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Fialho de Almeida, fascinado por el monasterio de Celanova

José Valentim Fialho de Almeida, más conocido como Fialho de Almeida, fue un médico y escritor portugués, nacido en Vila de Frades, Portugal, el 7 de mayo de 1857 y fallecido en la ciudad portuguesa de Cuba, el 4 de marzo de 1911. En su prosa postromántica se destaca el estilo naturalista. Joven, es enviado a Lisboa para cursar estudios. Trabaja en una farmacia, mientras estudia y atraviesa dificultades económicas. Se gradúa finalmente en la escuela médico-quirúrgica en 1885, aunque se dedica al periodismo y a la literatura hasta 1893, año en el que abandona Lisboa y regresa a su ciudad natal.

En el año 1905 por Tui comienza un muy detenido y erudito viaje a Galicia cuyas notas fueron publicadas no hace muchos años: Fialho de Almeida Cadernos de Viagem. Galiza 1905. Laiovento, Santiago de Compostela, 1996 edición y notas de Lourdes Carita estando hasta entonces los cuadernos inéditos, cuadernos que el autor escribió como notas quizá con la voluntad de una vez organizadas ser publicadas, porque hay en muchas páginas reiteraciones o inconcreciones que deberían haberse convertido en un texto debidamente unificado, pero desde luego el interés para nosotros en este caso es conocer lo que Fialho vio y le llamó la atención en su visita a Celanova. Es uno de los más minuciosos apuntes de la Iglesia y Monasterio, sorprende sin embargo que no mencione ni hable de la Capilla de San Miguel, que quizá lo “sacristanes” incultos que reiteradamente lamenta sean los que tienen en sus manos las riquezas artísticas, no le mostraron, como quizá tampoco le facilitaron el conocer el tesoro de San Rosendo y los relicarios o se ha perdido algún apunte sobre ello al margen de los cuadernos. Describe con minuciosidad retablos y curiosidades, es el primero que se detiene con interés y curiosidad en las placas de alabastro que aunque no acierta en su estilo y cronología ya le llama la atención la decoración “chinesca”. Sería larga la transcripción, de sus recuerdos por lo que me limito a señalar su contenido.

En Celanova

En el Cuaderno quinto de notas, encontramos las referencias a Celanova en la citada edición corresponden a las páginas 161 a 174.

El 18 de junio de 1905 sale de Ourense para Celanova por una carretera tortuosa. Describe el paisaje, los productos, sobre todo destaca los viñedos señalando que todo está cultivado y son numerosas las poblaciones. Tarda en llegar cuatro horas y media, ve gentes que van a pie o en carros. Destacada encima de un monte alto el torreón cuadrado de Villanueva de los Infantes. Llega a Celanova es un día de lluvia, el cochero canta cantigas gallegas y españolas, tiene 40 años y ha estado en Lisboa, gana dos pesetas por día que es poco.

Con minuciosidad milimétrica va describiendo la llegada a la plaza donde para la diligencia, ya está en ella colocada la fuente “de obelisco, tanque y dos platos donde el agua cae”, las casas tienen balcones con barandillas de palo y de hierro, son desiguales y el alineamiento al capricho de quien las construyó y toda una cara de la plaza en el sentido longitudinal está ocupada por el monasterio de Celanova que es verdaderamente una formidable fábrica”.

Dice con acierto que la iglesia es de tres naves el siglo XVII, pero confunda el estilo que dice ser “churrigueresco”, como “Santa Eufemia del Centro de Orense y si me acuerdo San Martín de Compostela.” Le admira la longitud extraordinaria, y grande “una de esas cosas como sólo se ve en el España” pavimentada de granito con piedras gastadas y húmedas, “con fuertes pilares muros de tres metros de grosor, bóvedas arrogantes frías admirables y clásicamente inexpresivas. Es tan amplia que esta pompa enfática y vacía llega a tener su belleza”. Le sorprende el espacio bajo el coro alto “que tiene casi del tamaño de una iglesia y las fuertes bóvedas labradas con flores y almohadillas casi planas en lo alto, inmensas, robustas tiene piñas doradas como sujetadores y florones y cajas doradas en las aristas. Todo esto es de una pompa fría y dura. Confesonarios sin cuento por debajo del coro alto y a lo largo del muro exterior del coro bajo”.

Se detiene en valorar y describir las ventanas que dan luz a la iglesia y se admira del Ecce Homo que fue del Oratorio abacial. “Debajo del coro alto a derecha hay un oratorio envuelto en damascos rojos con lámparas encendidas donde un Cristo desnudo atado a la columna, es una obra trágica y sangrienta y terrible, con alardes de anatomía y excesos sangrientos a la española, y cuya cabeza dolorosa y los ojos fijos y las heridas de las rodillas parecen vivas y acabadas de abrir, tiene una expresión de angustia ni divina ni transfigurada, más humana de un realismo cruel. Me parece en su género una obra hermosa, ¿de quién será?”. La iglesia tiene tres naves, las laterales más bajas de bóveda por razón de una galería que las recorre y queda a la altura de la bóveda de la nave central abierta en arcos hacia ella y con una balaustrada que da la vuelta a la Iglesia, tiene la galería para el exterior ventanas que alegran e iluminan la nave central. Las laterales están iluminadas por dos ventanas abiertas sobre la fachada ya dije y por otras ventanas abiertas en las naves. El coro alto es muy extenso y ocupa las tres naves, todas las bóvedas de las naves y en el cuerpo central son labradas de almohadillado y florones, las de la central, pintadas y doradas. Pilastras acanaladas descienden a lo largo de los muros de la nave central inmensas, hasta el techo. Las galerías por encima de las capillas laterales tienen balaustradas de piedra y ventanas al exterior, iluminan esas naves. Las capillas de las naves laterales son dos por cada lado y una en los extremos de los brazos del crucero lo que hace tres por cada lado y dos a los lados de la capilla mayor dentro del centro.”

