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“Yo sé que la ayudo, pero ella también me ayuda a mí”

José Manuel Fernández, Celia Paz y Dalia Ávila, que realiza labores en el hogar. | // IÑAKI OSORIO

Celia Paz tiene 103 años y mucha suerte. Al contrario que cada vez más mayores de la provincia de Ourense –que terminan sus días en residencias para la tercera edad– ella continúa viviendo en su casa con su hija Carmen Paz. Y, además, tiene un amigo que todos los lunes, desde hace tres años, va a visitarla. Se trata de José Manuel Fernández, uno de los veinte voluntarios de Cruz Roja que en la ciudad de Ourense acompañan a mayores dependientes y suponen un punto de apoyo para sus cuidadores –familiares, no profesionales, que se encargan de ellos–.

“Cuando empecé como voluntario lo hice junto a mi mujer. Nos jubilamos y teníamos mucho tiempo libre, así que nos animamos a prestar ayuda”, rememora al otro lado del teléfono. Fue así como sus caminos y el de Celia se cruzaron.

“La primera vez que fuimos a conocerla pensamos que se habían equivocado al decirnos su edad. ¡Tiene el oído, la cabeza y la vista de una chica!”, destaca el voluntario que recibió, antes de realizar esta importante labor, una formación previa impartida por la entidad social de la provincia. “¡Qué sentido del humor tiene! Es que no te lo puedes imaginar”, valora José Manuel, a sus 73 años.

Con el estallido de la pandemia, las visitas presenciales tuvieron que interrumpirse y hasta hace un mes escaso no pudieron retomarse. Pero una de las protagonistas de esta historia no pudo volver a disfrutar de las tardes de los lunes conversando. Hace dos meses, la mujer de José Manuel falleció y lo que empezó siendo una ayuda para Celia y su hija continúa siéndolo para este hombre de voz y trato afable.

“Cuando volvimos a vernos fue increíble, la verdad, porque llevábamos más de un año separados, por las medidas sanitarias, y parecía que solo habían pasado 15 días. En mi proceso de duelo ella está siendo una pieza clave porque es como las abuelas que no tuve. Yo sé que le hago bien a ella, pero ella también me lo hace a mí”, afirma sin poder evitar emocionarse.

En mi proceso de duelo ella está siendo una pieza clave porque es como las abuelas que no tuve

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Entre bromas y confesiones pasan el primer día de la semana, se amenizan la vida y anestesian los dolores emocionales. “Es raro hablar con una persona tan mayor y tutearla, pero es que con Celia no te sale otra cosa. Yo creo que con ella nos tocó la lotería”, mantiene este voluntario que trabajó durante años como peluquero.

Carmen Paz es la hija de esta centenaria ourensana que no toma pastillas para ninguna dolencia y reconoce a la gente pasar por la calle desde el séptimo piso en el que vive. “Si no viniera él yo no podría salir de casa. Me da miedo dejarla sola y que le pase algo. Aparte de que es una gozada hablar con él”, explica la mujer de 76 años. “Puede tener dolor o pena por algo, pero cuando entra por la puerta, se le pasa todo. Los lunes, nada más despertarse por las mañanas, empieza a preguntar si va a venir”, cuenta sobre el respiro que supone la ayuda de este hombre desinteresado para ella y para su madre.

Los lunes Celia se levanta esperando la llegada de su amigo, pasa la tarde charlando con él y se acuesta por la noche pensando en todo lo conversado. IÑAKI OSORIO

José Manuel da aire a Carmen, –que aprovecha para dedicarse unas horas a la semana para sí misma cuando él está en casa– pero también a Celia que no puede pasear por problemas de cadera y solo tiene contacto con sus hijos y con la mujer que realiza las labores del hogar, Dalia Ávila.

Dentro del área de atención a personas mayores de Cruz Roja se enmarca el proyecto en el que participan y que se encarga de coordinar Marisa González, técnico de Cruz Roja Ourense. “El objetivo principal de este proyecto es atender a los cuidadores no profesionales que se ocupan, sin descanso, de sus familiares”, resume la profesional sobre el trabajo integral que llevan a cabo.

Los lunes, nada más despertarse por las mañanas, empieza a preguntar si va a venir

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El perfil mayoritario de participantes en el proyecto –sufragado con fondos de la Xunta– son mujeres que oscilan entre los 60 y los 75 años y que tienen a su cargo a alguien. “Es cierto que las circunstancias de convivencia han variado en los últimos años, pero esta tónica sigue siendo la dominante”, resume.

El apoyo que dan a los cuidadores no profesionales desde Cruz Roja va desde la atención psicológica hasta la sociablidad con otras personas en situaciones similares, organizando actividades culturales y de encuentro, para que se conozcan entre ellos y puedan tejer su propia red de contactos. “Es cierto que los voluntarios como José Manuel Fernández dan un respiro a los familiares, pero no basta solo con eso. Intentamos que la ayuda sea integral y transversal, dentro de nuestras capacidades. Damos cursos de alimentación e higiene, tanto para el que cuida como para el cuidado. Les enseñamos a usar las nuevas tecnologías, a pedir citas a través de internet o a gestionar solicitudes de dependencia”, explica.

También cuentan con un programa de préstamo o alquiler de productos necesarios para personas dependientes, como pueden ser grúas de movilidad o sillas de ruedas. Y el coronavirus ha acelerado el proceso de digitalización de la organización y sus trabajadores, que cuentan con redes sociales para dar soporte no presencial. “Hemos tenido que aprender a trabajar en tiempo récord de un modo distinto”.

A través del 988222484 se puede solicitar información sobre la ayuda disponible para cada caso en particular o para inscribirse como voluntario. Porque todas las manos y compañía es poca.

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