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Los fruteros del asfalto: “Este es un trabajo de lunes a domingo”

Ricardo –61 años– era empresario en Venezuela pero dejó su país por la crisis y vende fruta en Ourense desde hace un año y medio | Jose, de 22, despacha cereza de abril a agosto

Jose Alfonso, de 22 años, vende cerezas, nueces o mermelada. Ricardo Albaneses, de 61, fruta variada. // FERNANDO CASANOVA

Es sábado, la hora de comer, y varios conductores obedecen las órdenes de su estómago y se detienen a comprar fruta al pie de la carretera: en Cambeo, en el municipio ourensano de Coles, hay dos puntos de venta separados por apenas un kilómetro que se ubican en el margen derecho –en el sentido Ourense– de la nacional N-525; el escaparate de los dos puestos da a la carretera, por donde llegan y se van los clientes. Tienen un rótulo de cartón, escrito a mano, pero los colores vivísimos de las pìezas de fruta, que refulgen en un lienzo de asfalto, son el mejor reclamo posible.

Jose Alfonso, un joven de 22 años que reside en Xinzo de Limia, despacha fundamentalmente cerezas mientras este producto está en temporada, desde abril a finales de julio o principios de agosto. Pese a su juventud, lleva ya varios años dedicándose a esta ocupación. Su puesto está frente a un bazar y cerca de la gasolinera de Cambeo y del cruce de la N-525 con la nacional que conduce a Lugo, la N-540. Es, por lo tanto, un lugar estratégico, por el que transitan a diario miles de vehículos entre profesionales del transporte, vecinos de la zona, o trabajadores o viajeros en ruta.

“La mayoría de los clientes son personas que viven cerca y pasan, más algún turista”, dice Jose. Tras el severo golpe que asestó la pandemia en 2020 a sectores como el suyo, la desescalada ha incrementado el tráfico, al caer las restricciones a la movilidad, incentivada también por el avance de la vacunación. Sin embargo, según este autónomo, el volumen actual de las ventas es “más o menos normal, tirando a bajo. Todavía hay gente que tiene miedo y se queda en casa o prefiere ir al supermercado”, a pesar de que estos puntos de venta se encuentran al aire libre y sin colas, sino más bien con llegadas por goteo.

Jose Alfonso, vendiendo cerezas ayer a un cliente. // F. CASANOVA

Además de cerezas, el producto estrella de su puesto, vende nueces de Monterroso, ajo nuevo, mermelada y algún embutido. El joven, que paga su cuota de autónomo y tiene el carné de manipulador de alimentos, no debe abonar ninguna tasa por la instalación en el espacio público, puesto que en el municipio de Coles no existe ninguna ordenanza que así lo exija, como confirma el alcalde, Manuel Rodríguez.

El año pasado fue complicado para su trabajo. “Básicamente estuvimos encerrados en casa, porque además tengo a mi madre, que es persona de riesgo. Hubo que tirar de ahorros”, señala este vendedor, de jornada exigente. “Trabajo de lunes a domingo, desde las siete de la mañana hasta las nueve. Llego a casa sobre las once de la noche, entre que desmonto todo y viajo a Xinzo, que me lleva una media hora”.

Cuando termina la temporada de la cereza, Jose se dedica al ajo, fundamentalmente. Las ventas de la fruta son mejores sobre todo “al principio de la campaña, que es cuando mejor se despacha porque a la gente le apetece más después de varios meses”, afirma. “A mediados y a finales de la temporada la venta ya es un poco más difícil”.

Ricardo Albaneses, de 61 años, era empresario ganadero en Venezuela. Tenía varias fincas y animales, pero la grave crisis socioeconómica que sufre su país de origen en los últimos lustros lo animó a buscar un cambio en su vida. En pos de un presente mejor, cruzó el Atlántico y recaló en la ciudad de Ourense –donde reside– hace un año y medio. En esta nueva fase profesional, el sexagenario se dedica a vender fruta variada, también al pie de la carretera: cerezas, naranjas, manzanas, kiwis, plátanos y otros productos como patatas. Su puesto es un camión con compuertas que Ricardo suele estacionar en una zona próxima al colegio público de Cambeo, el Antonio Faílde.

Ricardo Albaneses, de 61, trabaja con un camión de fruta que estaciona también en Cambeo. // F. CASANOVA

Trabaja para un frutero y este “cambio radical” en su ocupación lo asume de buen grado, porque es la “única oportunidad” laboral que ha tenido desde su llegada, indica. No instala el camión frutería solo por temporadas, sino todo el año. El mes de junio suele ser el mejor, dice este comerciante. Aunque el tráfico aumenta, las ventas depende: “Movimiento hay, pero no todo el mundo compra; la gente cuando está de vacaciones se nota”.

En una de las primeras jornadas de calor de este verano en Ourense, donde el sofoco aprieta cuando se lo propone, Ricardo relativiza: “Como venimos del Trópico aguantamos; para uno es casi normal esta temperatura”.

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