Dicen que segundas partes nunca fueron buenas. Pero hay una, todavía a medio contar, que está dando el protagonismo que merece a una pequeña iglesia que atesora leyendas y fue refugio para nueve obispos que, retirados, buscaron la calma espiritual en la Ribeira Sacra. Se trata de la iglesia de Santo Estevo de Ribas de Sil, custodiada por su apacible párroco, Xosé Xulio Rodríguez.

Todo empezó cuando se retiraron de las paredes del altar dos relicarios, que contenían los restos de dichos obispos, para ser restaurados. Dentro de una bolsa, que pasó desapercibida durante siglos, aparecieron cuatro de los anillos que, según se decía, pertenecían a estos eclesiásticos. “Si nos ubicamos mirando de frente al altar, en el lado izquierdo quedó descubierta parte de una pintura en la pared”, relató Luis Manuel Cuña, delegado episcopal de Patrimonio y Bienes Culturales del Obispado de Ourense, sobre el momento inicial del hallazgo.

A ambos lados del altar de la iglesia se cubrieron, durante siglos, las paredes con cal –creen que por estética o cambio de decoración– y se colocaron las sillas del coro de monjes, tapando así las pinturas ahora descubiertas.

“Pedimos permiso a la Xunta para poder retirar todo de esa zona y limpiar la cal, para comprobar si había algo más, como nos decía nuestra intuición que así podía ser”, señala. Y aquí empezó la segunda parte de esta historia, que sí está siendo buena.

Luis Manuel Cuña (delegado episcopal de Patrimonio y Bienes Culturales del Obispado), María Oruña (escritora), Xosé Xulio Rodríguez (párroco) y Vania López (restauradora) apreciando los anillos en el altar. Brais Lorenzo

La iconografía

Del lado izquierdo, situados mirando de frente al altar, y empezando de arriba hacia abajo, se pueden apreciar una escenas de una mujer que está siendo flagelada por un verdugo –que le está echando la lengua– y a varios mártires entre las llamas –cuyas almas están rescatando unos ángeles para llevarlas hasta Cristo–.

Justo debajo, aparece reflejado el martirio de Santa Catalina de Alejandría, que fue decapitada por el emperador Maximino al no cesar en su labor de conversión al cristianismo. Mientras que en la parte inferior de la pared no se distingue con claridad qué es lo que se quiso representar.

El mural derecho empieza, en su margen superior, recogiendo el martirio de Santo Esteban –al que están apedreando– y en el segundo nivel se puede disfrutar de una adoración de los Reyes Magos minuciosamente detallada –en color y formas– en la que San José, la virgen María y el niño Jesús reciben la visita de sus majestades de oriente.

En la parte inferior se intuye –todavía tratan de descifrar correctamente qué es– un abad sentado en un trono, acompañado de un diácono a cada lado, y una serie de escudos. “Probablemente estos escudos ayuden a la datación del mural derecho, porque la heráldica cuenta con numerosos estudios que ayudan a ubicar temporalmente las pinturas”, incidió.

Parte de la representación, en el mural derecho, de la adoración de los Reyes Magos. Brais Lorenzo

Las obras de restauración están siendo sufragadas por la diócesis de Ourense que apuesta por la recuperación de la iglesia, el lugar menos cuidado del conjunto de Santo Estevo de Ribas de Sil.

La encargada de liberar a las imágenes de la capa de cal inicial que las cubría es Vania López, experta del Centro San Martín de dicha diócesis. “Las partes de los murales que estaban cubiertas por los relicarios, en principio, se documentarán y volverán a taparse cuando los relicarios sean colocados nuevamente en su sitio. Pero lo que queremos indagar primero es la relación entre las diferentes partes de las imágenes para comprender el conjunto”, advierte sobre el proceso que está llevando a cabo ella sola, durante casi doce horas al día, ayudándose con un cincel y una solución que limpia la superficie de las imágenes sin alterarla.

Basándose en sus conocimientos y experiencia de más de veinte años, López encuentra una clara diferencia entre el muro izquierdo y el derecho: “Son de diferente mano, tiene más detalle y es de mejor calidad el de la derecha, que se vio también menos afectado por la climatología y la humedad”.

La recuperación de aquellas partes en las que tanto el dibujo como el color han desaparecido, se distinguirá de las que se trabajan con toda la información. De lejos, y a simple vista, no se notará, pero de cerca la restauradora quiere que se diferencien y el resultado no sea permanente, por si en un futuro se descubriera una réplica de las pinturas originales. “También usamos fotografías con diferentes contrastes para conseguir leer algunas de las escrituras góticas que contienen las escenas”, resume sobre las tareas.

Otro de los detalles de los murales que permanecieron ocultos durante siglos. Brais Lorenzo

De autoría anónima

En iglesias de la zona y de la provincia de Lugo existen algunas pinturas que pueden tener similitud con las elaboradas en la pared derecha de Santo Estevo. Sin embargo, muchas de estas obras son anónimas, lo que dificulta poder establecer una autoría o relación para con las recién halladas. “Por esto también será fundamental el papel de los historiadores, que tendrán que analizar y debatir para llegar a conclusiones más certeras. Pero debemos esperar a que yo consiga limpiar toda la cal y ellos puedan tener más información para trabajar”, afirma López que restaura, a la vez, los relicarios en los que se encontraron los cuatro anillos de los obispos. “Están bastante avanzados y casi recuperados por completo, ahora los carpinteros intentan mejorar unas partes de la estructura”, confiesa sobre las piezas que dejaron al descubierto los murales.

La iglesia de Santo Estevo: de los anillos mágicos de leyenda a los murales ocultos

Los anillos mágicos

Vania López descubrió las cuatro sortijas –tres de las cuales todavía conservan su piedra original– en el interior de una bolsa textil con bordados metálicos, el año pasado. Dentro también se encontraron unos pequeños documentos manuscritos en los que se puede leer: “Estos cuatro anillos son los que quedaron de los nueve Santos Obispos. Son los que han quedado. Los demás desaparecieron. Por ellos se pasa agua para los enfermos y sanan mu[chos]”.

Para guardar todos estos tesoros, la restauradora diseñó un joyero y unas carpetas que protegen los hallazgos y que, por el momento, no volverán a la iglesia, por no contar con la seguridad necesaria para protegerlos, sino que permanecen a resguardo del obispado.

Al acto de presentación de los trabajos en los murales también acudieron el párroco de la iglesia, Xosé Xulio Rodríguez, y la autora de la novela ('El bosque de los cuatro vientos') sobre la leyenda de las sortijas de los obispos, que se publicó unos meses antes del descubrimiento de los anillos –casi a modo de premonición–, María Oruña. Curiosamente, en su libro se inspiraba en la verdadera restauradora (aunque escrito con un álter ego) y en el párroco actual (oriundo de la zona y al que también dio otro nombre en su novela).

Fueron varios los turistas que tuvieron la suerte de tropezarse ayer con toda esta historia –muchos desconocían la leyenda de los anillos con poderes curativos– mientras se explicaban los murales para la prensa. De hecho algunos, aprovechando la fuerte atención mediática y el trasiego continuo de cámaras, se aproximaron para llevarse a casa una instantánea de las joyas: "¡Venga, Manolo! Arrímate ahí, que tu máquina es como la de los demás".

Los cuatro anillos, en el joyero diseñado por la restauradora. Brais Lorenzo