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La vuelta a casa de Pepe tras un mes en UCI por COVID: “Gracias a todos”

El histórico hostelero del Bar Yago de A Ponte recibe el alta: “Te cambia la mentalidad y dices: trabajé mucho y ahora esto; la vida hay que vivirla” | La familia alaba a los profesionales sanitarios, “espectaculares”, y agradece la preocupación de allegados, clientes y proveedores

Pepe Estévez, junto a su hija Sonia y a su cuñado Juan . // IÑAKI OSORIO

Mara, de 4 años, –Lía, la mayor, es su otra nieta– se subía a su regazo y su barriga le parecía un tobogán. Ahora el relieve es más suave porque ha perdido más de diez quilos, al menos quince, calcula su hija Sonia. José Estévez Alonso (Lobios, 68 años), más conocido en el barrio de A Ponte como Pepe el del Bar Yago, está de vuelta en casa después de un mes de ingreso en UCI y otras dos semanas en planta, en el hospital público de Ourense.

El martes regresó a su domicilio, junto a su esposa Mari Carmen, y durmió de un tirón doce horas. Atrás queda una estancia intubado en la unidad de críticos, el momento en el que despertó y pensaba en que tenía que darle un dinero prestado a su madre, algo que en realidad no había sucedido, o se preguntaba dónde estaría aparcado el coche –este tipo de ideas son frecuentes en los pacientes que pasan un largo periodo sedados–. Pepe también ha superado las dificultades iniciales hasta para sostenerse erguido.

"Me intentaba poner de pie y casi me caía, pero seguía. Me decían que tenía una fuerza de voluntad como un caballo. Estando ya en planta me duchaba y me secaba yo, y caminaba del sillón a la puerta, y de vuelta. Sabía que tenía que esforzarme"

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“Me intentaba poner de pie y casi me caía, pero seguía. Me decían que tenía una fuerza de voluntad como un caballo. Estando ya en planta me duchaba y me secaba yo, y caminaba del sillón hasta la puerta, y de vuelta. Además movía continuamente las manos. Sabía que tenía que esforzarme. Venía el fisioterapeuta y me daba veinte minutos de caña. Quedaba cansado pero no me acostaba. Después de comer me levantaba de nuevo del sillón e iba y volvía de la puerta unas siete u ocho veces. En el momento en que vi que salía de esto, me dije: vamos a esforzarnos y a tirar hacia adelante. A poder de insistir fui mejorando”, recuerda Pepe. Como secuelas perceptibles aún siente que dos dedos de cada mano están dormidos, y que la fuerza en una de ellas flaquea. “No soy capaz de cortar con un cuchillo, pero va mucho mejor, porque antes no podía coger nada siquiera”, valora.

Profesionales sanitarios, asistiendo a pacientes críticos en el hospital de Ourense. // BRAIS LORENZO

Volver a casa ha supuesto un paso más en la evolución. “Es como un 50% más, recuperas mucho. En el hospital no era capaz de dormir ni un minuto los días que estuve en la habitación”. Superar el COVID, que puso en riesgo su vida, también ha modificado su perspectiva. “Sí te cambia la mentalidad. Dices: trabajé como un cabrón toda una vida y ahora me veo en esta situación. La vida hay que vivirla”.

Su madre Carmen, de 88 años, fue a verlo ayer, desde Lobios. El reencuentro en casa, anterior a la visita de este periódico, fue emocionante, aseguran. “Ai, fillo, que delgado estás!” es una de las primeras cosas que la octogenaria dijo a su hijo, cuenta Sonia. Juan, el cuñado, también se desplazó a visitarlo desde el pueblo.

Sonia Estévez, la hija: "Estabas en vilo. Crees que nunca te vas a ver en una situación así, que no te va a tocar”

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Cinco miembros de la familia se contagiaron en enero, “pero mientras nosotros mejorábamos y estábamos casi de alta, él iba a peor, porque además tiene un problema previo en el pulmón”, dice la hija, que regenta el Bar Yago de la calle San Rosendo, un negocio que el padre de Pepe abrió con el mismo nombre en la casa parroquial, en la Avenida de las Caldas, y que el hijo continuó, primero allí y después en el siguiente emplazamiento, en la calle San Paio, en una larga trayectoria de este negocio hasta la actualidad, que en conjunto se acerca a los 50 años.

“Salí de casa y bajé por mi propio pie hasta la ambulancia. Estuve en la habitación un día y medio pero la cosa fue a peor y ya no me acuerdo de nada. Me sedaron y bajaron a UCI. Realmente fui consciente de qué había pasado cuando me desintubaron”

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Para la familia, una larga estancia de un mes en cuidados intensivos –del 27 de enero al 27 de febrero, después de un día y medio en planta tras el ingreso–, “fue bastante fastidiado, estabas en vilo. Crees que nunca te vas a ver en una situación así, que no te va a tocar”, dice Sonia. “Salí de casa y bajé por mi propio pie hasta la ambulancia”, relata él. “Estuve en la habitación un día y medio pero la cosa fue a peor y ya no me acuerdo de nada. Me sedaron y bajaron a UCI. Lo siguiente que recuerdo es ver a los sanitarios viniendo a ponerme cosas. Realmente fui consciente de qué había pasado cuando me desintubaron”, dos días antes de pasar a planta.

Pepe califica a los sanitarios de la UCI como “espectaculares”. La familia alaba a los profesionales del hospital que atendieron al hostelero, con una mención especial “para la doctora Fernández de UCI, que nos mantenía informados de todo lo que podía y siempre que podía, mañana, tarde y noche. Fue un gran apoyo, sobre todo en los momentos más difíciles”, asegura Sonia.

Han sentido el calor de allegados, clientes y proveedores, que durante el proceso estuvieron cerca, mostrando su preocupación por cómo evolucionaba Pepe, transmitiendo su ánimo y los mejores deseos. “Avisé a unos amigos cuando volví a casa, pero tengo el teléfono apagado y cada vez que lo enciendo, hay más de 50 llamadas. La gente se ha preocupado mucho y doy las gracias a todos”.

El peluquero Pablo Figueiras acudió ayer a casa de Pepe Estévez para arreglarle el corte. // IÑAKI OSORIO

Pasan unos minutos de las 17 horas y Pablo Figueiras, que regenta en Eulogio Gómez Franqueira la Barbería Chicho –otro negocio que pasó de una generación, la de su padre, a otra– llama al timbre. Este miércoles arregla el corte a Pepe en su casa. “Servicios a domicilio hacemos muy pocos, la semana pasada arreglamos a otro vecino, pero lo normal es que ellos vayan cogiendo confianza, el ritmo de la vida diaria y vuelvan a los salones. Nuestro trabajo es seguro, mantenemos las distancias y el aforo es limitado”. Con Pepe el trato especial se justifica. “Es cliente desde hace 30 años por lo menos, yo recuerdo ir a jugar al futbolín al bar de la casa parroquial”, cuenta Pablo.

Superado el COVID, Pepe celebra la vida, pero va con calma. “No salí nada aún ni pienso esta semana. Cuando recupere un poco y vuelva el sol bajaré al parque a tomar un poco el aire y a dar la vuelta alrededor, para empezar. Ahora, de momento, hay que recuperar poco a poco”.

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