que hay que estar pendiente para que todo salga lo mejor posible”, argumenta.

Como Manoli, otros 19 alumnos participaron en alguno de los tres módulos que desde el gobierno autonómico se subvencionaron en ‘O Refectorio’ (Celanova). Los gastos derivados de la puesta en marcha y desarrollo de taller y de los costes de contratación de las personas jóvenes participantes corren a cargo de la administración.

“Los alumnos salen de aquí con conocimientos teóricos y prácticos suficientes para trabajar por cuenta ajena o propia"

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“Los alumnos salen de aquí con conocimientos teóricos y prácticos suficientes para trabajar por cuenta ajena o propia. Abarcamos desde los cortes de las materias primas hasta la pastelería, para que consigan la máxima preparación posible durante los meses que se están formando”, afirma la docente de cocina, Noemí Martín Arias.

El tratamiento de cada materia prima, la elaboración de fondos y salsas, entrantes, platos principales, postres, seguridad e higiene en cocina e intolerancias alimentarias también se abordan en las clases de lunes a viernes. Todo ello explicado primero en las aulas del auditorio de Celanova y puesto en práctica, después, en la cocina del albergue de Bande.

La experiencia profesional está incluida en estos 9 meses durante los que se busca conseguir cualificación y profesionalización. Para ello los alumnos participan en actos públicos que se encargan de organizar desde la dirección y que muchas veces presentan dificultades añadidas que los preparan más, si cabe, para un nuevo futuro laboral. “En la celebración del centenario de la declaración como monumento nacional de la iglesia de Santa Comba de Bande no había nevera ni cocina, e hicieron todo el trabajo de una empresa de catering profesional. También nos encargamos de señalizar los componentes de los menús para que las personas con intolerancias alimentarias sepan lo que están comiendo. Eso es algo que ha venido para quedarse y tienen que lidiar con ello”, puntualiza la profesora.

Berta López Paz, directora y coordinadora de ‘O Refectorio’. | // I. OSORIO

Implicar a varios municipios para dinamizar su economía

Uno de los requisitos que la Xunta pone a la hora de conceder los cursos a unas u otras zonas de Galicia es que participen en su desarrollo varios concellos distintos –mejor, incluso, si son limítrofes–.

En el caso de ‘O Refectorio’ son tres los municipios implicados en la formación de los desempleados: Celanova, Bande y Verea. “Imagino que con esto buscan dinamizar la economía de cuantas más poblaciones mejor. A nosotros nos funcionó porque hemos organizado actividades conjuntas en las que participó gente de las tres localidades”, explica la directora y coordinadora, Berta López Paz.

Durante meses los alumnos participaron en cenas, en la presentación de un libro de recetas o, por ejemplo ayer, en una ruta con final gastronómico y de ocio. “Hicimos muchas actividades, aún con todo el trabajo extra que suponen las medidas antiCOVID. Incluso en algún acto no había nevera para alimentos y bebidas, así que salen preparados para cualquier situación. Son todoterrenos”, finaliza bromeando la directora.

Alumnos y profesora del módulo de marketing. | // IÑAKI OSORIO

Desde el inicio de su participación en estos talleres de empleo, el alumnado-trabajador es contratado por la entidad promotora en la modalidad de formación y aprendizaje, por lo que percibe una retribución equivalente al 100% del salario mínimo interprofesional –incluida la parte proporcional de una paga y media extraordinaria–.

Se preparan durante 9 meses –casi 10– con las mismas horas dedicadas a adquirir conocimientos teóricos que las dedicadas a los fogones. “Se empieza explicándoles las bases mínimas que deben conocer antes de entrar en la cocina, pero después se va combinando la práctica con la teoría. El trabajo siempre hace surgir dudas y sirve para introducir nuevos conceptos”, comenta sobre la docencia que se lleva a cabo en los talleres.

Una formación intensa que se desarrolla de lunes a viernes, de 07.00 a 15.00 horas. A ello se suman las prácticas, generalmente durante los fines de semana. Pero el trabajo real implica más horas de las oficiales. “Las prácticas que hicimos fueron muy provechosas. Acumulas mucha tensión para que todo esté correcto, pero si tienes un buen equipo con el que te complementas bien, las cosas salen. Y nosotros trabajamos muy bien juntos. Al final hasta disfrutamos”, resume Manoli sobre estos meses de aprendizaje.

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