Cómo se ve, y es solo una muestra, es asombrosa la detención, casi fotográfica en describir el edificio. Luego se centra en describir y valorar los retablos de talla riquísima pero no los valora positivamente por los prejuicios entonces, contra el barroco, que él denomina churrigueresco: “La capilla mayor formidables columnas retorcidas, formidable retablo adornado de estatuas policromadas y ornamentos de pájaros y puntos en alto relieve al gusto español y de bajorrelieves”. En los nichos profusos de esas capillas hay “estatuas de santos y santas casi todas trágicas y fúnebres o tristes y doloridas, ninguna celebre, pero algunas que diré muy buenas y ninguna grotesca.” De nuevo destaca el retablo mayor con su imponencia que va describiendo con detalle y acierto y se fija en las conchas “sirviendo de nicho a las estatuas de los santos.” El cimborrio con sus pechinas con escudos lo admira y luego destaca algunas estatuas que le parecen valiosas las de San José, San Rosendo sentado bendiciendo, la puerta del trascoro con los bustos de San Pedro y San Pablo y en el interior Cristo y María, no se equivoca considerando estos relieves de una calidad muy sobresaliente. Curiosamente destaca la imagen “colocada muy alto por encima de Nuestra Señora de los Dolores vestida de alba y con una grande Cruz, de San Bernardo parece muy buena.” Repaso detallado de los dos coros describiendo minuciosamente todo el contenido de los relieves representadas en los sillares bajos las vidas de San Rosendo y San Benito, alabando siempre la calidad de las mismas aunque lo cataloga mal diciendo ser obra del renacimiento o posterior.

Con una admiración que es pionera, nuestro viajero vuelve a hablar del altar mayor fijándose en los relieves de alabastro colocados a los lados del Sagrario “metidos en el camarín hay bajorrelieves de medio palmo de largo representando escenas de la pasión, son de izquierda a derecha coronación de espinas, lavado de los pies, Santa Cena Prendimiento y Flagelación” y aquí, aunque equivocadamente supone por la pintura que deben ser de época gótica diciendo que los fondos tienen la frescura y el esmalte de las miniaturas de un pergamino y por la belleza de ciertas cabezas y ciertos detalles se podría decir que es una obra del renacimiento así como por la corrección en los detalles, más por la ingenuidad es todavía gótica y por la minuciosidad de detalles y va destacando de cada uno de los relieves lo que le llama la atención, pero a pesar de los errores de cronología ya se fija que “en el lavado de los pies hay una pintura o tapicería adornando la sala que parece la pintura de los viejos platos de China” siendo el primero que pone estos relieves en relación con Oriente aunque se empeña en seguir diciendo que son góticos.

Con el desorden de las notas que habrían de ser redactadas posteriormente, vuelve a la capilla mayor y anota la lápida de metal del sepulcro del Obispo don José Cuesta y Maroto fallecido en 1871 y también la sepultura de Fray Anselmo de la Torre Obispo de Tuy muerto en 1722. El guarda le abre la puerta de la izquierda que tiene armarios de castaño con objetos, pero había santos rotos y trastos, era como lo fue hasta tiempos recientes, una trastera de la iglesia y aquel desorden le permite la crítica de que España entrega riquezas al cuidado de analfabetos y mal pagados sacristanes. Al salir de aquella sacristía se fija en los otros relieves del alabastro que están en las partes inferiores del Retablo Mayor con escenas de la vida de Cristo, también los identifica bien y los describe y se pregunta de qué época son esos relieves de mármol pintado o de alabastro, le parecen del renacimiento por la perfección de algunas figuras pero por los ropajes le parecen góticas, y vuelve a añadir que todo esto es guardado por sacristanes burros y los muchachos que lo venderían por dos reales.

Le admira también la sacristía sus bóvedas, los armarios, la mesa grande de mármol policromado o de alabastro y el altar relicario. Le llama la atención, pero no le gustó un Niño Jesús con una calavera a los pies que está en un escaparate y un crucifijo obra delicada de un arte desconocido en Portugal. Pasan sus notas a describir los claustros con mucho detalle. Sus bóvedas, ménsulas, portadas. Manifiesta la impresión de abandono de alguna parte del monasterio y menciona a los pobres descalzos que aguardan a que se les den los restos de la comida de los escolapios. Dice que los escolapios tienen un gran colegio con muchas dependencias del monasterio que en otras partes fueron vendidos, insiste en que el monasterio fue de benedictinos, por eso la iconografía destacada en el monasterio. Como no podía ser menos se detiene en el Claustro del Poleiro con las grandes barandas apoyadas en innumerables ménsulas o grandes canzorros en toda la extensión del claustro que tienen balaustradas de madera dando paso a los pavimentos intermedios y que dice es una especie de paseo de invierno.

(*) Archivero diocesano

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