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Arranca la campaña de máximo riesgo | Profesionales en guardia en la provincia que más arde

Día 1 contra el fuego: “Hay menos incendios que hace años, pero son más virulentos”

“No existen las zonas condenadas a arder; evitar que ocurra es posible con la mentalización de todos"

Bomberos forestales de una brigada, pilotos de helicóptero, una jefa de distrito y el director xeral, ayer en la base de Toén. // FERNANDO CASANOVA

Ante la torre de vigilancia de Coto do Castro, en Toén, se extiende un manto de tupidos pinares que colorea de verde decenas de hectáreas; cerca, la hierba y los arbustos disimulan en algunos tramos –no siempre– la desolación que sembró el peligroso incendio de 220 hectáreas de principios de agosto de 2020, entre Moreiras y Trelle. La cámara de alta resolución de este punto de observación puede captar columnas de humo cuando casi son volutas, para detectar en el inicio los incendios forestales. Arranca el mes de julio y con él comienza el periodo de mayor exigencia para los profesionales que trabajan en la prevención y extinción de incendios.

Durante la temporada de riesgo elevado, más de 1.700 efectivos intentarán paliar el mal crónico que sufre el monte en la provincia que más arde de España: en Ourense, con 27 de las 35 parroquias gallegas de alta actividad incendiaria, las llamas calcinaron 122.000 hectáreas en la última década, el 59% de la superficie arrasada en Galicia.

“No existen las zonas condenadas a arder”, responde el director xeral de Defensa do Monte, Manuel Rodríguez, a la pregunta sobre el fuego recurrente en determinados puntos del territorio, como en el parque natural del Xurés, como en el Macizo Central o el sureste de Ourense. “Evitar los incendios es posible con la concienciación y la mentalización de todos”, añade.

El leonés Jorge García atesora veinte años de experiencia en labores de extinción, diez al frente de la brigada de Coto do Castro, que tiene su punto de referencia en el recinto de la base de helicópteros, en la que hay un punto de agua –más de 400.000 litros–, de Toén. Como medida del nivel de estrés y exigencia que puede suponer la campaña de extinción de incendios pone un ejemplo: “En 2017, en una tarde hubo 125 incendios simultáneos, la mayoría en la provincia de Ourense. En esos casos no puedes atender a todos a la vez y lo relevante es llegar a la alarma lo antes posible, puesto que un incendio se haga más o menos grande depende del tiempo que tarden en llegar los medios”.

Bomberos forestales y un piloto, junto al punto de agua de Toén. // FERNANDO CASANOVA

La campaña de riesgo alto comenzó ayer y su evolución dependerá, en buena medida, de la meteorología, con algunas previsiones que indican que este verano será incluso más seco y caluroso. “Afrontamos este periodo lo mejor preparados que podemos, con el deseo de que arda lo menos posible y, sobre todo, no se lastime nadie”, introduce Loreto López, jefa del distrito forestal Miño-A Arnoia, el XII, que gestiona las incidencias en un total de 28 concellos –desde Vilamarín a Padrenda, por ejemplo– de tres demarcaciones: Ourense, Terra de Celanova y Allariz-Maceda.

Para mí una campaña termina el 31 de diciembre, con las campanadas, y ahí empieza la siguiente, porque con los incendios nunca se sabe, pero en teoría, por probabilidad y por estadística, hacia septiembre u octubre puede ser el periodo más complicado”, indica la responsable de un distrito en el que en 2020 se registraron más de 200 incendios. En sus diez años como responsable del Miño-A Arnoia, y aunque “en el sector forestal, las evoluciones se estudian a muy largo plazo”, Loreto ha podido apreciar cómo algunos incendios “son más virulentos y complicados”.

Factores como el abandono de las tierras de cultivo y de ganadería en el rural, la despoblación o el envejecimiento, además del cambio climático, elevan la peligrosidad de algunos eventos si las condiciones para que el fuego prolifere se unen. Como cambio positivo de los últimos años, para contrarrestar este riesgo potencial en algunos operativos, “hemos ido avanzando en la preparación y coordinación, no solo con profesionales forestales sino con fuerzas y cuerpos de otros ámbitos, como Protección Civil, que colaboran con nosotros en incendios que alcanzan una situación 2”, es decir, cuando las llamas suponen un peligro cercano para vidas o bienes.

La prevención de los incendios forestales no deja de ser una pata más de la gestión del territorio, que nos compete a todos, no solo a la administración. Va desde el urbanismo hasta los desbroces, la gestión de la biomasa, los aclareos en las masas forestales, pero también las medidas que un particular pueda adoptar en su parcela e incluso en su jardín, así como las intervenciones de los ayuntamientos y las diputaciones en, por ejemplo, la gestión de las vías, los accesos a los pueblos o los puntos de agua”, expone el director xeral.

