La capilla de San Miguel de Celanova, construida hace un milenio, en el siglo X, volvió un año más a dar paso por sus estrechas ventanas a los rayos de sol que anuncian el equinoccio de la primavera. Esta vez, por la pandemia, solo acudió a verlo un grupo de cinco personas, entre ellos el concejal de Cultura, Manuel Nogueira. El sol se insertó en el templo a las 7.48 horas. El cura párroco, César Iglesias Grande, no asistió porque “vi algunas nieblas” y pensó que impedirían ver este fenómeno natural que suele producirse dos días, por lo que hoy se repetiría si el cielo está despejado. El sacerdote señala que la capilla, erigida en el huerto del monasterio de San Rosendo, requiere ya un tejado nuevo. El cura espera contar con la colaboración de Patrimonio.

Esta pequeña iglesia mozárabe, declarada monumento nacional, permite el paso de los primeros rayos de sol tanto del equinoccio de primavera como el de otoño, pero no siempre ya que para ello se necesita buen tiempo. Se llega a ella desde el monasterio, o también por el exterior, por una puerta cuya llave tiene el Concello. La pandemia impidió que hubiera algún visitante el año pasado, recién declarado el estado de alarma. Esta vez tampoco se hizo una convocatoria pública, para evitar aglomeraciones. El concejal de Cultura de Celanova señala que la intención para los próximos años “es habilitar un sistema para facilitar su visionado”.

Esta capilla es la primera que construyeron los monjes, antes de levantar las siete casas de planta baja, y luego se construyeron otras tres capillas más pero “la de San Miguel es la que conservaron por tener más relación directa con San Rosendo”. Es, además, la única de esa época que se conserva intacta. Pero el mantenimiento es imprescindible. Y ahora toca cambiar el tejado.