En memoria de Manuel García. “Debería escribir un epitafio pero, ¿cómo es posible despedirse de una parte del corazón sin perder tu propia esencia? No se puede, tu seguirás caminando con nosotros hasta el día que podamos nuevamente fundirnos en un abrazo. Esto no es un adiós, es un hasta luego. Te quise, te quiero y siempre te querré”. No son palabras, son sentimientos emanados en la víspera del entierro de Manuel García Fernández (84 años) donde no hubo duelo ni familiares, la funeraria se encargó de sellar el panteón con el silencio de fondo.
"No sabemos cómo se pudo contagiar, todavía hoy nos lo preguntamos sin encontrar respuestas"
Es el obituario que escribió su sobrina Ana Belén García, tras la muerte del que considera un segundo padre, un consejero: “Él no tuvo entierro, ni una misa ni nada, ya acto seguido de morir el 5 de octubre, fue cuando pusieron los cierres perimetrales no pudimos hacer nada. Para la gente del pueblo, para la familia es un trauma, porque miden la cantidad de cariño que despierta esa persona por la cantidad de gente que acude a un entierro. Esto para la gente de los pueblos es inasumible”.
Ana Belén, supervisora del Servicio de Urgencias, del CHUO, recuerda que “mi madre y él vivían en un pueblo de Piñor, en Marañís, y nadie pensaba que el virus iba a llegar hasta allí. No sabemos cómo pudo pasar, todavía ahora le das vueltas, de cómo fue, pero es inexplicable. Son pocos y no se movieron de allí, por lo que pensamos pudo ser alguien que fuera de paso. Sabemos que no nos lleva a nada, pero a día de hoy todavía pensamos en ello”.
El estado de salud de Manuel García empeoraba con deficiencias respiratorias y la médica de cabecera decidió que acudiera al hospital. Ana explica que “teníamos miedo de que al bajar al hospital pudiera ser peor, porque era una persona frágil”. La médica de cabecera no pensó que fuera COVID y tras hacerle un test de antígenos dio positivo. La primera frase que pasó por la mente de Ana fue “están todos contagiados”. Y así fue sus padres, su otro tío y Manuel con el virus y ella confinada por el contacto directo con positivos.
"Lo sedamos y a las seis horas falleció"
“Total, que mi tío y mi padre estuvieron ingresados en la misma planta. Mi tío se mantuvo estable durante los tres primeros días de ingreso, pero al cuarto y quinto día presentó un empeoramiento muy brusco y al día siguiente peor y me llamaron al sexto día de madrugada y en consenso con el médico decidimos sedarlo y a las seis de la mañana falleció. Y ahí empieza lo peor de lo peor”.
Manuel se marchó sin el cariño de su familia, sin el abrazo como último aliento: “Todos estábamos confinados y no nos pudimos despedir de él”. Su madre lo pasó realmente mal y Ana buscó a su familia en Francia y Buenos Aires para transmitirle la noticia. “Llamé a los hijos de sus hermanos, para que le transmitieran de la mejor manera la noticia, porque llamarlos yo directamente era demasiado impactante”.
"Morir sin despedirte es horroroso"
Su huella dejó una marca imborrable en su familia, pero también una cicatriz que no desaparecerá. “Es difícil gestionarlo, morir así sin despedirte es horroroso, es irreparable la pena y el sufrimiento que te hace sentir. Esta situación es muy difícil”.
No tiene palabras para una última despedida, pero sí se sentaría con él para que notase el amor y el cariño que le tenía. Los consejos de Manuel se apagaron y la familia de Ana todavía tiene preguntas sin responder después de cuatro meses desde su marcha. Hablar no le cuesta, asimilarlo un mundo. Y es que el desconsuelo que deja alguien que desaparece, reside en aquellos que mantienen viva su esencia: “Era y será muy especial para mí”.