Hay menos incendios, un número muy inferior a los de hace 10, 15 o 20 años, pero la despoblación del rural reduce los trabajos en el monte de personas residentes, que es a quien debería corresponder el grueso de la limpieza. Por lo tanto, la carga de combustible aumenta y con un cambio de la situación meteorológica hacia situaciones extremas como estamos viendo en Canadá, con casi 50 grados, todo eso puede provocar que tengamos más incendios asociados a situación 2”, explica Carlos Sanmiguel, agente forestal del distrito XII, con 22 años de experiencia a sus espaldas.

El director xeral de Defensa do Monte, Manuel Rodríguez, hablando ayer con bomberos forestales en Toén. // F. CASANOVA

Cuando comienza el periodo estival se activa un nivel distinto de “tensión”, admite este profesional, cuyo colectivo se encarga de la dirección de los operativos de extinción sobre el terreno: la Xunta ejerce el mando único aunque en el dispositivo puedan participar efectivos y medios autonómicos, del Estado, de los ayuntamientos, parques locales o comarcales o grupos de emergencias.

“La tensión está desde que suena el despertador”. “Haces las comidas con el portófono encendido. Tienes los teléfonos siempre cargados, porque sabes que la posibilidad de movilizarte es muy alta. Los turnos que hacemos son de 12 horas, por lo que en los fines de semana podemos llegar a las 24 horas de trabajo en un periodo de 28. La cabeza siempre está pensando en aquello que sucedió, en qué puede suceder o en cómo evitar que suceda algo que crees que pudo haber sido de otra manera, o que pudiste cometer un error”.

El director xeral no quiere hacer cábalas sobre qué balance arrojará el verano, tras un 2020 difícil, en el que el año de la pandemia de coronavirus se solapó con esa otra, la del fuego: miles de hectáreas arrasadas de julio a septiembre, y dos víctimas mortales en el Xurés, los dos pilotos de un hidroavión de Portugal que colaboraba en la extinción de un incendio en Lobios.

“En principio, cualquier campaña de extinción de incendios está condicionada fundamentalmente por la meteorología. En plena campaña, hablar de optimismo es un arma de doble filo, pero la realidad gallega es que este es un combate largo, pues 30 años viene a ser la veteranía del dispositivo, y poco a poco se está ganando la batalla. El número de incendios baja de forma sostenida en los últimos años de los 2.000 al año y el de número de hectáreas también, incluso en las zonas en las que cada año hay un porcentaje de superficie quemada e incendios superior a la media que podemos tener en Galicia. Aun con menos incendios y superficie, algunos son más virulentos que los que podíamos tener la década pasada”, señala el director xeral.

David y Andrzej, pilotos de helicóptero de la helitransportada de Toén. // F. CASANOVA

“Más allá de las condiciones como el estado del medio natural, de los montes y pueblos o de la meteorología, hay un factor que es fundamental: el ser humano”, dice sobre la delincuencia forestal. La Xunta anima a denunciar la actividad incendiaria en el monte, y a llamar de inmediato al 085 al detectar un fuego. Hay un teléfono anónimo y gratuito para comunicar cualquier actividad incendiaria de la que se tenga sospecha o conocimiento: 900 815 085.

“Sigue habiendo territorios aislados en los que todavía no hemos conseguimos llegar a un nivel de concienciación, pero la amplia mayoría de la sociedad sí lo está”, afirma el agente Carlos Sanmiguel. “Cuando las condiciones climatológicas no son acordes para provocar un incendio forestal, la intencionalidad disminuye, pero si hay temperaturas extremas, vegetación seca por tiempo sin lluvias y disponibilidad alta de combustible, cualquiera puede causar un incendio”.

Este año, como novedad en la campaña, a la dotación de cámaras de vigilancia, drones y la labor de disuasión y prevención de policías, guardias y militares, se suman 15 agentes ambientales como unidad investigadora con dedicación exclusiva. “Es un avance que dará resultados”, valora este agente.

Bomberos forestales junto a una motobomba. // F. CASANOVA

Dice el jefe de brigada Jorge García que, terminado un operativo de extinción exitoso, “llegas a casa cansado pero contento, porque has salvado hectáreas de monte, con un orgullo personal de que has ejecutado bien tu trabajo”. La brigada de bomberos forestales “debe trabajar como un reloj bien engrasado”; es un grupo humano “en el que se crean vínculos especiales, porque nunca sabes qué compañero te puede salvar la vida”, subraya.

Como responsable del grupo, vela por que el conjunto “trabaje física y anímicamente bien, de una forma coordinada lo más efectiva posible para la defensa de uno de los mayores tesoros de Galicia: nuestro entorno rural y natural, así como de las personas que viven en él”. Superado el día 1 de una campaña con meses por delante de máximo riesgo, Jorge pide “concienciación social”.

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