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“Quien paga por sexo debería ser consciente de que está comprando el tiempo de un esclavo”

El desplazamiento de la prostitución a pisos turísticos dificulta la persecución de la trata | La fiscal delegada considera que la educación social es clave para conseguir una concienciación como contra la violencia machista

La fiscal Pilar Manso, durante un juicio. // BRAIS LORENZO

La ampliación de los horarios con la caída del estado de alarma, el incremento de la movilidad y de la vida nocturna, así como una mejoría de la situación económica hacen suponer a los expertos que puede crecer la demanda de prostitución, tras un año de pandemia que ha invisibilizado aún más una realidad tras la que en numerosas ocasiones se ocultan situaciones de trata de personas con fines de explotación sexual.

Durante el confinamiento estricto, con el cierre total de los clubs, la situación de pobreza y vulnerabilidad de las mujeres se hizo más evidente y Cáritas tuvo que procurar incluso un lugar en el que vivir a varias de ellas. Solo entre marzo y junio de 2020, las profesionales del proyecto Alumar de la ONG de la iglesia realizaron seguimiento telefónico y prestaron apoyo a medio centenar. Camino de una mayor apertura después de tres olas del virus, la fiscal delegada en Ourense contra la trata, Pilar Manso, señala una nueva problemática que surge con el intento de eludir a las autoridades, propiciando un escenario en el que resulta más complicada la persecución de la trata.

Pilar Manso: "Debe educarse a los jóvenes, que sepan que en los prostíbulos cabe la posibilidad de que haya tráfico de seres humanos, en los que una persona esté obligada a ejercer la prostitución, tratada como un objeto"

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“Antes se producía un traslado desde los clubes a pisos, que eran difíciles de controlar pero a través de las quejas de vecinos y con un control vigilado por parte de los agentes, que veían entradas y salidas de clientes, podíamos saber que en ese piso se estaba ejerciendo la prostitución, y con una motivación de un auto, en el caso de una situación que podíamos entender que era delictiva, o ante un flagrante delito, podíamos entrar y proteger a estas víctimas. Ahora se ha complicado más y se están trasladando a las mujeres a pisos vacacionales. Es una problemática que estamos observando y para la que hay que tomar medidas”.

Una de las zonas del casco historico con locales de alterne. // F. CASANOVA

Establecer puntos de prostitución en pisos vacacionales conlleva un traslado de la actividad a otro lugar transcurridos pocos días o semanas, “con lo que los vecinos del inmueble no saben si se trata de una pareja alojada o de varias. Incluso los propietarios de los pisos tampoco tienen por qué saberlo”.

"Son las únicas víctimas que, aun siendo anunciadas, son invisibles. La sociedad es consciente pero mira para otro lado”

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Durante las restricciones de la pandemia, “como muchos clubs se cerraron, todos los servicios se trasladaron a los domicilios y se puso en peligro la salud de las mujeres, tanto en el ámbito sexual como a consecuencia del COVID. Las mujeres que son trasladadas a esos pisos no van a decir que prestan un servicio y los clientes tampoco van a decir que estuvieron con ellas. Los rastreadores perdían el control en estos casos”, expone Pilar Manso.

La responsable de la sección de Extranjería en la Fiscalía de Ourense da mucha importancia a la “educación social”, a concienciar sobre el hecho de que muchas mujeres que ejercen la prostitución son víctimas. Con la violencia machista –expone–, la implicación de la sociedad contra esa problemática ha aumentado en los últimos lustros.

“Antes, los vecinos escuchaban y no denunciaban, ahora llaman a la Policía para proteger a las víctimas. Eso mismo debemos trasladarlo respecto a la trata. Debe educarse a los jóvenes, que sepan que en los prostíbulos cabe la posibilidad de que haya tráfico de seres humanos, en los que una persona esté obligada a ejercer la prostitución, tratada como un objeto”, destaca.

“El delito de trata es como el de la droga, en ambos casos son traficantes, la única diferencia es que los explotadores cosifican a las personas, que llegan a sentirse objetos. Las trasladan, venden y manipulan”. Manso lamenta que las víctimas de prostitución ilegal “son el único tipo de víctimas de las que existen anuncios” –desde la prensa tradicional a las redes sociales– “y sin embargo la sociedad no se escandaliza como si viera un anuncio en el que una persona vende un riñón para poder dar de comer a sus hijos. Son las únicas víctimas que, aun siendo anunciadas, son invisibles. La sociedad es consciente pero mira para otro lado”.

"¿Son libres de elegir? Eso es lo que debería preguntarse la gente. Por eso el Código Penal en la reforma incluyó la vulnerabilidad. El que paga por sexo debería ser consciente de que está comprando el tiempo de un esclavo”.

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No toda la prostitución es trata, pero sí es la actividad “que se convierte en el gran proveedor” de la explotación sexual. La fiscal es clara: “Sin demanda de sexo pagado no existiría, por eso la educación es tan importante”, reitera.

La vulnerabilidad, la pobreza y la necesidad son el contexto habitual de las mujeres que se prostituyen, procedentes de familias desestructuradas de las que son el único soporte económico, y víctimas algunas de malos tratos o abusos.

“Me pregunto si personas que están muriéndose de hambre, que tienen a su familia en una situación deleznable, a sus propios hijos en esa situación, siendo también ellos víctimas, y a quien alguien les hace creer que tienen una puerta abierta para sobrevivir, ¿son libres de elegir? Eso es lo que debería preguntarse la gente. Por eso el Código Penal en la reforma incluyó la vulnerabilidad. El que paga por sexo debería ser consciente de que está comprando el tiempo de un esclavo”.

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